De Norte a Sur

El avance de la derecha en el mundo


22 octubre, 2018 @ 6:41 pm

El avance de la derecha en el mundo

En los últimos años y sobre todo en meses recientes, hemos visto un creciente repunte de la ultraderecha en varios países, tanto industrializados como en vías de desarrollo. Por un lado tenemos a las potencias mundiales como son Estados Unidos de Norteamérica, Reino Unido y Francia. Del otro lado tenemos a Latinoamérica y los recientes fracasos electorales de las izquierdas populistas, en países como Argentina con la derrota de Cristina Fernández, Bolivia con la no reelección de Evo Morales y por supuesto el gigante sudamericano Brasil, primero con la destitución de Dilma Rousseff y ahora con la “ola Bolsonaro” cargada de misoginia, intolerancia y un discurso completamente antiprogresista.

Resulta paradójico que con una economía mundial en jaque, crisis migratorias en ambos lados del atlántico, tasas alarmantes de desempleo, feminicidios al alza y el cambio climático acechando por todos los puntos del globo, de repente la ultraderecha, que históricamente ha representado al opresor de las clases más vulnerables y movimientos transgresores, cobre una fuerza impresionante.

¿Qué pasó en el “primer mundo”?

Desde la derrota del Partido Demócrata estadounidense y toda la tragicomedia mediática que ha encabezado Trump antes, durante y después de las elecciones hasta el Brexit pegado al triunfo de Theresa May en el Reino Unido, se puede observar cómo el discurso populista de derecha ha hecho mella en lo logrado por los gobiernos de izquierdas. En el caso de Estados Unidos la recesión del 2008-2009 le pegó duramente a la administración de Barack Obama, quiebre que afectó terriblemente a la clase trabajadora.

La crisis hipotecaria de ese año sólo fue la gota que derramó el vaso, pues desde hace ya bastante tiempo había una inconformidad gestándose en lo más profundo del corazón de la clase obrera estadounidense.

Trump como oportunista que es (no se puede esperar menos de un business man de su talla) utilizó un discurso más bien hitleriano. Acusó a los inmigrantes sureños así como a las grandes corporaciones multinacionales de asfixiar a los obreros estadounidenses; también le echó la culpa a China y abogó por hacer “America Great Again”  a través de políticas proteccionistas arancelarias entre otras aberraciones y contradicciones.

 En el caso de Reino Unido se puede hablar también de una afectación al sector más vulnerable por parte de la gran recesión, sin embargo, hay un ingrediente más picante que es el migratorio.

El Brexit fue abrazado por líderes del Partido Conservador que lleva ya dos administraciones consecutivas (Cameron 2010-2016 y May 2016-actualidad), bajo varias consignas, entre las que destacan el hecho de que a Reino Unido no le es tan conveniente económicamente, seguir formando parte de la Unión Europea, ya que al ser uno de los países más ricos aporta mayores recursos, mientras que recibe una cantidad excesiva de inmigrantes de países pertenecientes a la Unión Europea.

En ambos casos los líderes conservadores aprovecharon el clima de descontento social creado por la inestabilidad económica, para tergiversar la opinión popular a través de un discurso de antimigrante, proteccionista y cargado de odio.

¿Y al sur?

Hablando de los mal llamados países en vías de desarrollo, nos encontramos con el caso de Brasil. Lula Da Silva le dio un giro muy importante a la economía brasileña impulsando programas sociales para erradicar la pobreza, sin embargo, Brasil es un gigante lleno de marcadas desigualdades que necesitaba más de dos períodos presidenciales para poder llegar a un punto de desarrollo y crecimiento sostenido.

 

El trabajo parecía que tendría continuidad en la administración de Dilma Rousseff, pero tuvo un inicio muy complicado debido a que tomó el poder en 2010, justo un año después de la crisis, que por supuesto impactó divisas, petróleo e inversiones, situación que limitó a la mandataria en la cuestión presupuestaria para continuar con tan ardua tarea.

 

Otro punto pilar es el profunda corrupción que se vive a lo largo y ancho de la infraestructura institucional brasileña. Como era esperarse, en el juicio de Lula y en la destitución a Rousseff hubo una camarilla detractora que influenció para su desprestigio, aprovechando el clima  de descontento social. Bolsonaro explotó este recurso. La multitud de pobres que se sintieron defraudados al caer de nuevo en una situación de desventaja social y económica volteó hacia el lado derecho, a pesar de que quien encarna esta opción es un personaje homófobo, racista (cabe mencionar que alrededor del 50% de la población brasileña es negra), misógino y tendencioso. El hambre hace tomar posturas que de otra forma parecerían inconcebibles.

¿Y México?

México vivió atrapado en una dictadura opresora de dizque centro-izquierda durante 70 años que daba migajas a su población, una especie de placebo económico. Pero la enfermedad seguía latente y el placebo, aunque efectivo mucho tiempo, en algún punto dejó salir a chorros la miseria que atacaba al ya tan debilitado México.

El hartazgo social fue tal, que en el año 2000 el pueblo se decidió por la opción más conservadora, como era de esperarse ésta sumió más en la miseria e inseguridad a las clases más vulnerables. La movilidad social parece cada vez más como decimos los mexicanos “un sueño guajiro”, hablar del fondo para el retiro para los millenials mexicanos es un tema que los pone a titubear a todos y si  de feminicidios se trata, sabemos de antemano que pueden “desaparecer” veinte mujeres y pasar meses o años hasta que algo parezca sospechoso para la autoridad.

Ahora en 2018 todo esto se combinó con una campaña de 12 años por parte de Andrés Manuel López Obrador para que la gente se volteara a la izquierda. Ya probamos la derecha durante 82 años y nos fue muy mal.

El problema con este giro hacia la izquierda popular, es que el virtual Presidente se encuentra solo en toda la región, con nulas posibilidades de lograr un contrapeso continental al vecino del norte.

Por otro lado, a pesar de las enraizadas diferencias culturales, económicas, sociales y geográficas entre todos los países mencionados, existe un complejo aparato que rige el funcionamiento del llamado “libre mercado” en el que todos ellos están inmersos.

El sistema capitalista  gestiona de una forma voraz la economía mundial lastimando a todos los países. Simplemente es contranatura. Resulta anacrónico e ingenuo pensar que es una cuestión ideológica lo que atañe el éxito o el fracaso de una economía,  cuando la base que rige el destino de todos seres humanos no se preocupa porque existan menos pobres, al contrario, el sistema capitalista necesita de la pobreza para poder subsistir.

A pesar de que es claro que dentro del capitalismo no tiene mucho sentido hablar de ideologías de izquierda o de derecha, la batalla se tiene que dar y definitivamente la ideología que comulga mayormente con el sistema es precisamente la derecha y, peor aún, la ultraderecha. Es por ello que si queremos acabar con este círculo vicioso de miseria colectiva no podemos unirnos a las filas de aquella ideología que más le sonríe al capitalismo.

Si Brasil decide subirse al tren derechista que han abordado ya tantos países sería el equivalente a decir “sí, por favor tómenlo todo, nos encanta vivir sometidos” a todas esa potencias hegemónicas que han sangrando tanto a Latinoamérica. De ganar Bolsonaro, América Latina enfrentaría un duro golpe contra el progreso de la región y México tendría que lidiar con fachos en sus dos flancos. Sin duda el panorama mundial no es nada alentador.

Pronta ingeniera, subversiva, crítica, defensora de las causas nobles y de los casos perdidos. Apasionada del expresso y del mezcal.