Gato con Lentes

Lo mejor de nosotros surge en soledad; encarando a la muerte


octaviosolis

12 abril, 2020 @ 5:58 pm

Lo mejor de nosotros surge en soledad; encarando a la muerte

@octaviosolis

Más duro que el concreto de los muros de nuestras casas, son nuestras ideas, nuestra visión del mundo, los valores con los que actuamos en la vida. Pero resulta que esos muros se sacuden con un sismo como el de 2017, y que las ideas con las que nos movemos en el mundo, se cimbran al evaporarse lo que las sostiene: la rutina, lo cotidiano, la certidumbre de un mañana predecible, anticipado.

La sucia rutina (como diría Joaquín Sabina) hecha raíces muy profundas en nuestro comportamiento, condiciona nuestro sistema de creencias y al mismo tiempo, los hábitos se definen por lo que pensamos. Este círculo vicioso o virtuoso, logra romperse en la vida de las personas en muy raras ocasiones, como consecuencia de muchas experiencias acumuladas, no de golpe. Y aunque la metamorfosis nos sorprende, siempre se anticipa, sólo que no sabemos escuchar las vísperas del cambio de piel. Por eso esta crisis que ha congelado nuestra realidad obliga reflexión.

Del tamaño de una Guerra Mundial

Muy pocas veces el mundo es sacudido tan tempestivamente como con la actual crisis sanitaria, con la fuerza de un maremoto social, capaz de revolucionar la vida de millones de personas al unísono; la última gran hecatombe de tal magnitud fue la Segunda Guerra Mundial.

Las redes sociales se inundan de textos que preludian la reconfiguración de la economía mundial, el posible desmantelamiento del neoliberalismo, pero hay muy poco de las cientos de miles de metamorfosis personales que también se avecinan y de las que cada quien, de manera personal, habrá de enfrentar y resolver.

Crisis; cuando lo viejo muere y lo nuevo no acaba de nacer

La cuarentena por el Coronavirus nos quitó el suelo firme en el que caminábamos, y aunque regresemos a la rutina, no podremos verla de la misma manera, ya que su fragilidad quedó expuesta, y eso, significa que no podremos ignorar nuestra propia fragilidad. Mirar ese abismo es parecido a saltar sin red. Genera ansiedad, depresión, falta de sueño, apatía; es la pérdida de sentido, crisis, es también la oportunidad para renovarnos, pero en tanto no logremos un nuevo sentido, dolerá.

La mejor definición de crisis, es la del filósofo italiano, Antonio Gramsci: “La crisis consiste justamente, cuando lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer.” No faltará quien archive este episodio en su vida como una pesadilla a la que dará “carpetazo”, sin mayor peso que un mal recuerdo, nada nuevo nació, nada viejo murió en la cuarentena, pero al cabo de un tiempo, el agua de este naufragio colectivo terminará por alcanzarlo, y algo nuevo finalmente surgirá, cuando se encaucen las nuevas inercias sociales.

Las crisis son inevitables en la vida de los seres humanos, todos han vivido o vivirán un periodo de renovación, aunque algunos, con un perfil pragmático, las evitan hasta donde les sea posible. Se dirá también que la crisis es un privilegio, un lujo que lo más pobres no pueden sortearse, ni detenerse a hacer introspección personal, y aunque en parte eso es cierto, de todos modos los sacudirá en algún momento el cambio de piel.

Es por eso que se lee poco (incluso los que leen, suelen no consumir lecturas fuera de su imaginario ideológico) o evadimos el silencio. Ambos nos orillan a la introspección, a permanecer en crisis, a sentir vértigo. Con este encierro forzado, nos ha tocado entrenarnos en el ejercicio personal de pensarnos, pero no hay otro camino para templar el espíritu, para crecer y renovarnos, por lo que les comparto este breve y hermoso texto del escritor alemán Stefan Zweig, sobre la biografía de Fouché La grandeza humana se origina en el destierro

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Imagen: Cuadro Muchacha en la ventana, de Salvador Dalí

De la tormenta neoliberal, al naufragio de la pandemia

La vida había dejado de ser un sitio seguro y estable desde hace mucho, de alguna manera los más jóvenes han crecido en una realidad líquida que magistralmente describió el filósofo Bauman. Pero incluso en esta inestable realidad, existían al menos pequeños ladrillos sobre puestos por la cotidianidad y la rutina, que hoy fueron derruidos por un pequeñísimo enemigo, invisible. Es verdad que ya nos encontrábamos en medio una colosal tormenta, pero la pandemia nos arrastró a un naufragio.

La rutina también tiene sus alas

La rutina adormece el espíritu, opaca los colores de la vida hasta pintarla toda de gris, pero sólo cuando no amamos lo que hacemos, cuando la costumbre mecánica devora la disciplina creativa. Pero sobre todo, cuando dejamos de cuestionar el mundo, la realidad, la vida.

Lo que nos brinda el mundo de la vida cotidiana son las certezas con las que anclamos el sentido de la vida. La rutina es también salvadora de nuestra existencia, el problema consiste en dejar de cuestionar; cuando se vuelve enajenante. Hay también discursos (ideología, filosofía, pensamiento) críticos, que al dejar de cuestionarlos, dejan de serlo para ser enajenantes. Pero repetir nuestras acciones y anticipar un mañana, es un acto de salvación, porque el hoy adquiere sentido si el mañana se anhela.

Lo mejor de nosotros surge en soledad

No hay más, algo debe morir, para que algo nuevo nazca. Es un duelo, es dolor y un renacer. La mejor manera de resolver este desafío es ver hacia adelante, hacer nuestro cada día, cuestionar todo, resignificar todo lo vivido, es decir, darle un sentido diferente, trocar las rémoras en impulso, y eso sólo puede ocurrir cuando convertimos a nuestros monstruos en animales de carga, pues nunca desaparecerán, pero al menos, se volverán un motor creativo. Podemos ignorar que la vida es dialéctica, cambio permanente, de todos modos eso no nos salvará de la metamorfosis, sólo la retrasaremos.

El camino es aceptar nuestra fragilidad y al mismo tiempo, reconocer los límites de lo que a cada quien le toca, asumir nuestra responsabilidad. Aprender a soltar, reconocer la libertad de los otros y por ende, conferirnos la nuestra.

La soledad es el inicio de partida para todo. La alegría es adictiva, necesaria, compartida; en cambio la tristeza, se vive en soledad porque sus frutos no se pueden compartir. En las sociedades contemporáneas es efectivamente un lujo, por eso, ahora que se ha de tenido el ritmo de la vida, millones tendrán la oportunidad para cuestionar y crecer.

Sociólogo y Comunicólogo por la FCPyS de la UNAM. Autor del libro Epifanía política y El fin de una era en la UNAM. Twitter @octaviosolis

Un comentario
  1. […] Ahora imaginemos la muerte de un ser querido por Coronavirus. El estigma para la familia, el no despedirse, sin velatorio, directo a la cremación. Hoy nos toca ser más empáticos, no hay otra manera de vencer al enemigo invisible. La muerte será siempre dolorosa, pero de enorme enseñanza. Son días de muerte, sí, pero también son días para la reflexión, para reconocer nuestra vulnerabilidad y crecer con ello. Lo mejor de nosotros surge en soledad y encarando a la muerte. […]

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