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El fútbol afianza nuestra identidad; por eso genera tanto odio y pasión


26 junio, 2018 @ 10:05 pm

El fútbol afianza nuestra identidad; por eso genera tanto odio y pasión

@AndreaSasia124

En un sentido práctico y aunque su popularidad sea mundial, el fútbol es un deporte como cualquier otro.

El fútbol no reconoce fronteras

En alguna ocasión tuve la oportunidad de mirar un partido de fútbol en Budapest, y recuerdo que festejar con los húngaros ante su victoria contra Portugal, salir a las calles y corear sus porras entre risas y saltos me llevó a una conclusión bastante lógica: el fútbol se disfruta casi en cualquier rincón del mundo.

Es bien sabido que México alberga una devoción por el fútbol que no sólo significa un placer colectivo, sino que se reafirma como un elemento importante de su cultura.  Sin embargo, en muchas ocasiones la alegría que provoca un partido no viene sola, y se encuentra acompañada de diatribas políticas y de posturas contra el fútbol y sus seguidores.

La identidad mexicana fortalece la pasión futbolera

¿Qué es lo que nos molesta del fútbol? ¿Por qué despierta lo mismo regocijo que resentimiento entre los mexicanos? ¿Qué nos ofende de la pasión por este deporte?

La cuestión de la identidad juega un elemento importante. Muchos sociólogos mexicanos coinciden con el hecho de que nuestra identidad se basa en meros imaginarios. Eso significa que no sabemos a ciencia cierta quiénes ni cómo somos, ni quiénes queremos ser: vivimos al día, no planificamos, ignoramos la realidad de otros grupos sociales tanto como la propia y nuestro orgullo se fundamenta en apariencias.

Cuando la identidad y el orgullo nacional se relacionan de manera estrecha con un aspecto lúdico como un juego de fútbol, pudiera parecer algo inocente y propio de cualquier cultura.

Lo que se esconde más allá de la afición

Sin embargo, en un país fragmentado, este orgullo efervescente y repentino incomoda. La mexicanidad no dura mucho, aparece en ocasiones especiales, y el resto del tiempo se esconde entre indígenas que piden limosna en su propia tierra, en personas de clase alta que no desean ser reconocidas como mexicanas, y en un mosaico de realidades que no se integran las unas con las otras.

Por lo tanto, ante la pregunta ¿por qué no nos une la exigencia de nuestros derechos tanto como el fútbol?, valdría la pena decir que es un poco aventurada una expectativa de unión civil en un país tan diverso y con tantos estamentos. Además, cuando las estadísticas de violencia sólo se recrudecen y las oportunidades son cada vez más desiguales, hay que conservar un símbolo de esperanza. O de entretenimiento.

¿La culpa la tiene este deporte?

El fútbol, entonces, se convierte en un chivo expiatorio donde se deposita lo frustrante de no tener una identidad colectiva, o tener una que nos provoca vergüenza y lástima.

Sin embargo, si hablamos de estructuras políticas y sociales, la culpa no es del fútbol, así como la culpa no era del coliseo romano.

Imagen: Infobae

Socióloga en ciernes, amante de los viajes y de una buena charla con los amigos.