#1DMx. La presidencia que comenzó con sangre y llamas

El 1 de diciembre del 2012 fue uno de los días más sangrientos que vivió la Ciudad de México durante la presidencia de Enrique Peña Nieto. Y fue su primer día como mandatario. Comenzó con las protestas en la Cámara de Diputados, en San Lázaro, a donde llegaron contingentes de distintas partes del país para manifestar el agravio que representaba la llegada de, quien se sabía, era sanguinario y corrupto. A pesar de los kilómetros de cerco policiaco, miles llegaron al Palacio Legislativo a condenar la imposición.

Pero la Policía Federal esperaba, armada como si de un enfrentamiento entre ejércitos se tratara. Y los grupos de choque, con cinismo, acechaban agazapados entre las vallas policiales.

La violencia comenzó muy temprano. A las 8 de la mañana del #1DMx ya había decenas de heridos. A las 9:30, la granada lacrimógena que le dispararon directo a la cabeza derribaba a Kuykendall y ya nunca se levantó.

Horas más tarde, en el centro de la ciudad, la policía capitalina veía, con suma tranquilidad, la destrucción de medio centenar de ventanales y negocios. Un grupo de “encapuchados”, aliado de los cuerpos poliaciacos, bautizó su fama violenta en medio kilómetro de Paseo de la Reforma. El nuevo gobierno de la Ciudad de México los soltó veinte minutos y con ello consiguieron cuatro años de justificación para reprimir. En cuanto huyeron, la policía se activó: más de cien detenidos en cuestión de minutos. Muchos nada debían, sólo pasaban por ahí, trabajaban en la zona. Ese día Miguel Ángel Mancera declaró la guerra contra la Ciudad. Las cartas estaban en la mesa. Nada había ya que esconder. Mancera y Peña elegían así, el bando del represor.

Fue un día sangriento. #YoSoy132 se replegó y gastó sus últimas energías en sacar a sus compañeros de la cárcel. Ese día, el desprecio contra Enrique Peña Nieto se volvió un asunto ideológico. Y luego, el rencor creció mientras aumentaban los ultrajes.

Recordamos el primero de diciembre del 2012, el tristemente célebre #1DMx, con las magníficas fotografías de Rodrigo Corona.

Fue un día sangriento.