Lo confieso: soy machista
Dicen por ahí que el primer paso para tratar una enfermedad es reconocerla. Así pues, el machismo, como máxima expresión de una enfermedad que corroe desde hace siglos el tejido social, (y lo más grave, veja, ultraja y destroza a las mujeres), requiere imperiosamente ser erradicado. Como machista confeso, vale la pena enunciar el porqué de mi declaración.
La invisibilización de la enfermedad
Soy machista. No porque haya acosado, violentado o atacado a una mujer. Para mi sorpresa el machismo se manifiesta cuando la indiferencia se sobrepone a mi razón, entonces prefiero ignorar la situación de emergencia que trastoca la vida de todas las mujeres. También se expresa, cuando minimizó o incluso descalifico la lucha feminista con comentarios de rechazo, carentes de respeto y en exceso sarcásticos, además de optar por burlarme del performance un violador en tu camino, o de cualquier otra manifestación de denuncia.
Incremento notablemente mi machismo cuando recurro a la conspiración para explicar la lucha radical de las mujeres organizadas. Del mismo modo que cuando decido aislarme en el sistema patriarcal que me formó y me beneficia.
Lo sé bien porque puedo regresar pasadas las doce de la madrugada sin miedo. Sin necesidad de pedir que me acompañen, ni mandar mi ubicación por pavor a morir en el camino. Porque tampoco debo pensar dos veces cómo me visto, y mucho menos debo traer conmigo gas pimienta para defenderme, porque no camino aterrorizado a cada momento por las calles de este país. Porque no comparto las fotografías de búsqueda de mis amigos desaparecidos. No, eso nunca lo he vivido, y dudo mucho que lo haga.
Soy machista porque he consumido material audiovisual que expone y explota a mujeres al grado de cosificarlas, ya que detrás del mundo digital de mujeres con cuerpos perfectos, prevalece una industria que las exprime sin miramientos, puesto que hay una sociedad que alimenta la producción de ese material, sí, somos nosotros, los hombres que creemos que el feminismo puede ser comparado con el machismo. Los mismos que oímos la música que reduce a la mujer a un objeto sexual.
Friendzone: el micromachismo del que nadie habla
He de reconocer que, durante mucho tiempo, al obtener por respuesta un no de una mujer ante una propuesta de noviazgo, consideré formar parte de la mal llamada zona del amigo, mejor conocida como friendzone. Y es que, de un tiempo para acá, los “soldados caídos” han cobrado fuerza desde la óptica de los fracasos amorosos, continuamente vídeos alusivos de jóvenes portando pancartas, flores, y osos de peluche gigantes, en medio de un patio de escuela, restaurante, o lugar público aglomerado de gente, están más y más presentes. Recurrir a la presión social para obtener una respuesta más que un capricho me parece una grosería. No es no, desafortunadamente, nuestra frágil masculinidad todavía es incapaz de resistirlo.
Otro modo en que mi machismo se hace patente, comienza desde el primer momento que me aferro a mis prejuicios desde las profundidades de mi ignorancia, y de este modo me niego a aprender el ABC del feminismo. Pero aun así me empeño en mostrarles que se más del tópico que ellas, las que llevan años estudiando, aprendiendo, teorizando, y escribiendo del tema.
Evidentemente que la M de macho se me acentúa todavía más, a partir de que defiendo a capa y espada falacias, con tal de negar u atacar las publicaciones de mujeres, la mayoría jóvenes, hartas de la violencia que las oprime, y que valientemente se atreven a narrar sus desgarradoras historias como víctimas de acoso, violencia y misoginia. Las que sobrevivieron, las que pueden hablar, las que siguen vivas.
Les dan voz a todas aquellas bebés, niñas, jóvenes, novias, madres, esposas, hermanas, amigas, compañeras, a las que les arrancaron la vida sin miramientos ni molestia. Así, matar por matar, porque en México se puede asesinar a una mujer porque no hay nadie que lo impida. Y para colmo de males, todavía se justifica su asesinato inculpando a la propia víctima. Porque el dañado sistema de justicia nacional no es capaz de llevarles justicia, puesto que a diario observamos como el país se desangra sin parar, pero para nosotros es más importante que no rayen las puertas de Palacio Nacional, o el Ángel de la Independencia, pues decimos, esa no es una forma “correcta” de lucha.
Luego entonces, paso a ser un onvre, desde que me refugio en los estercoleros de la política y lanzó diatribas contra la mujer, acusándola de perseguir intereses partidistas. Lo peor de todo, es que la mayoría de veces, el nivel de “debate” se reduce a criticar el aspecto físico de la mujer, su orientación sexual, o su estrato social.
Para este momento llevamos un largo rato realizando inocentes comentarios, supuestas “críticas” al feminismo, hechas por hombres. Desde luego que eso no es suficiente, puesto que queremos ser los protagonistas de la lucha construida por las mujeres. Más que ser aliados, necesitamos urgentemente apropiarnos de su espacio que tanto les cuesta ganar. Una vez más, oprimir y relegar a la mujer.
Es cierto, también a los hombres nos afecta el machismo. No obstante, comparar los niveles de devastación con el del sexo opuesto, es grotesco, simplemente no hay símil de comparación entre una joven asesinada y nuestra autoestima vulnerada por un prejuicio. Acertadamente, Martín Vivanco Lira tituló su artículo del pasado jueves en El Universal: ENTENDAMOS: NO hay hombres feministas.
Sobre esto último el debate es complejo, no por la existencia de los machos obsesionados con arrebatar los espacios feministas, sino por las voces de homosexuales que niegan que apliqué para ellos. Sin duda, punto y aparte para tratar.
De lo que casi nadie se atreve a hablar es de la aceptación de esta horripilante enfermedad, de nuestro necesario inicio de rehabilitación a través de la deconstrucción, de la urgencia de comenzar a generar espacios para abordar la masculinidad. Esa con la que tanto hemos hecho daño, pero nos negamos a aceptar, a veces por decisión otras tantas por ignorancia. Insisto, se requieren áreas de hombres para hombres, debemos ponerle alto a los esfuerzos por colgarse de la lucha feminista. Y lo más importante, empezar con el ejemplo, porque con buenas intenciones no se detendrá la violencia hacia la mujer, porque sólo escribiendo, debatiendo y analizando desde lo abstracto, el problema nunca disminuirá. Lo sabemos, ya que mientras compartimos un post alabando el paro del próximo nueve de marzo, no movemos ni un dedo por apoyar en las labores del hogar, y desde luego nos es impensable intervenir cuando observamos un acto de discriminación, acoso o violación. El silencio también mata. Nos hace cómplices, a unos cuantos nos recuerda nuestros privilegios.
El camino es largo, complejo y tortuoso, pero vale la pena empezar a recorrerlo. Asumir nuestra responsabilidad dentro del sistema que diariamente asesina mujeres, tiene que comenzar ya. No con violencia entre nosotros, particularmente a los que acosan, puesto que el problema no se puede reducir a vendettas. Muy al contrario, necesitamos análisis, reflexión, conocimiento, empatía, y, sobre todo, mucho, pero mucho dialogo.
سيو تمام
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