O es estúpido o es cómplice: los dos caminos de Felipe Calderón
Felipe Calderón tiene dos opciones: declararse narcotraficante o el expresidente más estúpido de la historia. Cuando su amigo, el exsecretario de seguridad pública Genaro García Luna, fue detenido en Estados Unidos, acarició la segunda opción, aunque la disfrazó de ignorancia. “No sabía”, dijo, sobre las actividades ilícitas de su mano derecha. En ese momento, el mundo lo calificó de incompetente y respiró aliviado. Ahora, domingo 3 de mayo del 2020, el planeta entero sabe, porque no es lerdo, que Felipe Calderón Hinojosa, expresidente de México, es socio de narcotraficantes.
Los gringos juzgan a sus cómplices
Como suele suceder, los gobiernos norteamericanos señalan, de manera formal, las ilegalidades de funcionarios mexicanos. Los exgobernadores Tomás Yarrington, César Duarte y Roberto Borge, y el exfiscal de Nayarit, Edgar Veytia, son ejemplos de un largo etcétera de exfuncionarios investigados, sobre todo, por narcotráfico y lavado de dinero. El último pez gordo que cayó en sus cárceles fue el exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna. Mientras tanto, en México, sólo la Unidad de Inteligencia Financiera investiga a exservidores públicos. La Fiscalía General de la República, fiel a su tradición, se mantiene inmóvil, pasmada, guardando silencio porque de no hacerlo, estaría violando un “debido proceso” invisible, quizá inexistente.
Y fue Roberta Jacobson, exembajadora de Estados Unidos en México, quien hizo estallar de nuevo el escándalo. “La información que obteníamos –en el Departamento de Estado– era por conducto de funcionarios estadunidenses, pero venía de parte de mexicanos, ellos eran los que más información recibían y tenían sobre la corrupción de García Luna”, dijo en entrevista con Jesús Esquivel, para la revista Proceso, en una de las entrevistas más relevantes para la historia actual mexicana.
Las palabras de la exembajadora confirman lo que miles de mexicanos sospechaban: Felipe Calderón conocía perfectamente la corrupción de Genaro García Luna, y aún así le dotó de atribuciones espectaculares como Secretario de Seguridad Pública. Nunca, ningún jefe de las policías, había tenido tanto poder como lo tuvo García Luna, un poder respaldado por su único jefe, el presidente mexicano.
La Estrategia Integral de Prevención al Delito y Combate a la Delincuencia fue un precioso eufemismo gubernamental para nombrar a una guerra interna. El enemigo, dijeron entonces, eran los narcotraficantes mexicanos. Más de diez años después sabemos, con precisión, que el enemigo del gobierno de Felipe Calderón eran en realidad, los adversarios del Cartel de Sinaloa. La Estrategia fue creada y efectuada, por supuesto, por Genaro García Luna. Desde las cúpulas de poder del gobierno mexicano se dedicaban a eliminar, con esta “guerra”, a los enemigos de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Un secreto a voces revelado poco a poco.
¿Quién pagó el fraude electoral?
Felipe Calderón se robó la presidencia en el 2006. Con un fraude avalado por las instituciones electorales mexicanas, alcanzó la presidencia después de unas elecciones que sólo dejaron contentos a los que se enriquecieron con la estafa. En ese momento y durante años, se pensó que quienes habían pagado la campaña electoral de odio de Calderón habían sido las cúpulas empresariales, tanto mexicanas, como de otras partes del mundo. Las sospechas recaían sobre múltiples grupos de negocios beneficiados durante el sexenio calderonista, porque su riqueza se engrandeció de formas obscenas. La sospecha persiste, pero… ¿y si quienes le compraron la presidencia a Felipe Calderón Hinojosa fueron cárteles de la droga?
A estas alturas, no es descabellado pensarlo. Genaro García Luna fue titular de la Agencia Federal de Investigación, un organismo policiaco inútil creado por Vicente Fox Quesada durante su mandato. Según la misma Jacobson, desde entonces se sabía que García Luna estaba ligado a distintos grupos delincuenciales. Fox estaba enterado, por supuesto. El enriquecimiento de éste, se sospecha desde hace años, fue generado a través de la delincuencia. Con esta información en el bolsillo, Felipe Calderón usurpó la presidencia de México y no sólo mantuvo en funciones a un policía señalado de corrupto en decenas de investigaciones periodísticas y por algunos narcotraficantes de peso. No. También le otorgó mucho, mucho más poder.
Felipe Calderón es un político con ausencia total de escrúpulos, sin rasgos éticos o decencia (Felipe Calderón, de ladrón electoral a traidor a la patria). Nada raro sería, en su persona, aceptar cualquier trato con tal de obtener poder y riqueza. Cualquiera. Incluso, uno que incluya a un “presunto” narcotraficante de nombre Genaro García Luna, darle poder, y dejar que sirva a uno de los más peligrosos narcotraficantes de México. Para aceptar un intercambio de esta magnitud, debió estar en una desesperación absoluta, quizá una desesperación causada por la inevitable derrota en las urnas ante Andrés Manuel López Obrador, un contrincante a quien no se le veían atisbos de poder ser derrotado. La única forma era con carretadas de dinero, pero ¿de quién? ¿Cuánto necesitaba para comprar la presidencia de México? ¿A quién le interesaba tanto mantener en la primera línea del poder a alguien como Genaro García Luna? Sugerimos una respuesta: al Chapo Guzmán.
Muchas investigaciones señalan a las instituciones del país como verdaderos nidos de infiltrados por el narco mexicano. No debió ser tan complicado, entonces, con dinero y aliados, comprarle la presidencia a Felipe Calderón. A cambio, las instituciones de seguridad del país deberían de servir a quien pagara por ese favor. Las acusaciones del gobierno de Estados Unidos contra García Luna son, precisamente, de traficar droga en complicidad con el Chapo Guzmán, es decir, con el Cartel de Sinaloa. Mientras esto sucedía, Felipe Calderón comandaba una “guerra contra el narco” que convirtió al país en un campo de muertos, muchos de ellos, de las bandas rivales del Chapo. Cuántas coincidencias.
Es verdaderamente triste pensar que alguien tan ambicioso, tan aferrado al poder como Felipe Calderón, nunca tuvo ese poder. Es patético e irrisorio saber ahora que, quizá, servía al Cartel de Sinaloa. Ahora existe la posibilidad de que Calderón haya sido un empleado, un vasallo con dueño. Es lastimoso, como todo su ser.
El regreso del presidente narco
Del misil atómico lanzado por Roberta Jacobson apenas se verán las consecuencias. Tampoco nos debe consolar lo que dijo, porque los gringos no soltarían esta información sin conocer los beneficios a cambio. Debemos enmarcar esta información en los problemas inmensos que tienen en EEUU por la propagación del Covid-19; no debemos ignorar, tampoco, el trance electoral en el que se encuentran. Esta declaración no es un desliz ni un favor. Las consecuencias de esto llegarán en los próximos días.
Otro factor para desconfiar es el regreso de Calderón a las arenas políticas mexicanas. Desde hace meses, el expresidente ha lanzado campañas mediáticas sostenidas en noticias falsas, mentiras construidas y notas periodísticas inventadas. Miles de cuentas de bots en las redes son su pequeño ejército para propagar información falaz; decenas de medios y periodistas afines al dinero le acompañan en la construcción de embustes. El enemigo de todos ellos es uno: Andrés Manuel López Obrador.
El reportaje de la revista Proceso traerá consecuencias porque hay mucha gente invirtiendo en el regreso de Felipe Calderón. Por el momento, en la cúpula del Instituto Nacional Electoral deben estar preocupados, Lorenzo Córdova y séquito estarán pensando cómo legalizar a México Libre, el partido político de Calderón; en las redes, los patrocinadores de los bots estarán con la duda para seguir apostando su dinero a un personaje vinculado, oficialmente, al narco; los magnates empresariales deben mirar con cautela su bolsillo, porque su ganador ahora tiene serios problemas. Quizá, a Felipe Calderón le queden aún buenos amigos para continuar con su objetivo. Quizá le queden algunos amigos sinaloenses dispuestos a gastar con tal de recuperar su inversión.
La única tabla de salvación de Felipe Calderón es la impunidad ofrecida por la política mexicana. Es de suma importancia, para él y su familia corrupta, concretar su partido y, después, aspirar a cargos públicos que no impliquen una elección popular. Felipe Calderón está contra la pared, pero aún tiene amigos poderosos que le comprarán un partido, otros más que lo avalen, y algunos facinerosos que lo coloquen donde pueda servir a los más oscuros intereses, a los más corrompidos patrones. Las instituciones mexicanas no han hecho nada por investigarlo. Alejandro Gertz Manero, Fiscal General de la República, permanece en aislamiento total desde antes que anunciaran la aparición de la pandemia. Es lamentable que debamos depositar toda nuestra confianza en las instituciones estadounidenses. Porque sólo allá serán capaces de llevarlo a la cárcel, donde debe estar, mientras acá sólo nos contentaremos con llamarlo “estúpido” por no haberse dado cuenta que su socio, su amigo, su mano derecha, era uno de los narcos más peligrosos del país.
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