“Ser o no ser”: EEUU, México y sus contradicciones
“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que están dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos se encuentran la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, los cuales derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando una forma de gobierno se vuelve destructora de estos principios, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno fundado en estos principios, y a organizar sus poderes en la forma que juzgue tener las mayores posibilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.”
Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América
Redactada por Thomas Jefferson
“To be or not to be”
No es el señor Donald J. Trump quien humilla a los mexicanos. La humillación proviene de la clase política interna y directamente de la presidencia de México. Si bien el presidente Trump es arrogante, agresivo y provocador, la verdad es que no ha hecho nada que no haya dicho durante su campaña.
No podemos decir lo mismo de Enrique Peña Nieto. Desde el principio de su administración, dejó bien claro su nivel de ignorancia, total falta de respeto a la sociedad mexicana, autoritarismo e incomprensión a la nación que gobierna, sin olvidar la corrupta y vulgar manera de gobernar.
Si observamos a distancia, los Estados Unidos de América con su Declaración de Independencia aparecieron en perfecta sincronía con los valores de la modernidad: división de poderes, federalismo que insiste en una organización democrática, libertades individuales y libre empresa bajo la premisa de ser el pueblo elegido.
La historia viva estadounidense
La historia antes de ser historia fue tiempo vivo. La insufrible contradicción estadounidense no es ideológica, sino práctica, de hecho, de aquellas personas que lo hicieron real. Es en ellos donde radica el germen de sus fundamentos históricos y posiblemente echen luz a su comprensión actual.
Jefferson, dentro del cuidado que tuvo en la redacción de la Declaración de Independencia, dice que “todos los hombres son creados iguales”, sin embargo, lo que sucede, es que dejan de ser iguales cuando ingresan en una sociedad que deliberadamente es excluyente, como sucedió con los indios (exterminados), las mujeres (desplazadas), y los esclavos (legalizados).
Los hombres son creados iguales sólo como figura jurídica, para que cuando seas juzgado por la sociedad, la consideración no cambie de una persona a otra. La igualdad a la que hace referencia Jefferson es principalmente jurídica, y en segundo plano político, pero por ningún motivo es económico, menos social, y mucho menos de genero.
Jefferson sabía de la recalcitrante contradicción en la constitución liberal con el sistema esclavista e intentó eliminarlo. No logró convencer al Congreso para condenar la trata de esclavos porque varias colonias sureñas abogaron con insistencia por esa supresión, pues su economía dependía del trabajo servil y la importación de negros.
Lo que sí logró fue su principal objetivo: la Unión de las 13 colonias contra el Reino Unido. La única manera que EEUU pudo sacudirse del yugo británico, lo cual fue posible a través de una organización sagaz y efectiva entre liberales y esclavistas. Quedó claro que la diferencia era económica y en segundo plano política.
La figura de Jefferson, su versátil pluma, y pragmatismo político posibilitó la unión de las Trece Colonias perfilada a ser potencia mundial por Destino Manifiesto, sin embargo, se conformó con una ambigüedad deliberada que arrastra desde sus inicios, y fue hasta el periodo entre 1861 y 1865, que sufre su primer ajuste de cuentas interno durante la guerra de secesión que casi divide la nación.
Por otro lado Estados Unidos ha sido la potencia mundial más longeva y exitosa de la historia. El sistema “Checks and balances” (pesos y contra pesos) está diseñada para acotar el poder del Ejecutivo, que hasta el momento, ha respondido en momentos críticos.
Estados Unidos de América puede ser la primera democracia libre y próspera regida por leyes en el mundo, pero, sin importar su elevada proyección de ideales, no librará su inevitable ajuste de cuentas con el país real, el de los hombres y mujeres que lo habitan en el aquí y ahora, y le deben mucho a los hombres del tiempo que ya es historia.
La intención no está en una valoración moral sino en hacer énfasis en señalar que Estados Unidos son las dos cosas: civilidad y barbarie. Ni los padres fundadores pudieron negar la penosa contradicción entre los ideales proclamados como inalienables del hombre, tales como libertad e igualdad, pues los pilares que sostienen la nación, también se componen de esclavitud, repugnancia racial y segregación.
El señor Trump responde a ese otro contexto norteamericano. El que esta detrás del multiculturalismo y propone la construcción de un muro xenófobo que es afrenta a México y a toda Latinoamérica, pues no se pretende separar a solamente a México, sino a toda cultura no anglosajona: a todo el Sur del continente.
La frontera entre México y EUA, que Trump pretende dividir con 15 mil millones de dólares de muro físico, también alimenta un muro imaginario: el de la ignorancia, la sospecha, la descalificación, arrogancia, desprecio y violencia, con memoria que evoca desde los propios inicios del Estado moderno.
Estados Unidos tiene una cuenta pendiente con su origen más rancio, misógino, violento y xenófobo con alcances de resonancia mundial. La retórica de Trump es la del empresario que siempre se declaró apolítico pero que nunca dejó de hacer política, es esa la voz políticamente incorrecta del capital que siempre negó tener, y se cobijó bajo el disfraz de multiculturalismo. Es la verdadera cara de la sociedad capitalista: libertad de cosas y dinero, no de personas.
México, tan lejos de Dios y tan cerca del clasismo
Trump solo quiere ganar y Peña Nieto lo único que piensa es cómo no perder. Se escuchará mucho la idea de Porfirio Díaz “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos” pero seguro hay una posición peor en la situación actual: Pobre Peña Nieto, tan lejos de Trump y tan lejos de México.
¿Y cómo decir en español “to be, or not to be”, si en inglés no se admite la distinción entre nuestro ser y nuestro estar?, diría Carlos Fuentes, un viejo y finado conocido de Enrique, quien no sabe inglés ni español, pero seguro sabe que está entre la espada y la pared. No traduction needed.
Pero el pleito mexicano es entre mexicanos. El asedio estadounidense trastoca esta problemática y la falsifica, pero también tenemos una cuenta pendiente con nosotros mismos, pues el problema no es Trump y su racismo, sino el clasismo y racismo entre nosotros, no es la humillación hacia el presidente, sino es el desprecio entre nosotros.
No puede haber Unidad Nacional sin justicia. Es una verdadera afrenta que la misma persona que protege a gobernadores que han desfalcado sus Estados, salga a proclamar un nacionalismo bastante estrecho, que mas bien apesta a oportunismo basado en una idea criminal de Unidad Nacional “#HechaenMéxico”.
La retorica de Peña Nieto es la de la clase política parasitaria y lejana de la sociedad. Son los que se empeñan, desde hace años, en sostener la injusticia, explotación, clasismo e impunidad en México porque es su forma de vivir. Ahora piden apoyo mientras negocian en privado asuntos públicos con Estados Unidos.
Ellos son los que están solos y humillados, porque confiaron en alguien igual que ellos y los traicionaron. Ahora piden apoyo para su forma criminal de vida, pero México tiene deudas históricas pendientes que la clase política quiere perpetuar y harán todo en sus manos para lograrlo.
Nuestro ser y estar esta mutilado y nosotros lo hemos hecho. La historia precolonial se convirtió en pasado común para toda Latinoamérica como razón fundamental para los movimientos de independencia, y posteriormente como símbolo de la revolución mexicana, pero los indios quedaron al margen de la historia, ellos no terminan de integrarse en la sociedad al día de hoy, además de ser expropiados de su identidad para lograr la libertad o enriquecimiento de otros.
La justicia es para el presente pero también reivindica al pasado. Es necesario terminar con fundamentalismos y reconocer la segregación social como un fenómeno histórico, y por tanto, superable.
El reto será diseñar un modelo de Unidad con proyecto político verdaderamente Nacional capaz de reconocer con vergüenza nuestro propio racismo e injusticia hacia los pueblos indígenas de México y toda la población desfavorecida en general dentro y fuera de las fronteras.