¿Todos unidos contra la UNAM?
No cedamos a provocaciones, vengan de afuera o de adentro;
entre nosotros hay muchos enmascarados que no respetan,
no aman y no aprecian a la autonomía universitaria.
Javier Barros Sierra
CRONOTOPOS
¿A quién beneficia la parálisis que enfrenta la UNAM? ¿Quién movilizó a grupos porriles para reventar la manifestación del pasado lunes? ¿Quién quiere desestabilizar a la Universidad de la Nación?
Como todos sabemos, el pasado lunes tres de septiembre, estudiantes de la Escuela Nacional Colegio de Ciencias y Humanidades (ENCCH), plantel Azcapotzalco, fueron atacados mientras realizaban una manifestación pacífica—a causa del paro indefinido que mantienen desde la semana pasada, y como denuncia por el feminicidio de una estudiante del plantel Oriente–en la explanada de Torre de Rectoría.
Mediante un boletín emitido por parte de la Dirección General de Comunicación Social (UNAM-DGCS-545), la tarde de ayer, fue revelada la identidad de los agresores; 9 de ellos pertenecían a la ENCCH Azcapotzalco, uno al plantel Naucalpan, uno a la Facultad de Filosofía y Letras, dos a la Facultad de Ingeniería, dos a la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, uno a la FES Iztacala, uno a la FES Zaragoza y uno más a la FES Cuautitlán. Todos y cada uno de ellos fueron expulsados de la Universidad Nacional, desde el pasado martes, día en que el rector Enrique Graue firmó su expulsión, y la turnó al Tribunal Universitario para su ratificación.
Siendo estrictos en términos históricos, los grupos porriles han asolado a la universidad desde finales de la década de 1950. Más adelante, adquirieron tintes muchísimo más violentos, y fueron la punta de lanza para la creación de grupos más organizados y mejor entrenados, como fue el caso de los “Halcones” en 1971.
Es curioso observar, que el día del ataque convergieron tres diferentes grupos porriles; “Grupo 32”, de la ENCCH Azcapotzalco, “3 de Marzo”, ENCCH Vallejo, y la “Federación de Estudiantes de Naucalpan”. Según el experto Hugo Sánchez Gudiño, en la UNAM operan al menos 15 organizaciones de carácter porril desde hace varios años, muchas de ellas responden a intereses políticos, generalmente al servicio de delegaciones y administraciones gubernamentales. Notas periodísticas recopiladas por la revista Proceso, aseveran que el grupo “3 de Marzo” originalmente se encontraba vinculado al Frente Juvenil Revolucionario, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y posteriormente amplió sus contactos a figuras del Partido de la Revolución Democrática (PRD), tal es el caso de las acusaciones que prevalecen sobre el titular de la delegación Gustavo A. Madero, Víctor Hugo Lobo Román, puesto que se le acusa de ser hermano del coordinador de dichos grupos. Mientras que, la “Federación de Estudiantes de Naucalpan” recibía cobertura política en Naucalpan y Acatlán, desde la administración de Arturo Montiel Rojas (1999-2005). Por su parte, el “Grupo32”, del plantel Azcapotzalco, pertenece a la llamada “federación de grupos porriles” que actúa en diferentes planteles de la ENCCH y realizan actividades más allá de lo universitario.
También habría que rastrear el origen del autobús que transportó a los porros, mismo que fue monitoreado por cámaras del C5, de la Secretaría de Seguridad Pública de la CDMX (SSPCDMX), desde Lomas de Sotelo (13:14 hrs.), hasta su llegada a Ciudad Universitaria.
Sin embargo, lo que inició como un acto de intimidación para la comunidad universitaria, desató parte del encono estudiantil que mantiene paralizada la UNAM. Mientras redacto estas líneas, 32 planteles se mantienen en paro de entre 48, 72 horas o más, a su vez, decenas de universitarios, agrupados en distintos contingentes, inundaron el día de ayer las islas de Ciudad Universitaria hasta llegar a Torre de Rectoría, al grito de: ¡Fuera porros de la UNAM!
Desafortunadamente, un movimiento paralelo creció a la par que las demandas legítimas de los universitarios. Es el mismo que reventó la manifestación del lunes, el mismo que articuló, organizó y creó el clima perfecto para detener a la Universidad. Es sumamente extraño que, en menos de un día, por toda la UNAM comenzaron a gestarse “asambleas estudiantiles” con un objetivo muy claro: detener la vida académica de todos los recintos universitarios. Para los iniciados en el tema, ni en la huelga de 1999, la universidad se declaró en paro en menos de 24 horas.
En política no hay coincidencias. El mismo día del ataque a la manifestación, el equipo de Andrés Manuel López Obrador nombró a Santiago Nieto titular de inteligencia financiera, ese mismo día el rector Graue asistió al último informe presidencial en Palacio Nacional. Sin lugar a dudas, los primeros de muchos indicios que develan el operar de fuerzas ocultas detrás de todos estos acontecimientos.
A medio siglo del movimiento de 1968, hay estudiantes que se aventuran a comparar dicho movimiento con los acontecimientos recientes, sin embargo, cabe aclarar que no es así. Si bien, la efervescencia de los últimos días, ha generado el clima perfecto para señalar las deficiencias de la institución, no hay que dejar de lado que el problema central, es un conflicto eminentemente interno, clave para diferenciarlo del 68. Puesto que este último, fue una serie de demandas de la sociedad mexicana para con el gobierno en turno, expresadas a través de una movilización social avasalladora, qué representó la primera gran crisis del sistema político mexicano.
En los pasillos de la UNAM, desde hace muchos años se cuenta como leyenda urbana, que los grupos porriles, son pagados por funcionarios de alto nivel desde rectoría, con los sucesos del día lunes, esa leyenda volvió a difundirse. Valdría preguntar a quienes la difunden: ¿Cómo beneficiaría a la administración central contratar a grupos de choque para generar desestabilidad en la universidad?
La tarde de ayer, la rectoría de la UNAM expresó su deseo de solucionar el pliego petitorio que plantea la Asamblea General del plantel Azcapotzalco, tomando en cuenta que son “aceptables y entendibles” todos los puntos. Esperemos que, al igual que las demandas de ese plantel, todas las exigencias vertidas en la manifestación de ayer, tengan una pronta respuesta, con miras a una solución eficaz. Todo con el fin de restablecer a la mayor brevedad posible la vida académica, cultural y científica.
La movilización de cientos de compañeros universitarios, es la prueba patente de que el espíritu estudiantil se encuentra más vivo que nunca, pero, sobre todo que, pese a la injerencia de agentes externos en la institución, la autonomía universitaria destaca por ser uno de los baluartes más importantes de la nación.