Opinión

El renacer de la conspiración

Raúl González


raulraulgonzal1

8 noviembre, 2018 @ 11:49 am

El renacer de la conspiración

CRONOTOPOS

La llegada del hombre a la luna, el asesinato de John F. Kennedy, la vida de Jesucristo, el atentado a las Torres Gemelas, entre muchos otros hechos históricos, tienen un factor en común: casi siempre son interpretados mediante teorías de conspiración.

Todo ello, no es algo nuevo para la mayoría de nosotros, lo hemos venido conociendo a través de pláticas, cine y literatura con el paso de los años, sin embargo, ha tenido un vertiginoso florecimiento con el auge del ciberespacio.

Hasta hace unas décadas, el conspiracionismo quedaba flotando entre la ficción y una pisca de realidad, salvo los expertos, el tema no despertaba mayor suspicacia que la que proporciona una buena película. El género aún se encontraba en ciernes de prosperar. Lo que sucedió cuando una conexión a la red, y la búsqueda de un tema, brindaron al usuario una buena dosis de asombro, duda y cuestionamiento.

Cabe aclarar, que la conspiración está más cerca de lo que creemos, habita en la mente de cada uno de nosotros, y trabaja como lupa ante variados fenómenos, sean políticos, sociales o económicos. Es una forma de abordar la realidad, aunque en la mayoría de veces, sea demasiada limitada para abanderarla como explicación.

Uno de los fenómenos de fondo que mueve las teorías de conspiración, puede explicarse gracias a diferentes falacias, una de ellas, la del sesgo de confirmación, afirma que, ante toda creencia o punto de vista, se busca información para nutrirla, y de ese modo, poder confirmarla. Algo muy típico de la mayoría de opiniones y creencias, sean o no de índole conspiranoica, es decir, consumimos cierto tipo de información para afianzar ideas propias.

Desde la psicología, podemos establecer un vínculo directo entre ciertas creencias y tipos de personalidad. En nuestro caso, se ha demostrado que aquellos que tienden hacia la intriga y el doble fondo, presentan elementos de una personalidad narcisista, puesto que prevalece el deseo reiterado de aceptar únicamente una sola percepción de los hechos, sin abrirse a la posibilidad de más lecturas. Reitero, nada particular del tema, a pesar de esto, permite esbozar una parte del arquetipo que lo compone.

La diferencia entre otras interpretaciones, y la intriga, es que el mundo del internet ha permitido llenar de forma excesiva ese sesgo de información, al grado de generar las condiciones necesarias, para que las teorías de conspiración, hallan renacido en la era digital.

Como todos sabemos, el ciberespacio conectó, amplió, y mejoró la calidad de la información y, por ende, los nichos que tiene consigo. No obstante, también la alejó, desorientó y pervirtió de muchas formas que la transformaron en un arma de doble filo.

En este caso, además de renacer, añadió un nuevo subgénero: las creepypastas, un híbrido renovado entre terror y leyendas urbanas (generalmente de programas televisivos videojuegos y caricaturas), alimentado en su gran mayoría por foros y vídeos.

El pasado 16 de octubre, You Tube, la plataforma digital para compartir vídeos, se cayó de la red a nivel mundial, durante poco más de una hora. Un hecho que tomó por sorpresa a millones de usuarios, pero no por esto, fue algo insólito en redes; recordemos las diferentes veces en que Facebook, Twitter y Whats app han presentado el mismo inconveniente, con variadas diferencias, pero bajo la misma problemática. De no ser por su comunidad, el problema hubiese pasado como una simple falla técnica, sin embargo, este acontecimiento demostró que You Tube es la meca de la conspiración digital.

Sin mayor análisis se eludió la respuesta oficial, y se adujo que el problema de fondo residió en un secreto que intentaba salir a la luz: un vídeo filtrado de la tortura ejercida sobre un “reptiliano”, a manos del “nuevo orden mundial”, o bien, de figuras políticas prominentes. Esta fue la respuesta de decenas de youtubers ante la caída de su espacio.

Por responder a la demanda de inmediatez y facilidad, además de jugar con el morbo que presenta imagen, vídeo y audio, You Tube es la aldea perfecta para el nido de la intriga. Y un comunicador venezolano, ejemplificó el camino a seguir. Me refiero a Ángel David Revilla, mejor conocido como Dross Rotzank; con un estilo de narración electrizante, bajo una edición diseñada cronológicamente a la perfección, y una música de fondo tétrica y expectante, Dross, es sin duda el gurú latinoamericano del terror y la conspiración.

Actualmente, cuenta con 15 millones 454,854 suscriptores en su canal de You Tube, y es el modelo a seguir por cientos de usuarios que, al igual que él, son cautivados por el mundo del complot, y deciden utilizar su estilo para producir más contenido. Los que logran igualar o incluso mejorarlo, elevan cada vez más la afluencia de personas que deciden consultarlos por encima de fuentes más informadas.

Un detalle importante de las teorías de conspiración, es que en su mayoría provienen de Norteamérica, bastaría enlistarlas para observar que es el escenario de muchas de ellas. Sin duda alguna, el vecino del norte, por un lado, capitalizó el fenómeno para convertirlo en una insignia más de su bandera, y por el otro, exportarla como producto al resto del continente.

La historia se puede interpretar desde varios ángulos, pero dentro de ella, hay sucesos que son inobjetables a la hora de escribirla: los hechos con base en fuentes, sean primarias o secundarias. Quienes las alteran, dejan de escribir el pasado y lo convierten en ficción, o, en el mejor de los casos, en historia novelada. Quiénes consumen únicamente esto, limitan su pensamiento, ajustándose a ideas que tarde o temprano, deforman la realidad.

Después de todo, en un mundo en el que internet representa la dicotomía de la información, habría que preguntarse qué vale más: ¿El conocimiento científico, social y humanístico, plenamente comprobado? O bien, ¿los “grandes secretos” del mundo, que la conspiración no para de crear?

Raúl González

Comentócrata, amante de la historia, bibliófilo por vocación, universitario por decisión.