La obligada reinvención del feminismo en post pandemia
Ángela Rodríguez
Derrumbando falsas ideas
No hay un feminismo, hay muchos feminismos. Y pésele a quien le pese llegaron para quedarse. No es una ideología de moda, es ya una praxis que entre muchas hemos logrado construir e imponer. Y sí, digo imponer porque no había otra forma de hacerlo; de que este sistema machista nos reconociera, nos escuchara y respetara.
Por eso, toda corriente feminista es radical, pues radical significa ir a la raíz del problema, quiere decir, cambiar no sólo el discurso sino todas nuestras prácticas en la intimidad, en el espacio público y privado, poner al mundo de cabeza, para dignificar nuestro cuerpo, para salvar y proteger la vida de TODAS. Es un grito de desesperación; de rabia contenida.
Lo que la mayoría denomina como feminismo radical, en realidad es EXTREMISTA. Como el Bloque Negro, que ha optado por tomar medidas extremas en las manifestaciones. Desviando la atención de las demandas, por un falso debate acerca de si un muro, monumento o un vidrio vale más que la vida de una mujer. Por supuesto que la VIDA y la dignidad de una niña o mujer están por encima de todo lo demás; eso lo sabe cualquier padre o madre*. La discusión debemos dirigirla hacia otro lado.
Los pendientes
Nos falta mucho por hacer. De entrada, reconocer que hemos ganado más de lo que creemos. Por ejemplo, la Ley Olimpia, la Ley Ingrid, la amnistía a mujeres que abortaron, la creación de la Fiscalía especializada en Feminicidios, las reformas al Estatuto General de la UNAM, la penalización del acoso en el transporte público, entre muchos otros logros.
Nos falta la despenalización del aborto en todo el país, erradicar por completo la violencia intrafamiliar, así como el acoso y violencia de género en todo el sistema educativo. Y por supuesto, que se haga realidad el clamor de Ni Una Menos.
Pero tampoco podemos negar, queridas hermanas, que la pandemia enfrío nuestra lucha que venía imparable, el cenit de nuestro movimiento fue el 8 de marzo pasado, en medio de esa marea violeta en donde todas fuimos sororas pintando el centro de la CDMX de violeta y verde.
Por eso mismo nos toca en este justo momento asirnos de la crítica para retomar el camino, para continuar con los pendientes. Negarnos a la crítica es mutilar nuestro hermoso árbol que aún puede dar muchos frutos.
Lo que sigue
Lo primero que hay que entender, es que el mundo ya no es el mismo después de la pandemia. Antes de esta terrible enfermedad que se ha llevado la vida de cientos de miles de personas, las corrientes hegemónicas (predominantes) dentro del feminismo, eran las extremistas, pues era necesario irrumpir con fuerza. Es importante aclarar que no era por ODIO sino por rabia, el primero destruye sin construir nada nuevo, la segunda, alimentada de la indignación, destruye para construir algo mejor.
Hoy la sociedad en general tiene como causa prioritaria la preservación de la vida y para ello, apremia una reconstrucción del tejido social, apostar por un NOSOTROS con mayúsculas. El extremismo del feminismo separatista jamás desaparecerá, pero ya no tendrá la misma sororidad para muchas de nosotras que aborrecemos el patriarcado pero amamos a varios hombres imprescindibles en nuestras vidas (hijos, padre, esposo, hermanos, amigos).
Aún leo a muchos vatos que “argumentan” sin sustento, sólo para descalificar nuestra lucha, pero también leo varios hombres que se solidarizan con nosotras, y aunque coincido en que no pueden ser feministas, sí pueden ser nuestros aliados, y esto es lo que necesitamos en este momento, propuestas políticas que ayuden a la reconstrucción del tejido social para enfrentar los problemas que se avecinan, no iniciativas que contribuyen a dividirla.
La reinvención de los feminismos en tiempos de post pandemia, es un asunto de táctica y estrategia, no sólo de principios. Éstos son irrenunciables, pero debemos adaptarnos a las nuevas circunstancias.
No existe ningún feminismo que sea cómodo para los hombres, pues todos cuestionan su condición histórica de privilegios y ningún feminismo, por muy moderado que sea, le agradará a los violentadores, acosadores, machistas retrógradas; sin embargo, de nuestra capacidad crítica dependerá consolidar la sororidad entre nosotras y la suma de aliados, para ganar mayor terreno en esta lucha que apenas comienza.
Los riesgos de toda utopía
La mayor tentación de cualquier utopía es la deshumanización. Lo que significa caer en el purismo ideológico; en la construcción de un molde que no encaja con la condición humana. La falsa radicalidad o mejor dicho, el extremismo político, se alimenta de la idea maniquea de pureza, cuando la única esencia humana es la contradicción. No, las mujeres no son buenas y los hombres malos; se lucha contra un sistema de dominación patriarcal en el que los hombres han sido favorecidos, pero también ellos han pagado el precio del machismo.
Una movilización multitudinaria, bien organizada, impactaría muchos más en la conciencia colectiva, y no porque importen los muros, los vidrios y los monumentos, esos, que ardan y se derrumben, sino por la trascendencia política de nuestras demandas
Yo no voy a criminalizar la protesta, no creo que las colectivas extremistas sean infiltradas, en eso difiero del Presidente Andrés Manuel, pero también es cierto que de no revertir la violencia en nuestras marchas, terminaremos aisladas del resto de la sociedad. Los tiempos post pandemia nos están exigiendo una reorganización para consolidar nuestra sororidad, nuestra lucha, lo que está en juego es la utopía y ella sólo se salva siendo autocríticas queridas hermanas de la Anahuac violeta.
Texto sugerido: El desenlace del paro en la FFyL, es el futuro de los paros en la UNAM