El Movimiento de Liberación Nacional (1961-1967)
Gerardo Peláez Ramos
DADA LA CONFLUENCIA orgánica de los cardenistas, los comunistas y otras fuerzas de izquierda, en 1961 se fundó en México el Movimiento de Liberación Nacional, que representó –hasta antes del Frente Democrático Nacional en 1988–, el esfuerzo más importante en la lucha por la unidad de las corrientes y personalidades interesadas en un desarrollo nacional independiente y democrático.
Nacido bajo la influencia de la Revolución cubana, el MLN estuvo precedido de manera directa por la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz, que desarrolló sus trabajos del 5 al 8 de marzo de 1961 en la capital de la República Mexicana, con la presidencia colectiva de Lázaro Cárdenas, Alberto T. Casella (Argentina) y Domingo Vellasco (Brasil).
Para facilitar su funcionamiento, la conferencia dividió sus labores en cuatro comisiones de trabajo, a saber: la de Soberanía Nacional, presidida por Vicente Lombardo Toledano; la de Emancipación Económica, dirigida por David Turner, de Panamá; la de América y la Paz, encabezada por José Venturelli, de Chile; y la de Acciones Comunes, presidida por Luis Figueroa, líder sindical chileno.
La reunión aprobó una declaración, que afirmaba con precisión: “La fuerza fundamental que bloquea el desarrollo de América Latina es el imperialismo norteamericano. Su estrecha alianza con las oligarquías nacionales, los ruinosos efectos de su penetración económica y cultural, lo señalan como causa principal del estancamiento general que prevalece en la realidad latinoamericana.
La derrota del imperialismo es condición fundamental de cualquier plan de desarrollo para nuestros países”. (1)
Más adelante, indicaba el documento: “Rechazamos la doctrina Monroe y la política de pretendida seguridad y defensa hemisférica que menoscaba nuestra soberanía. Oponemos al panamericanismo opresor, un latinoamericanismo que libere nuestras fuerzas productivas, amplíe nuestras posibilidades de desarrollo, fortalezca la solidaridad y cooperación entre nuestros pueblos y contribuya eficazmente a la paz en el hemisferio y en el mundo”. (2)
La delegación mexicana era muy representativa, ya que asistían líderes sindicales y agrarios, dirigentes políticos, artistas e intelectuales, entre quienes se hallaban Arturo Orona, Lázaro Rubio Félix, Ramón Danzós Palomino, Tomás Cueva, Samuel Ruiz Mora, Armando Castillejos, Fernando Carmona, Enrique González Pedrero, Luis Rivera Terrazas, Javier Campos Ponce, Francisco Ortiz Mendoza, Reyes Fuentes García, Arturo García Bustos, Carlos Fuentes, Roberto Jaramillo, Blas Vergara, Eliezer Morales Aragón, Adelina Zendejas, Enrique Ramírez y Ramírez, Ángel Bassols, Augusto Velasco, Cuauhtémoc Cárdenas, Angélica Arenal, Víctor Flores Olea, Adriana Lombardo, Cándido Jaramillo, Othón Salazar, Miguel Arroyo de la Parra, Heriberto Jara, José Chávez Morado, Vicente Lombardo Toledano, Alejandro Martínez Camberos, Paula Gómez Alonso, Eli de Gortari, Alonso Aguilar, Jorge Carrión, José Guadalupe Zuno, Mateo A. Sáenz e Isidoro Gómez Gámez, con el general Lázaro Cárdenas como principal dirigente.
Enviaron saludos a la conferencia, además de organizaciones y personalidades de América, África, Europa y Asia, el Consejo Nacional Ferrocarrilero, el Comité Ejecutivo de la Sección 18 (Michoacán) y la Sección 12 (Durango) del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el Sindicato de Trabajadores de la Industria Militar, la Federación Nacional de Cañeros, comisariados ejidales, organizaciones estudiantiles y logias masónicas.
Entre las resoluciones de la asamblea, destacaron las de exigir la anulación de todos los tratados, convenios y acuerdos que menoscabaran la soberanía nacional; luchar organizada y constantemente por la liberación del subcontinente del imperialismo de Estados Unidos; rechazar toda forma de colonialismo; promover la solidaridad con la lucha del pueblo puertorriqueño por la independencia nacional; rescatar los recursos básicos que se encontraban en poder de monopolios internacionales y recurrir a su nacionalización; proclamar la necesidad de implantar una reforma agraria integral; pugnar por la nacionalización de las empresas monopolistas extranjeras; oponerse a la guerra fría; defender a Cuba; apoyar las luchas contra las bases norteamericanas, y llamar a la unidad del movimiento sindical de América Latina.
Para la izquierda mexicana, la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz representó un paso decisivo en la lucha por la unidad. Gracias a ella, en cuestión de meses quedaría constituido el MLN, que aglutinaría a los cardenistas, a los comunistas y a otros grupos de orientación socialista y antimperialista. La unidad, por cierto, no excluía la polémica ni la lucha ideológica.
La unidad
LA REALIZACIÓN DE LA multicitada reunión aceleró el proceso de unidad de las fuerzas del nacionalismo revolucionario, el lombardismo y el comunismo en México. El 13 de abril de 1961, los más activos participantes en ese foro se reunieron para elaborar un plan de actividades, en mayo constituyeron el Comité (provisional) por la Soberanía Nacional y la Emancipación y acordaron convocar a una asamblea nacional para el mes de agosto.
Paralelamente a las actividades organizativas de carácter político, se empezaron a dar pasos para reorganizar el movimiento de los pobres del campo. En la segunda quincena de abril se efectuó una reunión campesina en Zamora, Michoacán, con la asistencia de cerca de 300 delegados provenientes de Guanajuato, Baja California, Jalisco, Sonora, Veracruz, Nuevo León, Nayarit, Coahuila y Michoacán. En mayo una asamblea de 600 representantes celebrada en Torreón, Coahuila, dio nacimiento al Comité Regional de Unificación Campesina Independiente de la Comarca Lagunera. Por ello, para el mes de julio el Partido Comunista pudo afirmar: “Las condiciones han madurado plenamente para la creación de una nueva organización campesina…” (3)
El triunfo de la Revolución cubana generó, como respuesta, una mayor beligerancia de la derecha y una mayor agresividad de Estados Unidos. Luego de la fracasada invasión de Bahía de Cochinos, en México se desencadenó por el alto clero, la iniciativa privada y la reacción, una intensa campaña anticubana, anticomunista y anticardenista. El Partido Acción Nacional, la Unión Nacional Sinarquista y el llamado Partido Anticomunista pidieron que fueran investigadas las actividades del general Lázaro Cárdenas, seguramente debido a la capacidad de convocatoria y al prestigio en la población trabajadora y nacionalista del divisionario michoacano.
Pero las tendencias unitarias de la izquierda, impulsadas por la radicalización de la Revolución cubana, eran muy fuertes y los días 4 y 5 de agosto de 1961 se desarrollaron con gran entusiasmo los trabajos de la Asamblea Nacional de las Fuerzas Democráticas, con la presencia de 182 delegados de 24 entidades federativas de la República. La declaración de apertura corrió a cargo del general Heriberto Jara, prominente representante del ala jacobina e izquierdista de la Revolución mexicana.
En su discurso, Lázaro Cárdenas planteó: “…Ni en la lucha por la Independencia ni en la Reforma ni en la Revolución de 1910 se habían confabulado las fuerzas de las oligarquías dominantes, las del clero político y del imperialismo norteamericano, como sucede hoy”.
Y agregaba: “…México, como todos los demás pueblos de América Latina, tiene que organizarse, unirse para la defensa conjunta de sus intereses; y a esto tiende la asamblea que ustedes celebran”. (4)
Así nació el Movimiento de Liberación Nacional. En su fundación intervinieron las expresiones principales de la amplia izquierda mexicana. En su primer Comité Nacional, integrado por 26 miembros, había dirigentes del nacionalismo revolucionario como Alonso Aguilar, Alberto Bremauntz, Guillermo Calderón, Cuauhtémoc Cárdenas, Fernando Carmona, Heberto Castillo, Ignacio García Téllez, Braulio Maldonado y José Siurob; comunistas como Martha Bórquez, José Chávez Morado, Eli de Gortari, Arturo Orona, Manuel Terrazas, Mario H. Hernández y Adelina Zendejas; de la intelectualidad progresista como Carlos Fuentes, Enrique González Pedrero y Manuel Marcué Pardiñas; del Partido Popular Socialista, Jacinto López, y del Partido Obrero-Campesino Mexicano, Carlos Sánchez Cárdenas.
En las delegaciones estatales, las fuerzas anteriores también estaban representadas. Destacaban entre los nacional-revolucionarios Janitzio Múgica, José Zuno Arce y Heriberto Jara; de los comunistas, Gerardo Unzueta, Arnoldo Martínez Verdugo y Alfonso Partida Labra; de la intelectualidad progresista, Víctor Flores Olea y Eulalia Guzmán; del PPS, Vicente Lombardo Toledano, y del POCM, Miguel A. Velasco y Alejandro Martínez Camberos.
Participaron en la asamblea constituyente del MLN delegados de organizaciones sociales como la Unión de Sociedades Ejidales de la Comarca Lagunera, el CNF, el Movimiento Revolucionario del Magisterio, las sociedades de alumnos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, de la Facultad de Filosofía y Letras y de la Escuela Nacional de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Círculo de Estudios Mexicanos. De los representantes de estas organizaciones, sobresaldrían años después Rubelio Fernández, Roger Bartra, Carlos Pereyra y Eliezer Morales.
Con la creación del MLN, la izquierda mexicana haría una gran experiencia unitaria; sin embargo, sería muy transitoria y no resistiría la prueba de las elecciones presidenciales.
Un programa avanzado
AL CALOR DE la descolonización de África, el ascenso nacional-liberador en Asia y, sobre todo, del triunfo y radicalización de la Revolución cubana y de las luchas obreras y sindicales de 1958-1959, la asamblea constitutiva del MLN aprobó e hizo público un Programa y un Llamamiento que representaron su diagnóstico de la sociedad mexicana, sus propuestas de cambio y sus cartas de presentación ante el pueblo de México.
El Programa del MLN era claramente democrático: se proponía el cumplimiento absoluto de la Constitución General de la República, el respeto efectivo a la soberanía de los estados integrantes de la Federación, una auténtica autonomía municipal, la eliminación de la centralización política y el caciquismo, la efectividad de los poderes de la Unión y la lucha contra la corrupción en todos los sectores de la vida política y administrativa, así como en la aplicación de la justicia.
Sin mencionar el concepto de reforma política, el MLN buscaba algo similar al formular la siguiente propuesta: “1. Exigir la expedición de una nueva Ley Electoral, de acuerdo con las condiciones políticas del país, que estableciendo la representación proporcional, garantice el respeto al sufragio y termine con las limitaciones al registro de los partidos políticos y con el monopolio electoral del partido oficial”. (5)
Con sustento en la Constitución Política de la nación, el movimiento demandaba que fueran inviolables los derechos de asociación, de reunión, de pensamiento, de contratación colectiva, de afiliación política de los miembros de los sindicatos y de huelga.
El MLN consideraba que el pueblo mexicano debía: “1. Luchar organizadamente y en forma sistemática por la liberación del país del imperialismo norteamericano.
- Rescatar, de acuerdo con el artículo 27 constitucional, las riquezas nacionales que se encuentran en manos de monopolios extranjeros.
- Luchar por la anulación de los tratados, convenios y pactos bilaterales o multilaterales… que intentan revivir la ‘Doctrina Monroe’.
- Exigir la supresión de la ‘rastreadora’ norteamericana de satélites instalada en Guaymas, Sonora.
- Oponerse terminantemente a la Junta Interamericana de Defensa y a la Comisión Militar México Americana de Defensa Conjunta, y reclamar la desaparición y la salida de México de estos organismos destinados a encadenar a nuestro pueblo a los fines bélicos del gobierno norteamericano”. (6)
El MLN incluía en su Programa la lucha contra el colonialismo, por la libertad de los presos políticos, la derogación del artículo 145 del Código Penal para el Distrito y Territorios Federales en materia de fuero común, y para toda la República en materia federal, así como de aquellos preceptos análogos existentes en las leyes estatales, y, de manera muy destacada, la solidaridad amplia y militante con la Revolución cubana.
La nueva organización luchaba porque el Estado adoptara una activa política de promoción del desarrollo económico, porque formulara programas de desarrollo a corto y largo plazo, porque interviniera en todos aquellos campos en que su participación fuera útil o necesaria, porque regulara, orientara y definiera los cauces generales de inversión privada y porque la política económica del Estado fuera democrática; además, el MLN se pronunciaba por una política de nacionalizaciones, la reforma agraria integral, la aceleración de la industrialización, la diversificación del comercio exterior, la implantación del control de cambios, una educación con orientación nacional, el impulso a la investigación científica, la defensa de la soberanía nacional y la cooperación internacional.
En el Llamamiento al pueblo mexicano, el MLN exhortaba a los sectores democráticos a cerrar filas, a sumar sus fuerzas, a superar las diferencias y a participar en una lucha diaria, amplia y democrática en bien de México.
En los puntos reseñados se resumían los objetivos, demandas y tareas del Movimiento de Liberación Nacional. Su justeza y pertinencia que las juzgue el lector. Polarización
PARA CONTRARRESTAR LA capacidad de convocatoria del general Lázaro Cárdenas y para fortalecer sus posiciones, el gobierno de Adolfo López Mateos organizó una respuesta al MLN que cubría los dos flancos del espectro político: desde la derecha, los representantes callistas, avilacamachistas y alemanistas, bajo la dirección de los ex presidentes Miguel Alemán y Abelardo L. Rodríguez, y desde la izquierda, los dirigentes y funcionarios del sexenio cardenista, organizados por la propia presidencia de la República. De esta manera, la administración lopezmateísta aparecía ente la opinión pública como una administración con un amplio consenso.
En efecto, la jugada salió a la perfección. El 24 de agosto de 1961, los diarios de la capital federal publicaban dos desplegados en los cuales se apoyaba –a diestra y siniestra– al gobierno del licenciado López Mateos, que aparentaba así contar con el respaldo de las fuerzas políticas decisivas de diverso signo.
El manifiesto derechista, dirigido “a la ciudadanía de México”, era suscrito por Melchor Ortega, Antonio Díaz Soto y Gama, Luis L. León, Ignacio Asúnsolo, Ezequiel Padilla, Alejandro Gómez Maganda, Rodrigo García Treviño, Alfredo Breceda, Camerino Arrieta y otros connotados anticomunistas y multimillonarios.
En dicho remitido se planteaba: “El mexicano está consciente de esta hora y se da cuenta del peligro que corre nuestra nacionalidad por la infiltración de doctrinas extrañas a nuestra idiosincrasia, que disfrazadas de un falso radicalismo pretenden precisamente suprimir las instituciones democráticas, para sustituirlas por un régimen totalitario que acabaría con nuestras libertades y que, al destruir patria, hogar y familia, terminaría para siempre con las formas tradicionales de la vida mexicana.
No creemos que para resolver nuestros problemas sea necesaria la hecatombe sangrienta de una nueva revolución de tintes comunistas, destruyendo vidas y riquezas, para terminar viviendo bajo una dictadura totalitaria…” (7)
Al amparo de tales señalamientos surgió el Frente Cívico Mexicano de Afirmación Revolucionaria, que estaba integrado por miembros destacados del Partido Revolucionario Institucional.
De contenido distinto, el documento de los cardenistas –que iba dirigido “al sector revolucionario de México”– era firmado, entre otros, por Francisco Arellano Belloc, Silvano Barba González, Juan de Dios Bátiz, Efraín Buenrrostro, Raúl Castellano, Antonio García Moreno, Ignacio García Téllez, Enrique González Casanova, Heriberto Jara, José Domingo Lavín, Wenceslao Labra, César Martino, Antonio Mayés Navarro, Vicente Méndez Rostro, Javier Rojo Gómez y Gonzalo Vázquez Vela.
En el manifiesto de los cardenistas, se exponía un programa de 12 puntos: problema agrario, cuestión obrera, educación y cultura nacional, previsión social, disolución social, ley de responsabilidades, planificación, sufragio y política internacional, que eran abordados desde una perspectiva moderada, distinta a la forma en que los tocaba el MLN. (8)
La versión original de la inserción de los cardenistas criticaba y denunciaba al imperialismo norteamericano, demandaba la libertad de los presos políticos y mencionaba otros tópicos, pero Francisco Martínez de la Vega, entonces gobernador de San Luis Potosí, sugirió y logró que fueran eliminados de la redacción final.
La maniobra gubernamental resultó un éxito: se dio la impresión de apoyo nacional de todos los sectores a López Mateos y su política, se amortiguó el impacto del llamamiento del MLN y se inició el largo proceso de división de las fuerzas nacionalistas y de izquierda.
Por esos años, el régimen presidencialista aún no iniciaba su declive. Al contrario, su solidez era evidente.
Con personalidades de la talla de Demetrio Vallejo, David Alfaro Siqueiros, Valentín Campa y Dionisio Encina en la cárcel, el Movimiento de Liberación Nacional privilegió la lucha por la libertad de los presos políticos, y debido a las agresiones y amenazas bélicas de Estados Unidos en contra de Cuba, Corea, Vietnam, Laos y otros países, el MLN llevó adelante una clara acción cotidiana en favor de paz y en contra del armamentismo y el militarismo.
El MLN incursionó, asimismo, en un frente de masas bien definido: el movimiento de los pobres del campo. Desde la realización de la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz, se celebró una reunión de delegados agraristas para impulsar la reforma agraria y avanzar en la unidad del movimiento campesino. En abril de 1961, se efectuó una asamblea campesina en Zamora, Michoacán, y en mayo de ese año surgió el Comité Regional de Unificación Campesina Independiente de la Comarca Lagunera. (9)
Después de agosto de 1961, sobre la base del Programa del MLN –que incluía el objetivo de la reforma agraria radical–, se realizaron asambleas campesinas en Michoacán, Coahuila, Nuevo León, Sonora, Puebla, Morelos, Veracruz, Guerrero, Guanajuato y Jalisco, que sentaron las bases para reunir en Torreón, Coahuila, a delegados de La Laguna y de varios estados de la República, que aprovecharon el Congreso de la Unión de Sociedades de Crédito Colectivo Ejidal de la Comarca Lagunera, a mediados de agosto de 1962. Allí discutieron los problemas del campo y se pronunciaron por la unidad de los campesinos en una central independiente.
En octubre de 1962, fue lanzada en la ciudad de México la convocatoria al Congreso Constituyente de la Central Campesina Independiente, que avalaban firmas de dirigentes agrarios como Manuel Granados Chirino, Arturo Orona, Graciano G. Benítez, Blas Vergara y Ramón Danzós Palomino.
La posibilidad de organizar a masas campesinas fuera del control oficial, concitó una intensa campaña anti-MLN y anticomunista de agrupaciones de la Confederación Nacional Campesina y la prensa nacional; Jacinto López, líder de la Unión General de Obreros y Campesinos de México, y Vicente Lombardo Toledano, dirigente del PPS, manifestaron su oposición a la nueva central y acusaron al MLN de divisionista.
A pesar de la campaña, el Congreso Constituyente de la CCI tuvo lugar del 6 al 8 de enero de 1963. En la Declaración de Principios de dicha organización se señaló con claridad: “…Esta central campesina es independiente del poder público, de los terratenientes y de la burguesía agraria, declarándose autónoma y libre frente a sus enemigos de clase, además de fuerzas y personas que confunden y frenan las luchas en servicio de los intereses de los viejos y nuevos ricos del campo y la ciudad”. (10)
El congreso eligió a un Comité Ejecutivo Nacional, que incluía a tres secretarios generales: Arturo Orona, Alfonso Garzón y Ramón Danzós Palomino.
Las resoluciones de la CCI, planteaban: “1. Denunciar la política de “guerra fría”, con la campaña anticomunista que le es inherente, realizada por las potencias occidentales, principalmente por los EU, política que pone en peligro la paz del mundo y origina constantemente conflictos entre los estados, inclusive el estallido de guerras locales”. (11)
En torno a la situación política del estado de Guerrero, demandó: “La libertad del Lic. José María Suárez Téllez y de los demás encarcelados en el estado, y el cese de la persecución contra Genaro Vázquez, dirigente cívico del pueblo de Guerrero, y contra otros líderes del movimiento popular guerrerense”. (12)
Acerca del MLN, especificó: “El programa y los fines de las Central Campesina Independiente coinciden con el programa y los objetivos del Movimiento de Liberación Nacional.
La Central Campesina Independiente tiene un vivo interés, por lo que se ha dicho, en que el Movimiento de Liberación Nacional crezca, se desarrolle y se amplíe, en que logre las finalidades unitarias y su carácter de frente único; en que el MLN contribuya al máximo a unir en la acción democrática y patriótica a todos los sectores organizados y fuerzas progresistas y antiimperialistas de nuestro país”. (13)
La constitución de la CCI le dolió a la reacción. De inmediato, dio comienzo una campaña de declaraciones anticomunistas y antiagraristas. Antonio Díaz Soto y Gama, Juan Gil Preciado, el Partido Acción Nacional, el Frente Cívico Mexicano de Afirmación Revolucionario y la Unión Nacional Sinarquista se lanzaron con furia en contra de la nueva central.
Si en la cuestión agraria el MLN actuó con corrección, no ocurrió lo mismo en el problema de las elecciones federales.
Durante la campaña electoral de 1963-1964, el Partido Comunista Mexicano participó activamente, aunque sin registro, por conducto del Frente Electoral del Pueblo y se fortaleció al llegar a grupos generalmente fuera de su radio de acción. Por el contrario, el Movimiento de Liberación Nacional definió la orientación errónea de que cada militante actuara de acuerdo con su afiliación partidaria, y resolvió: “El MLN no lanzará candidatos propios a puestos de elección popular ni apoyará, como organización, a ninguno de los grupos a él afiliados que decidan participar directamente en la campaña electoral”. (14)
Con la resolución anterior, el MLN firmó su sentencia de muerte: con ella daría inicio una crisis que, a la larga, lo llevaría a su inevitable disolución. Sin exagerar, la futura desaparición estaba en marcha.
La unidad en el Movimiento de Liberación Nacional no duró mucho: el 16 de junio de 1962, el Partido Popular Socialista –con el pretexto de que el Comité Mexicano por la Paz aparecía como brazo del MLN– en un comunicado se propuso aclarar de una vez por todas, que el PPS no era miembro del movimiento, prohibir a sus afiliados la militancia en el MLN y considerar a éste como un grupo político nuevo. (15) La UGOCM asumió, asimismo, una posición similar.
En realidad, el PPS se retiraba del MLN porque tenía conocimiento de que la reforma electoral en marcha le permitiría alcanzar algunas curules en la Cámara de Diputados, y, además, porque Vicente Lombardo Toledano había fracasado en su intento de ser el líder principal de la organización frentista.
Desde antes el PPS había tenido problemas con los comunistas y otras fuerzas que confluían en el MLN. Así, en marzo de 1961 este partido denunció que los trotskistas: “…en la Conferencia Latinoamericana hicieron causa común con los elementos del Partido Comunista y del Movimiento Revolucionario del Magisterio, fracción anarquizante de la Sección IX del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. En esa alianza, como cosa realmente curiosa, pudo observarse que los elementos del PC no influyeron en los trotskistas, sino al revés, exhibiéndose todos como verdaderos provocadores”. (16)
El PCM respondió a las calumnias lombardistas: “Según la nota editorial que Avante dedica a comentar los resultados de la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz, el Partido Comunista Mexicano intentó, sin éxito y en alianza increíble con los provocadores ligados al espionaje norteamericano, con los trotskistas y francotiradores de toda laya, hacer fracasar la histórica asamblea de los pueblos latinoamericanos celebrada en nuestro país.
…la reunión es, así lo estima nuestro partido, el acontecimiento político más importante en la América Latina, después de la Revolución cubana…” (17)
La división del PPS debilitó al MLN y creó dificultades a la unidad de la izquierda. Por eso, en noviembre de 1963 el PCM señalaba: “Lombardo ha atacado al Movimiento de Liberación Nacional, a la Central Campesina Independiente, al Frente Electoral del Pueblo, al Comité Mexicano por la Paz. Ha descendido incluso al ínfimo nivel de turbios menesteres policíacos en su ardor contra una publicación como Política…
Sólo ante una fuerza ha mantenido tercamente Lombardo una posición de apoyo, de sumisa fidelidad: ante el gobierno y sus instrumentos políticos”. (18)
Acerca del carácter de la militancia en las filas del MLN y el papel de éste como organización, existían distintas concepciones como justamente explicaba en una carta Alberto Lumbreras: “Quienes controlan e imprimen dirección al MLN, a excepción de Manuel Terrazas que es dirigente nacional del PCM, tienen el concepto de que el MLN es un nuevo organismo, en tanto que nosotros –POCM, PPS y PCM– lo concebimos como un movimiento, aglutinador de organizaciones y de personas…” (19)
Después vino otra escisión. Con fecha 26 de julio de 1964, Fernando Benítez, Víctor Flores Olea, Carlos Fuentes, Enrique González Pedrero y Francisco López Cámara, renunciaron a Política, por considerarla –según decían– de la siguiente manera: “Convertida en una publicación marginal y abstracta, Política sólo funciona como un tribunal de Inquisición para –aunque no de– la izquierda. No posee verdadera dirección, ni enfoques críticos válidos, ni estudios objetivos de la realidad, ni pensamiento dialéctico alguno. Es la expresión de los berrinches singulares de quienes la hacen, y con estados de ánimo se podrán hacer fiestas y entierros, pero no revista de orientación”. (20)
Como lo probaría el futuro político de esos intelectuales, los motivos de su renuncia eran obvios: colocarse en mayor o menor medida al servicio del régimen del PRI y separarse de una izquierda nacional en vías de radicalización. El marco socio-político era claro: el retiro de los colaboradores de Política se dio a escasos meses del cambio sexenal en la presidencia de la República y luego de que los firmantes de la renuncia suscribieran textos en que alababan la tranquilidad en las elecciones, la “madurez cívica del pueblo”, la democracia mexicana, la “unidad revolucionaria” y la personalidad de Gustavo Díaz Ordaz. Un caso, pues, de oportunismo evidente.
La renuncia a Política, de hecho significó la separación de dichos intelectuales del seno del MLN.
Posteriormente, en septiembre de 1965 renunciaron al Movimiento de Liberación Nacional Alonso Aguilar Monteverde, Fernando Carmona, Guillermo Montaño, Ignacio Aguirre y Clementina E. de Bassols. Con la salida de esta importante corriente de la izquierda –nucleada años después en la revista Estrategia– y la separación práctica del general Lázaro Cárdenas, ya no se justificaba la permanencia de los comunistas en las filas del MLN, y en consecuencia se retiraron del mismo.
En la última etapa de su vida, el MLN se convirtió en un pequeño grupo político que había dejado atrás su carácter de frente amplio y unitario, a la sazón jefaturado por el ingeniero Heberto Castillo. A mediados de 1967, el Movimiento de Liberación Nacional participó en la Conferencia Latinoamericana de Solidaridad, celebrada en La Habana, Cuba. Con la desaparición del MLN terminó una etapa de la historia de la lucha por la unidad de la izquierda mexicana.
Notas
(1) Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz, Documentos, México, s. e., 1961, p. 3.
(2) Ibíd., p. 4.
(3) Proyecto de informe al 1er. punto de la Orden del Día del IV Pleno del Comité Central del PCM, 7 de julio de 1961, mecano, p. 17.
(4) Política, núm. 32, 15-VIII-61, p. 19.
(5) Programa y Llamamiento del Movimiento de Liberación Nacional, México, s. e., 1961, p. 12.
(6) Ibíd., pp. 14-15.
(7) Excélsior, 24-VIII-61.
(8) Ibíd.
(9) Véase Llamamiento a todos los campesinos de México, Zamora, mimeo, 20-IV-61.
(10) La Central Campesina Independiente, México, FCP, 1963, p. 23.
(11) Política, núm. 66, 15-I-63, p. IV.
(12) Ibíd., p. V.
(13) Ibíd., p. VI.
(14) Política, núm. 73, 1-V-63, p. 60.
(15) El PPS y el Congreso por el Desarme y la Paz, México, mimeo, 16-VI-62, pp. 5-6.
(16) Primer reunión del Comité Central del Partido Popular Socialista, México, mimeo, 31-III-61, pp. 12-13.
(17) Política, núm. 24, 15-IV-61, pp. 23-24, y Gerardo Peláez, Partido Comunista Mexicano. 60 años de historia. I (Cronología 1919-1968), Culiacán, UAS, 1980, p. 117.
(18) La Voz de México, núm. 1746, 29-XII-63, p. 4.
(19) Carta de Alberto Lumbreras a Ernesto Cruz Betanzos, de Veracruz, México, mecano, 29-V-62, p. 1. (Archivo CEMOS).
(20) Política, núm. 104, 15-VIII-64, p. 19.