CDMX: la ciudad que pasó de estar construida sobre el agua a carecer de ella
Hace dos semanas, un día antes del sismo que sacudió la costa de Acapulco, lluvias torrenciales provocaron severos daños en el Valle de México. 20 personas fallecieron, fuertes inundaciones destruyeron el patrimonio de numerosos habitantes y diferentes vías de comunicación quedaron completa o parcialmente anegadas. ¿Cómo explicar lo sucedido? ¿De qué manera se relaciona con la crisis hídrica que vivimos?
Un pequeño respiro para el planeta
Aunque en un principio el confinamiento pandémico representó un pequeño aliento para la salud del planeta, en los últimos meses, se han registrado eventos climáticos extremos en varias latitudes del mundo; Turquía, Grecia e Italia fueron algunos de los países en donde las altas temperaturas causaron incendios, en contraparte, China, Alemania, Bélgica, Países Bajos y Estados Unidos (que también padece incendios en su costa oeste), sufrieron afectaciones considerables debido a las intensas precipitaciones. El calentamiento global produce cada vez más estragos.
El origen del problema
No obstante, en el caso de nuestro país, sumado a la crisis climática, existen dos fenómenos que agudizan esta situación, por un lado, se encuentra la alteración constante del medio natural, y por el otro, la permanente falta de la infraestructura necesaria para cubrir actividades básicas como el control, suministro y distribución del agua (como se mencionó en el primer artículo donde abordamos el tema). El origen del primero, se remonta a la llegada de los españoles al nuevo mundo, respecto al segundo, este se presenta de diversas maneras desde el período colonial en el siglo XVI. Hagamos un breve recorrido histórico.
El sistema hídrico del imperio mexica
Al igual que otras sociedades agrícolas, el imperio mexica, fundado en 1325, organizó su desarrollo y funcionamiento en torno al líquido vital. Como Tenochtitlán se asentó sobre un entorno lacustre, dominado por el lago de Texcoco, los mexicas se vieron en la necesidad de diseñar estrategias que les permitieran construir un eficaz sistema de irrigación. Los canales les permitieron desplazarse a través de diferentes rutas, las chinampas, fueron instrumentos que utilizaron para el cultivo de diversas plantas y hortalizas. Pilar de su economía de subsistencia.
La arquitectura también se desarrolló gracias a la cuestión hídrica, principalmente con la construcción de un complejo sistema hidráulico, integrado por acueductos, lagunas, canales artificiales, además del levantamiento de calzadas, puentes, embarcaderos, compuertas, albarradas y diques para controlar y separar el agua dulce de la salada, como el que mandó a edificar Nezahualcóyotl en 1449, de 16 km de longitud, el cual comprendía desde el embarcadero de Mexicaltzingo hasta el Peñón de los Baños, su objetivo fue evitar que los lagos de Zumpango y Texcoco confluyeran con el lago central. Aunque los europeos también se sirvieron de este dispositivo, por ejemplo, con la construcción del albarradón de San Lázaro en 1555.
Destrucción arquitectónica y desequilibrio ecológico
Tras la victoria de los conquistadores, estos se concentraron en destruir gran parte de los templos y construcciones prehispánicas, también se avocaron a iniciar el mayor proceso de desequilibrio hidrológico en la mayoría de la región metropolitana: el desecamiento de gran parte del medio lacustre, acabando con parte importante de su flora y fauna. Es importante mencionar el papel que desempeñó Enricó Martínez, alemán naturalizado español, designado Cosmógrafo del Rey, embarcándose hacia la Nueva España, junto al virrey Luis de Velasco en 1589.
El paliativo temporal
Así pues, del mismo modo que en la zona árida del septentrión novohispano, el control del agua se convirtió en un elemento clave de poder. A partir de 1607, Martínez, quien está representado sobre el monumento hipsográfico frente a la catedral metropolitana, fue designado como responsable de los trabajos de desagüe en la Cuenca de México, integrada por los lagos de Xaltocan, Chalco, Xochimilco, Texcoco y Zumpango (en total un área de 9600 km2). Estos duraron de noviembre de 1607 a mayo 1609, y consistieron en la creación del Tajo de Nochistongo, la primera salida artificial hacia el Golfo de México, lo que permitió drenar todos estos ríos caudalosos.
El acontecimiento que obligó a tomar misa en la azotea
Sin embargo, esta no fue una solución que remediara el problema de las inundaciones. Dos décadas más tarde, el 21 de septiembre de 1629, ocurrieron fuertes lluvias con una duración de más de 40 horas, las cuales derrumbaron el tajo y acabaron por enterrar a la ciudad dos metros bajo el agua durante cinco años. Este desastre es conocido como el diluvio de San Mateo y provocó la destrucción de casas, la necesidad de oficiar misas en las azoteas, así como la salida cientos de miles de familias españolas y la muerte de otras tantas personas, como consecuencia de la insalubridad y la carestía. Actualmente, en el cruce de las calles Madero y Motolinía, sobrevive como vestigio de aquel desastre, una cabeza de león que sirvió para dar cuenta del nivel de agua al que llegó la anegación.
La solución que reveló cambios irreversibles
Si bien el problema de las inundaciones fue parcialmente solucionado con la intervención de fray Andrés de San Miguel, carmelita, ingeniero hidráulico y matemático español, quien además de corregir el trabajo de Martínez, construyó puentes, acueductos y puentes en varias partes del virreinato de la Nueva España. El proceso de alteración, transformación y deterioro del medio ambiente, y específicamente del manejo hidrológico y del sistema hidráulico previo, originaron efectos irreversibles en el espacio físico del Valle de México. Lo que a su vez reflejó la imposición de un sistema político, económico, social y cultural importado del viejo mundo, el cual distaba de la realidad americana.
Nueva era, nuevos problemas: el siglo XIX
Precisamente, a inicios del siglo XIX, Alexander von Humboldt, destacado geógrafo, naturalista, astrónomo y humanista prusiano, en su viaje al territorio novohispano, realizó un conjunto de observaciones de variada índole, en las que incluyo un diagnóstico sobre el estado ambiental de la metrópoli. Reconociendo al desagüe como la herramienta científica sobre la que la élite española diseñó una ciudad a modo de su visión europea y en concordancia con el pensamiento ilustrado del momento.
Queda pendiente, para una próxima entrega, el recuento de hechos sobre el siglo XIX y XX, así como un análisis detallado de los principales aspectos de este fenómeno en la actualidad.