El fútbol no es un deporte “familiar”; solo produce violencia machista
José Carlos Buenaventura
La situación indignante que se vivió el sábado 5 de marzo de 2022 en el partido de Atlas y Querétaro despierta recuerdos de generaciones en los que hemos sido educados ante el deporte y el mercado del fútbol que impulsa comportamientos violentos, agresivos y que fortalece la crueldad. Lo que ocurrió hace casi una semana, presenta cómo se ha educado a las y mexicanos. No es una cuestión de enfermedad mental, más bien tenemos que ponerla en su dimensión histórica, social, cultural, política y pedagógica. Ello implica recordar y poner la situación en su más amplia dimensión en la que muchos que siguen o practican el fútbol producen, reproducen la violencia de muchas formas.
Lo que sucedió el sábado no es algo extraordinario, sólo que el ejercicio de la violencia se hizo en un espacio público y fue captado por cámaras de los medios de comunicación, lo que no se dice en ellos, circuló a través de redes sociales y testimonios de quienes lo vivieron. La cuestión que debemos de poner sobre la mesa para debatir, cuestionar y construir otro tipo de comportamientos que no sea los de la violencia y la crueldad ante los otros. Planteo la siguiente hipótesis: el fútbol como deporte y como mercado fomenta la violencia entre las personas ya que impulsa comportamientos de competencia, que promueve sentimientos de coraje y a veces hasta de odio; y esto no es algo espontáneo sino sistemático, estructurado y bien pensado.
Lo que se señala puede ser no aceptado y más bien descalificado fácilmente; sin embargo, surge esta idea al momento de preguntar el por qué este comportamiento de los mexicanos en este tipo de espacios y en relación directa con este deporte (el más apoyado económicamente y el más popular en los medios, como una mercancía cultural que produce millones de pesos). La idea es para cuestionarnos y no sólo pensar que es un problema limitado a unos pocos, sino que es una expresión visible y no doméstica de lo que vimos el sábado. Sin embargo, en el espacio de lo doméstico y de todos los días es en donde tenemos muchos y muchas historias relacionadas con el fútbol como productor de violencia. No es que se diga que este deporte solo genera violencia, sino un factor cotidiano en la vida de los mexicanos para producirla. Para hablar de ello se plantean algunas imágenes que hemos normalizado pero que están relacionadas con lo ocurrido:
- La imagen que tienen niños pequeños de ver a sus padres enfrente del televisor los domingos, siempre con la cerveza en la mano y con problemas de sobrepeso, porque muchos de ellos no practican el deporte. El padre que invita a sus amigos a la casa. El niño siempre escuchando el mismo tono de voz del narrador, emitiendo siempre frases exageradas sobre el partido de fútbol. El niño harto de ver cómo su padre se emborracha enfrente del televisor y sin comprender cuál es el fin de correr siempre detrás de un balón. Se dice que este es un deporte familiar de papás, donde algunos de ellos llegan a golpear, agredir y hasta violar a sus esposas, hijas e hijos. Frente al televisor lo niños aprenden un lenguaje de groserías, que en la escuela se prohíbe, pero en las casas se promueve, enfrente del televisor al ver este juego.
- Una segunda imagen es la de la abuela, cuyo esposo, hijos y yernos juegan fútbol los sábados y domingos como una obligación y placer social y quizás hasta sexual, partidos que implican invertir toda la mañana o toda la tarde para estar en su partido, mientras en el hogar explotan o quitan tiempo a su esposa, abuelas o suegras para tener este privilegio y placer de invertir todo ese tiempo por este juego. Además, de que estos abuelos, hijos, yernos nunca ayudan en las actividades domésticas de la casa, que es un trabajo que nunca termina, y que deberían cooperar porque es su obligación como integrantes de la familia.
- Por ello podemos decir que el fútbol impulsa el machismo del mexicano, violencia que todos los días siguen viviendo mujeres y niñas en el país. La situación aquí es que quien cuida a los hijos durante ese tiempo o lleva a cabo las labores de la casa en común de todos termina siendo la abuela o la esposa; ellas cuidan a los nietos o hijos para que los esposos o hijos mantenga el privilegio de esa actividad. ¿Y por qué llamar privilegio? Porque mínimo se invierten tres horas, no sólo para ir al juego y practicar un juego familiar, sino que más tarde se convierte en el lugar de consumo de alcohol y de drogas o un espacio donde las personas se pelean entre sí como un desahogo social de la semana, lo cual puede llevar toda la tarde o toda la mañana.
- Otra imagen de miedo y violencia es subirse a los vagones del metro los días que hay partido en la Ciudad de México y sentir que las porras de los diferentes equipos pueden llegarte agredir. Cuando tal hecho pasa, hay policías que informan a los usuarios que no se suban al vagón donde va la porra. Entre miedo y preocupación sentimos los usuarios del metro, por un lado, por el extremo ruido que provocan, por diferentes instrumentos que llevan en las manos, que pueden llegar a ser hasta bats y porque van consumiendo drogas que cualquier persona se puede dar cuenta que las están usando.
Si esto de producir violencia lo hubiera hecho el movimiento feminista tendría un impacto más fuerte y descalificador; sin embargo, en la atmósfera se percibe que hay cierta aceptación, una abnegación por parte del mexicano, que niega que muchas prácticas relacionados con el deporte que adoran pueda producir algo negativo, o quizás no sea el deporte sino el mercado del fútbol que quiere que se siga consumiendo todo lo que está alrededor del “deporte familiar”, el futbol, que necesita de la explotación de varios para que muchos lo disfruten y otros se vuelvan multimillonarios con todos los productos del mercado del fútbol, aunque ello implique impulsar la crueldad, la competencia y hasta la destrucción del otro.
Necesitamos hacer un cuestionamiento profundo y complejo del comportamiento de la sociedad mexicana, de lo que ocurrió en La Corregidora, ya que lo que sucedió sobre la producción de la violencia relacionado con el fútbol no es algo extraordinario sino cotidiano que callan las mujeres y los niños cuando lo viven en carne propia. Tal cambio y reflexión nos urge como mexicanas y mexicanos, ya que como dice Rita Segato “una de las pedagogías con las que hemos sido educados es a través de una pedagogía de la crueldad” que el sábado 5 de marzo de 2022 se hizo presente en el fútbol mexicano.