Cuando Peña Nieto se escondió en los baños
Publicado originalmente el 12 de mayo de 2012
Cuando el presidente Luís Echeverría se atrevió a presidir la apertura de cursos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en el auditorio de la Facultad de Medicina en 1975, pensaba que con cinco años de demagogia “revolucionaria”, se habían borrado las masacres de 1968 y 1971. El resultado es conocido por muchos: empujones, rechazo casi generalizado y hasta una pedrada que le abrió la cabeza.
Grave error de cálculo, pero no logístico, sino político e histórico. Efecto de la soberbia presidencialista y del desconocimiento del propio rector Guillermo Soberón cuando dijo en dicho acto: “con su presencia (del presidente Echeverría), se reanuda una tradición de todos los inicios de curso, la Universidad no está reñida con el Estado…agudos problemas sociales afectaron a nuestra patria y repercutieron de manera muy acentuada en nuestra casa de estudios, inhibiendo las relaciones entre los universitarios y el Estado durante un periodo que, consideramos, ha sido superado…”
Cuando el poder reprimió brutalmente a los estudiantes en Tlatelolco, zanjó una brecha aún abierta. Sin retorno. Han pasado 44 años y el 2 de octubre sigue sin olvidarse. Aunque la distancia entre los jóvenes universitarios y el poder no surge en ese momento.
La estatua del ex presidente Miguel Alemán en Ciudad Universitaria fue decapitada en 1966, como rechazo a lo que él representaba: autoritarismo y corrupción; dos elementos que pesan sobre el actual candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto (EPN); la principal demanda de los jóvenes de la Ibero en contra de EPN fue la brutal masacre ejercida en San Salvador Atenco en 2006.
Las universidades albergan en su seno de manera innata dos cosas: juventud y capacidad de crítica, entre muchas otras cosas, pero me interesa resaltar estas dos porque sirven para explicar muy bien lo sucedido en días pasados sobre el rechazo que sufrió Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana, de manera sorpresiva no sólo para el candidato del tricolor, sino para todos el país.
Podría pensarse que la reacción de los estudiantes de la Ibero es simplemente un boicot, como han querido catalogarlo varios medios de comunicación, pero hay una historia más compleja detrás, y es que en los últimos diez años se ha gestado en el seno de dicha institución un proyecto de radio que hoy vemos, tiene repercusiones importantes en su comunidad estudiantil, sin olvidar la tradición crítica que ha caracterizado a los jesuitas en la historia de nuestro país.
El rechazo en la Ibero también significa un aviso y un augurio. Denota que su discurso y propuestas no han logrado penetrar entre los jóvenes universitarios, que existen fisuras en su “imponente” campaña. También exceso de confianza con su obligada dosis de soberbia como en la Feria del Libro.
¿Acaso cree que ya olvidamos la represión en Atenco? México empieza a conservar su memoria histórica, decantada con mayor énfasis en las comunidades universitarias.
En el 2000 Fox ganó por el famoso voto útil, cheque en blanco que resultó sin fondos para todos los mexicanos. Hoy el PRI ha levantado una fuerte simpatía por lo que bien podría denominarse como el voto resignado. Esto es, que la gran mayoría de la gente que piensa votar por EPN sabe el significado de que regrese el tricolor a Los Pinos, reconoce que es el retorno de Carlos Salinas al poder, el encumbramiento de las televisoras, el regreso del autoritarismo, y prefiere pagar el alto costo todo eso, a cambio de un poco de calma ante tanta violencia y alguna certeza económica. Visto desde esta óptica, ya ni siquiera es un voto resignado, sería un voto derrotista.
Los jóvenes universitarios saben muy bien esta disyuntiva. Lo sucedido en la Ibero es una respuesta a EPN y una decisión histórica: No importa que gane el PRI, la peor derrota es el olvido.
Lo más cerca que puede estar EPN con la comunidad unamita, es la recepción que le hizo hace unos días el holograma político conocido como Asociación Autónoma del Personal Académico de la UNAM (AAPAUNAM), en un hotel de la Ciudad de México, donde el candidato se puso un jersey de los pumas. No más.