Opinión

Lo que esconde el Antiobradorismo

Leopoldo Lezama


leopoldlezama

12 diciembre, 2018 @ 9:34 pm

Lo que esconde el Antiobradorismo

La descalificación como argumento de la prensa conservadora

Leo el texto “Llegó el Tlatoani” de Odín Ávila que aborda la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder en México y me parece pertinente comentar lo que ahí se afirma, porque es un ejemplo de un tipo de comentocracia muy recurrida en los círculos de la prensa conservadora, que refleja una serie de prejuicios y generalidades en contra de todo lo que rodea al nuevo gobierno y sus simpatizantes.

El sentido del ensayo es deslegitimar la transformación política, social y económica que representa la corriente encabezada por López Obrador (un proyecto con una orientación social, de redistribución y protección de la riqueza nacional, de respeto a los derechos civiles y laborales, un proyecto en contra de las privatizaciones y en contra de la corrupción, etcétera). Para Ávila no hay cambio alguno, y según él, lo que hoy llega al poder es el “lado progresista y social de las políticas neoliberales mediante la forma priista de generar consensos”, que nunca nos explica qué es, en qué consiste, qué tipo de planteamiento político y económico tiene, quiénes son sus representantes, y más bien queda como una etiqueta más de tantas que ha usado la prensa conservadora: “López Obrador es un nacionalista al estilo de Trump”, “López Obrador representa un modelo fracasado de desarrollo estabilizador”, “López Obrador representa el pasado”… frases huecas que se utilizan para descalificar y que no analizan con objetividad la nueva propuesta.

Pero el desconocimiento o la fobia contra el proyecto obradorista no es lo preocupante en este ensayo, sino la visión que tiene de la sociedad en su conjunto. De entrada, Odín Ávila no ve el enorme movimiento social activo que ha respaldado el proyecto obradorista, al menos, desde su primera campaña electoral. Para Ávila estamos ante un “mesianismo presidencialista” (Enrique Krauze dixit), un fenómeno donde las masas ciegas impulsan un “ser que es visto… como el portador de una solución que va a terminar con todos los males”. Algo que el mismo López Obrador consumó, dice Ávila, asumiéndose como “presidente mesiánico” el primero de diciembre en el Zócalo capitalino, al recibir el bastón de mando de los pueblos indígenas. Según este juicio, lo peor es que el actual proceso mexicano es en general la penosa ejecución de una “cultura mesiánica”, donde la “responsabilidad de la transformación” recae en “un solo hombre”.

Es decir, en el entramado argumentativo de Odín Ávila (y de tantos articulistas de la extrema derecha) la ciudadanía consciente no existe, y más bien estaríamos ante un conglomerado sin ninguna facultad crítica, que se ve enormemente favorecido al depositar en este mesías presidencial todo el trabajo de transformación, “que no le exija mayor compromiso más que el de salir cada determinado tiempo a las calles y votar en un específico periodo”. Gracias a las artes esclarecedoras de Odín Ávila, nos enteramos de que una parte muy grande de la sociedad mexicana no sólo es irracional, sino haragana, e incapaz de pensar y trabajar por la construcción de una cultura democrática. La de Ávila es una sociedad manipulada, sin ninguna formación política, sin ningún conocimiento económico, sin ninguna iniciativa ciudadana, ni laboral, ni cultural. Una sociedad que actúa por reacción, por hartazgo o por cansancio, o por miedo, pero sin pensar.

No ve este articulista que una de las características de la lucha obradorista es precisamente la formación de una gran red informativa frente al control de los medios por parte de los grandes intereses. No vio Ávila el activismo de los jóvenes desde la instauración del Peñismo en 2012, no vio la participación de un segmento muy grande de la sociedad civil, estudiantes, maestros, obreros, campesinos, indígenas, profesionistas, activistas, defensores de los derechos humanos, que han hecho esa gran labor informativa durante más de una década, y que salieron a armar una inmensa estructura de defensa del voto para refrendar un proyecto de nación, no un “mesías”, como ve Ávila.

En esta narrativa hay un infinito desprecio por la sociedad civil y hay sobre todo una postura terriblemente reaccionaria, donde unos pocos “entienden” la problemática social, los grandes y complejos temas del país, frente a un conjunto de ignorantes, desesperados, que nada saben y que actúan casi por instinto.

Esto tiene un trasfondo que quizás el articulista Odín Ávila no alcanza a comprender, pero que sí ven perfectamente los ejecutores del sistema neoliberal, sus ideólogos y operadores de prensa: si estamos ante una “feligresía irracional”, como calificó en algún texto Isabel Turrent a los seguidores de López Obrador; si estamos ante este pueblo que actúa más mediante un “contrato sentimental alejado del fastidio de la razón”, como apuntó recientemente José Luis Martínez, entonces es preciso que los gobiernen los que saben; es decir, los de siempre (porque el cambio es irracional y falso). Entonces: si los votantes de Obrador no saben pensar, por lo tanto no saben decidir. Y como un mesías no puede gobernar una nación, entonces sólo el conservadurismo tecnócrata, que sí tiene uso de razón y si sabe gobernar, es el adecuado para dirigir esa bandada de feligreses que no usan la cabeza sino la fe. En el fondo, es la defensa a ultranza del capataz ilustrado y del capataz neoliberal.

Esperemos que el señor Odín Álvarez y cientos como él, que seguramente cargan un estandarte democrático, crítico y progresista, sean conscientes de esto y no escriban movidos por la histeria, el prejuicio, el odio o la ignorancia.

Por suerte los espacios de diálogo y reflexión se están abriendo, y la argumentativa neoliberal ya no es la única que llena la discusión pública nacional.

Imagen: Eldictamen.mx
Leopoldo Lezama

Editor y ensayista. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía de la UNAM. Ha colaborado en diversos medios nacionales y extranjeros como Confabulario, Letralia, La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Sinembargo y Consideraciones. Actualmente dirige la revista electrónica Máquina.