El México de Alain Rouquié: un Estado norteamericano
Osmar Cervantes González / @IOsmarCervantes
En septiembre de 1964, cuando por primera vez visitó México, Alain Rouquié quedó absorto ante la singularidad del Estado mexicano. Sin lugar a dudas, estaba consciente de que la situación en México era muy diferente a la del resto de los países latinoamericanos en términos de estabilidad: mientras que países como Brasil o Argentina padecían agitación, golpismo e inestabilidad, en México se presenciaba algo distinto. Y en su afán de conocer el Estado mexicano y el funcionamiento de su sistema político, decidió emprender un estudio que 50 años más tarde habría de cristalizarse en un libro histórico de referencia obligada.
México: un Estado norteamericano, del politólogo Alain Rouquié, constituye un referente obligado para quien desea profundizar en las relaciones que guardan dos Estados cuyas proximidad geográfica ha sido determinante en el desarrollo histórico de los mismos: Estados Unidos y México, dos países –paradójica y simultáneamente– distintos y con características muy similares.
El libro de Rouquié propone una lectura más de la trayectoria del México contemporáneo a través de su inexorable proximidad con su país vecino, cuyo actuar históricamente ha desempeñado un papel preponderante en las directrices políticas, económicas y sociales adoptadas por los gobiernos mexicanos desde la etapa independentista. De manera magistral y con un lenguaje acríptico, el autor expone el modo en que la Unión Americana está presente en la vida pública mexicana en la orientación de la política nacional, lo que nos permite comprender que ningún país en el mundo padece (y ha padecido) la influencia estadounidense como México.
No obstante lo anterior, esta influencia no es unidireccional, pues a pesar de que Estados Unidos se constituye como un país con una presencia extraordinaria en los asuntos políticos, económicos y sociales de México, este último tiene también una importante capacidad de influencia en la sociedad norteamericana en términos económicos y culturales, siendo así una influencia de carácter bidireccional, ambivalente, que da lugar a una interdependencia.
Como podrá advertir el lector, cada uno de los capítulos que componen la obra atestigua el profundo conocimiento que el autor tiene sobre la historia de México, pues además de verter opiniones bien sustentadas y cuestionamientos entorno al desarrollo y futuro de nuestro país, el libro está dotado de profundas consideraciones históricas.
Sin lugar a dudas, la relación entre Estados Unidos y México es demasiado compleja, sin embargo, la explicación que Rouquié da al respecto permite comprender fácilmente dicha complejidad plagada de contradicciones, semejanzas y disimilitudes. Y aunque, ciertamente, examinar con detalle y minuciosidad esa complejidad constituye una tarea complicada, el autor logra bien su cometido, generando en el lector un mayor entendimiento de la realidad bilateral entre dos países que hoy en día representan, por un lado, el desarrollo y, por otro, el subdesarrollo.
Desde el periodo mexica hasta los acontecimientos más destacados de la historia reciente de nuestro país, el autor hace un interesante recorrido histórico y –de manera paralela– lleva a cabo un acucioso análisis que da cuenta de, entre otras cosas, los orígenes del nacionalismo mexicano, las implicaciones del expansionismo norteamericano, el Porfiriato, las peculiaridades del sistema político mexicano del siglo XX, la inserción de México en la economía global y la alternancia política.
Rouquié es, en efecto, un conocedor de la historia de México y es fácil diagnosticarlo. Basta con leer los primeros párrafos de cada apartado del libro para advertir que el lector está ante una obra con un rico contenido histórico y argumentativo, que invita al análisis y a la reflexión en torno a aspectos como la situación actual del Estado mexicano inmerso en un contexto global y altamente influenciado por su vecino septentrional.
1994 constituye, para Rouquié, un momento crucial en la historia contemporánea de México, pues fue a partir de ese año en que el país sufrió afectaciones importantes en su estructura económica y abandonó su carácter latinoamericano para abrazar la geografía y presentarse como país del norte, lo que se tradujo en implicaciones políticas y sociales.
A este respecto, en la obra se describe, primeramente, el impacto global de la apuesta norteamericana de 1994 y, ulteriormente, se examina el modelo económico de México tras la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y sus consecuencias sociales. En palabras del autor, la reaproximación de México con Estados Unidos y la apertura económica de la región norteamericana representa un rompimiento con el orden de la Revolución y la narrativa nacional que tanto estuvo presente en la mayor parte del siglo XX en México, en la que prevaleció un sistema político con características únicas en América Latina.
La revisión que en el libro se hace sobre el papel que ha desempeñado el TLCAN en dos de los países involucrados, resulta muy oportuna y esclarecedora, debido al contexto actual de renegociación comercial en que se encuentran inmersos ambos países. De esta manera, el texto de Rouquié es asimismo un trabajo vanguardista al abordar temas actuales que hoy en día, dada su relevancia, son motivo de discusiones en los círculos académicos y de acalorados debates en los medios de comunicación masiva.
Claro está que las implicaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte constituyen un tema fundamental en el estudio del desarrollo económico de México, pues éste ha traído consigo implicaciones de diversa índole que no necesariamente se han traducido en un mejor bienestar social. El autor está convencido de que hoy resulta imprescindible estudiar cuáles han sido las repercusiones a nivel macro y microeconómico del TLCAN en nuestro país, por lo que a partir de un interesante análisis comparativo en el que muestra las particularidades de los casos mexicano y estadounidense, el autor describe las circunstancias en las que se encuentra actualmente el Estado mexicano en materia económica y social a 24 años de la entrada en vigor de dicho tratado.
Pero la obra en cuestión no se circunscribe a cuestionar los efectos del modelo económico adoptado en México a principios de la década de los ochenta. Si bien es cierto que el autor mantiene una postura crítica en sus planteamientos y pone de manifiesto las deficiencias del sistema democrático mexicano y del cambio de rumbo emprendido por el país en materia de política económica, el autor también es muy enfático en señalar con entusiasmo las cualidades que hacen de México un país estratégico, dotado de un valioso capital político, económico y cultural.
Naturalmente, dada su formación académica, Rouquié es un historiador político, es decir, un cientista social que observa la intersección entre la historia mexicana y la historia estadounidense desde el lente politológico, a través del cual mira con especial atención la forma en que se desarrollan las relaciones de poder, en este caso, entre dos naciones que históricamente se han desarrollado distinto pero de manera paralela. Y aunque la relación que se ha gestado entre los dos países es de subordinación –debido a la liberalización económica y la integración comercial que sometieron al país a una dependencia acumulativa hacia Estados Unidos– México representa una alteridad radical, irreductible e indisoluble cuyas raíces datan de hace más de tres siglos atrás, pese a los efectos homogeneizantes de la globalización. Así, en el entendimiento de Rouquié, la identidad mexicana es más fuerte que la de la mayor parte de los Estados del continente, lo que convierte a México en una nación insoluble, empero con una presencia en el escenario norteamericano muy importante.
México: un Estado norteamericano es una obra ambiciosa, que trasciende la narrativa histórica y nos ofrece un bagaje histórico inigualable, que exhibe la contigüidad y las asimetrías entre dos países cuyas relaciones están marcadas por la ambivalencia y el malentendido. La obra de Rouquié nos permite conocer el desenvolvimiento del Estado mexicano bajo la sombra (siempre presente) de Estados Unidos, un país cuyo actuar ha sido determinante –incluso en los sucesos más insospechados– en el acontecer histórico de México.