El IPN para el siglo XXI
Abraham O. Valencia Flores
El debate que mantienen los jóvenes politécnicos frente a los representantes del gobierno federal no se limita a la orientación del conocimiento científico tecnológico del Instituto Politécnico Nacional (IPN), sino que además es un debate por la nación, una lucha contra formas autoritarias de implantación de reglamentaciones y leyes, que se enfrenta a un enfoque neoliberal de los recursos naturales y la vida educativa, social y cultural de millones de mexicanos. Los jóvenes en huelga han desobedecido, se han opuesto a que México sea un país de maquileros, dependiente de las transnacionales, que aspira a lo sumo a ser un ensamblador de coches sin impulso científico tecnológico autónomo y soberano. En oposición a ellos, las autoridades del gobierno federal, en la mesa de diálogo hacen ver que el debate se reduce a mecanismos técnicos y logísticos separados del contexto nacional, como si el problema politécnico fuera ajeno al Estado Neoliberal promotor de la corrupción, autoritarismo y barbarie.
El movimiento estudiantil politécnico y cada una de sus participaciones en las mesas de diálogo, trasciende y ha sacado a relucir las problemáticas generales del modelo económico neoliberal, el desmantelamiento del Estado y el nulo proyecto gubernamental en relación a la ciencia y la tecnología. Este último choca de frente con el IPN, que tiene en su memoria, el ser de una de las mayores construcciones científicas, tecnológicas que la inteligencia y cultura mexicana ha podido construir y que desde 1936, se transformó en un componente trascendental en la totalidad del proyecto nacional de Lázaro Cárdenas que se integró por el reparto agrario, el corporativismo, la expropiación petrolera, el apoyo a exiliados de los totalitarismos, así como una visión nacionalista y antiimperialista en el ámbito político, económico y cultural, bajo los preceptos posrevolucionarios de los artículos 3º, 27 y 123 constitucionales.
La construcción del IPN fue posible gracias a los ideales de visionarios de formación científica, intelectual y de una alta responsabilidad ética como Luis Enrique Erro, Narciso Bassols, Carlos Vallejo Márquez, Miguel Bernard, Estanislao Ramírez Ruiz, Wilfrido Massieu y, por supuesto, Juan de Dios Bátiz, quien tomó un papel trascendental en la elaboración del nuevo proyecto educativo. Desde su nacimiento, vinculó la ciencia y la técnica con las problemáticas nacionales, al igual que las Normales Rurales con la situación campesina.
Aún sin ordenamiento jurídico en sus primeros años, el IPN se asumió como producto de la Revolución Mexicana. Tanto su primer ordenamiento legal que fue el Reglamento Provisional de 1944, como en su primera Ley Orgánica del IPN del 31 de diciembre de 1949 por Miguel Alemán estableció su fundamentación nacionalista y soberana que a letra decía: “formación de personas preparadas para la utilización y control de los factores que constituyen el medio natural y social; capacitándolos para aplicar las ciencias, las técnicas y las artes en beneficio de la colectividad, procurando mantener a los estudiantes en íntimo contacto con la realidad nacional.”
Esta cuestión se repitió en cada uno de sus ordenamientos legales hasta la ley orgánica actual, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 29 de diciembre de 1981 y que instituyó que el IPN fue creado para consolidar a través de la educación, la independencia económica, científica, tecnológica, cultural y política para alcanzar el progreso social de la nación de acuerdo a los objetivos históricos de la Revolución Mexicana, contenidos en la Constitución Política de los Estados Unidos. Cabe resaltar que en esa ocasión, se refrendó su fundamento histórico e ideológico, pues a pesar de la gran avanzada en interpretaciones y revisionismos sobre la Revolución Mexicana, en 1981, el IPN confirmó esta orientación.
Todavía en 1982, tras la Nacionalización de la Banca por José López Portillo, se expresó en Gaceta Politécnica el apoyo a esta medida por medio de su director general y ex directores aludiendo que “El IPN ha mantenido siempre una cohesión institucional que ha permitido su participación para sortear algunas crisis propias y de orden nacional. Lo propio aconteció con la nacionalización de los ferrocarriles y de la industria eléctrica, y en la misma tesitura se encuentra nuevamente toda la comunidad politécnica, para respaldar, cada uno en el ámbito de su posición, de estudiante, maestro, empleado, directivo o egresado, las patrióticas medidas del Presidente de la República José López Portillo al expropiar la banca y establecer el control de cambios, para rescatar este instrumento de desarrollo de manos privadas y restituirlo al dominio de la nación.”
El IPN, si bien mantuvo esta orientación ideológica, también heredaba estructuras verticales del sistema político mexicano y hasta un estilo personal de gobernar aludiendo a Daniel Cosío Villegas. El director, establecido a dedazo por el Presidente de la Republica, se asumió como personificación del mismo en la Institución, y el intervencionismo estatal en sus diferentes niveles se volvió parte importante para entender su actuar educativo, científico y tecnológico. Este intervencionismo dio cabida no solo a la falta de autonomía y libertad, sino a prácticas autoritarias y corporativas, que junto a la sección sindical del SNTE, ha limitado su actuar a los dictámenes educativos de la clase política del momento. A pesar de ello, el IPN siguió trabajando y aportando grandes avances educativos, científicos y tecnológicos al país de lo cual se tiene respaldo en los hechos.
Ante la irrupción del neoliberalismo, el IPN con principios ideológicos notoriamente establecidos hasta ese momento, quedó en la tensión valorativa de sus conocimientos y asignaturas ante los nuevos tiempos de evaluación. No obstante, este rompimiento fue más radical. Ya no podía eludir frente al ejecutivo a sus principios ideológicos posrevolucionarios, ni a soberanía, ni a su orientación social, obrera, campesina (rural), ni mucho menos a cierta autonomía para marcar distancia del nuevo lenguaje altamente mercantilizado que empezó a integrarse a la SEP. Ante ello, se repetía por parte de los Directores Generales la subordinación de los principios y la grandeza institucional al pragmatismo neoliberal y a la máxima “No hay que patear el pesebre que nos da de comer” y “Habrá que acatarse a los nuevos tiempos de transformación que requieren flexibilización institucional.”
Ante la falta de autonomía, los funcionarios del IPN han venido a más en el empobrecimiento cultural, político y social de la institución al orientarlo exclusivamente hacía el enfoque neoliberal de la educación. La autoridades ven como triunfo el cumplimiento acrítico de las demandas del gobierno y los dictámenes sobre las competencias, la normativización y la supuesta modernización educativa, muchos de estos lineamientos marcados por el Banco Mundial, el FMI, la OIT, la OCDE. Asimismo, estos último se han acelerado a partir del TLC y la entrada de programas tales como el Proyecto de Modernización de la Educación Técnica y la Capacitación (PMETyC) y el CONOCER, que no solamente han tenido campo fértil en el IPN en el marco de su supuesto Nuevo Modelo Educativo, la Educación Basada en Competencias y la Certificación de sus carreras.
El Reglamento Interno que echaron para atrás los jóvenes, hacía evidente lo anterior cuando establecía que se buscaba armonizar las leyes del IPN con diversas disposiciones tanto legislativas como administrativas de carácter federal y general aprobadas en lo que va del sexenio peñista. En otras palabras, el Reglamento Interno buscaba dejar al IPN en concordancia total con las Reformas neoliberales de Enrique Peña Nieto y su camarilla: la reforma educativa, la reforma laboral, la reforma energética, la reforma fiscal, la reforma en telecomunicaciones. No está demás señalar, que las autoridades del IPN, incluyendo al actual director general Enrique Fernández Fassnacht creen en ellas como la panacea y se han vuelto reproductoras acríticas de este pensamiento.
Ese Reglamento Interno, que los jóvenes echaron para atrás era claro ejemplo de la orientación neoliberal del gobierno, mostrando en él, vocabulario y conceptos tales como flexibilidad, evaluación mediante el desarrollo de parámetros e indicadores, normativización, certificación, cultura emprendedora, incremento de la productividad, competitividad, entre otras, el cómo las autoridades han subsumido a la institución a este lenguaje, meramente mercantil y dependiente de los capitales globales. Ese engendro llamado “Reglamento Interno” era en realidad una serie de pegotes de otras disposiciones legales aprobadas por el ejecutivo. Tan solo hay que poner cualquier pedazo de dicho Reglamento en el buscador para ver de dónde vienen.
De la misma manera, la visión y misión del IPN que se ha tenido en administraciones recientes son visiones reduccionistas de las tareas fundamentales de la institución a nivel de docencia, investigación y difusión de la cultura. Son opuestas a las ideas sociales, nacionales y soberanos que han caracterizado al IPN como institución producto de las inquietudes creadoras de la Revolución Mexicana, a las cuales se les quiere ver como transnochadas desde el ascenso de la clase política neoliberal que ha desmantelado nuestro país. Las orientaciones científicas y tecnológicas no deben estar maniatadas a la lógica del mercado, sino estar abiertas a propuestas de desarrollo social de varios segmentos de la población mexicana. Debido a ello, hay que tener claro que los intereses de la patria, no son los intereses del mercado, ni de las trasnacionales a las cuales no les interesa el desarrollo nacional, pero son ellas, las que desafortunadamente en estos gobiernos neoliberales, marcan los dictámenes principales sobre la contratación profesional y su supuesta capacitación y formación.
La solución a las demandas que generaron el movimiento a pesar del logro que pudiese representar, no ataca el problema por la raíz. La garantía de no represalias contra quienes participan en el movimiento; no incorporación de los bachilleratos del IPN al Sistema Nacional de Bachillerato y a la Reforma Integral de Educación Media Superior; que el IPN no forme parte del Instituto Tecnológico Nacional; incremento al presupuesto para educación superior, ciencia y tecnología; investigación y sanción a los integrantes de grupos porriles; eliminación de las pensiones a ex directores del IPN; salida de la Policía Bancaria Industrial de las labores de seguridad en la casa de estudios y la conformarse un grupo interno dependiente del área administrativa, y la realización de un Congreso Nacional Politécnico (CNP) de carácter resolutivo que incluya de manera equitativa las voces de la comunidad politécnica, dejan ver que atrás de ello, la búsqueda de la autonomía es un pendiente para el IPN y lo seguirá siendo se logré o no en este movimiento.
De la misma manera, la coyuntura presentada en estos momentos difícilmente podrá repetirse en años posteriores. En este sentido, en el Congreso Politécnico quienes apoyen la autonomía y las implicaciones en torno a la elección del director, asumirán una tarea enorme no solo en el manejo de los argumentos, sino porque tendrán que visualizar la historia institucional, la correlación de fuerzas dentro del IPN, la tradición vertical, corporativa, sindical del mismo, los organismos auxiliares y de apoyo, así como la actitud conservadora ante posibilidades de trasgredir espacios de comodidad de muchos sectores de la comunidad incluyéndonos varios profesores y personal de apoyo. En momentos en el que México está en otra encrucijada de su historia, los jóvenes politécnicos han dado ejemplo de organización, no obstante como dice La Boetie, tendrán que contagiar a varios sectores politécnicos para hacerles “sentir hervir en su corazón el valor de la libertad”. Gran parte de la comunidad tiene miedo a la palabra autonomía, habrá que tener presente que este sentimiento convierte a cada uno de los súbditos en cómplices del Príncipe, pero también hay que considerar que subyace en la comunidad politécnica, como en el país, la necesidad de allegarse otros mundos posibles, aunque ello represente romper con las certezas de hoy.