El principio del fin electoral
Cronotopos
Es un hecho, terminaron las campañas políticas. Oficialmente sucederá hasta el 27 de junio, extraoficialmente, sucesos como el comienzo de la Copa Mundial de Fútbol—iniciada la semana pasada—, y la definición del electorado nacional, terminan por sellar el período de campañas.
Frío, predecible, tedioso, aburrido, así fue el último debate presidencial. A comparación de los primeros dos debates, el último dejó mucho que desear, sin embargo, esto ya se esperaba, puesto que significó el implícito cierre de campañas en la competencia por la silla presidencial. Lo que hasta ahora cada candidato ha consolidado es inamovible, pese a que en política nada es imposible, la mayoría de la población nacional definió su voto.
Queramos o no, el tiempo que resta hacia el primero de julio, será como un abrir y cerrar de ojos: inconsciente. A diferencia de comicios pasados, la gran mayoría de la sociedad se encuentra expectante ante los resultados que arrojará. Para algunos, el inicio de una nueva era, se encuentra a la vuelta de la esquina, mientras que, para otros, la continuidad del bipartidismo PRI-PAN (ahora con el PRD a bordo), sucederá, inevitablemente a manos de un fraude que se está cocinando en la cúpula del poder.
No se trata de vaticinar, se trata de escenarios posibles. En el histórico caso de que Andrés Manuel López Obrador gané las elecciones, su figura se quebrará a mitad de sexenio; sus adeptos, entenderán que no será capaz de revertir las reformas estructurales, acabar con la “mafia del poder” o terminar con la corrupción. Desmontando así la república del milagro, que se ha empecinado por construir durante toda su campaña. Orillando, inevitablemente a la izquierda a reorganizarse. Si no gana, el peso de su figura pasará a segundo término, convirtiéndose en un líder moral, como le ocurrió a Cuauhtémoc Cárdenas. Esta tesis, es sostenida por autores como Octavio Solís, en su libro: Epifanía Política: del enamoramiento colectivo a la eficacia política.
En el escenario de qué Ricardo Anaya—único con posibilidades reales de ganar–, ocupará la silla presidencial, existe el riesgo inminente de una cacería de brujas, para todos aquellos que han intentado evitar su victoria, sobre todo, coterráneos de su partido. Pero además, presenciaríamos el rampante ascenso de una copia barata de Carlos Salinas de Gortari; un tecnócrata de clóset. Dispuesto a lo que sea, con tal de manejar el poder a su antojo, tal y como lo demostró al frente de Acción Nacional. Si pierde, el linchamiento sería total; con el encono de la derrota, y enemigos por doquier, la vida política de Anaya, llegaría a su fin, al menos dentro del blanquiazul.
Por otra parte, en lo que respecta al candidato de la coalición Todos por México, José Antonio Meade, los escenarios son totalmente distintos; es casi imposible que mantenga el poderío priista en los pinos, su candidatura representa el fin de una era para el PRI, puesto que terminará por sellar la defunción de dicho partido, e inaugurar el renacer de otro. Sin embargo, esto último es motivo de un análisis más extenso, de modo que en la próxima entrega, estaré hablando de ello.
Finalmente, la candidatura de Jaime Rodríguez Calderón, termina con un mal sabor de boca; por un lado, el intento de hacer creer a la sociedad que un candidato “independiente” es mucho mejor que un político de carrera, terminó por ser un mar de dudas. No solamente por la exuberante figura de Rodríguez Calderón, ni tampoco por su ineficacia al frente del gobierno nuevoleonés, sino por la serie de irregularidades que mantuvo encumbrada su precampaña, demostrando así, que falsos, corruptos y mediocres los hay en partidos políticos y fuera de ellos.
Todo lo anterior no aspira a ser un “análisis de fondo “, al contrario, pretende marcar un punto de partida en la búsqueda de sucesos posibles, de cara a los comicios del próximo mes. Más dudas que apuestas, inundan la cabeza de muchos mexicanos, después de todo, hay que tener en cuenta que, en política, lo único cierto, es que todo es incierto.