Vivir, de Julio Scherer
@octaviosolis
Avatares de un oficio de alto riesgo
Dichosas vacaciones que nos permiten leer o releer algunos libros rezagados por la abrumadora rutina de todos los días. Entre algunos títulos que me interesa compartir en este espacio se encuentran: Vivir de Julio Scherer García y la obra póstuma de Miguel Ángel Granados Chapa: Buendía. El primer asesinato de la narcopolítica en México. Ambos autores grandes periodistas y protagonistas de la vida pública en nuestro país. Lo que nos permite hacer un balance de la situación actual del periodismo mexicano.
El primero es una autobiografía de quien fuera director (1968-1976) del diario Excélsior y fundador (1976) del semanario Proceso. Cargado de una fuerte nostalgia; en el transcurso de las distintas anécdotas personales, Scherer nos muestra cómo era y es ejercer uno de los oficios más menospreciados por el poder en México, así como sus riesgos hasta el día de hoy. Sobresale la anécdota cuando asumió el liderazgo de Excélsior en el convulso año de 1968, en las postrimerías del sexenio de Díaz Ordaz, quien no veía con buenos ojos la línea que pronto adquirió el diario y empezó a hostigarlo.
Sobrevivir con una posición política independiente en aquellos años, significaba echar mano de todos los recursos estratégicos que el propio sistema posibilitaba. Fue así que Scherer recurrió al general Lázaro Cárdenas a mediados de 1970. El encuentro concluyó con una entrevista periodística al ex presidente: “Ignoro de qué manera se tejen los hilos entre los personajes que crea la política. No sabía si don Lázaro se comunicó con don Gustavo o le hizo llegar algún mensaje o le bastó con la simple exhibición de nuestro encuentro. Amainó el vendaval. El presidente Díaz Ordaz no tocaría mortalmente la casa de Reforma 18.”
Aunque años más tarde (1976), su sucesor, Luís Echeverría sí asestaría un golpe letal al periódico que cambiaría la forma de hacer periodismo en México, en un tiempo en que como alguna vez dijo Granados Chapa, los periodistas eran tan sensibles, pero tan sensibles, que con sólo sopesar un sobre en sus manos, sabían la cantidad económica dentro.
El libro también alude a hechos más recientes, como el asesinato de Regina Martínez Pérez, corresponsal de Proceso en Veracruz, ocurrido el 28 de abril de 2012. La tediosa reunión con el gobernador del estado, Javier Duarte. Reflejo de la esclerosis burocrática. Lección severa del alto riesgo que siempre ha implicado defender la verdad de los hechos de interés público.
Por su parte, el libro de Granados Chapa sobre la vida, obra y asesinato de Manuel Buendía, nos describe, al contarnos la trayectoria del columnista más influyente del siglo pasado en México, la propia historia del periodismo nacional, la relación de éste con el poder, los entretelones del narcotráfico con la clase política. La obra póstuma del autor de Nava sí, Zapata no, no tiene desperdicio alguno; pródiga en sustantivos, económica en adjetivos. Lejos de la apología, nos muestra a un Buendía con sus errores y pragmatismo. Como cuando despidió pistola en mano a Eduardo Del Río, “Rius”, de La prensa, periódico que dirigía, presionado por Mario Santaella, director general y gerente del diario, presionado a su vez desde Los Pinos.
De igual forma queda patente la irreductible honestidad de Buendía, quien en toda su vida logró hacerse únicamente de “una casa, un par de autos usados y unos ahorros verdaderamente flacos”. Y la casa, ubicada en la calle Cienfuegos de la colonia Lindavista, obtenida al salir sorteado en un boleto de la Lotería Nacional.
La contribución de Red Privada, columna de Buendía, al debate e información públicos, son de excepcional valía. Con un estilo único. A él le tocó desarrollarse en un periodo en que el periodismo se renovaba, a pesar de las dificultades políticas en nuestro país para ejercerlo. Red Privada resultó ser un espacio donde se conjugaban magistralmente el humor fino, el análisis oportuno, la crónica, la nota informativa y sobre todo, el periodismo de investigación. Algo que ya no vemos. Al menos no a esos niveles de indagación.
Hay mucho que decir sobre la vida de estos periodistas y poco el espacio para ello. Mucho lo que le debemos a su trabajo y pocas las opciones para continuarlo. El mejor homenaje es bregar por una nación donde informar a los demás no signifique perder la vida.