Nuestro 11 de septiembre y el de ellos
11 de septiembre es una fecha dolorosa, de profunda enseñanza. Pero seamos claros, hay dos “11 de septiembre”, el nuestro como latinoamericanos y el de Estados Unidos. Ambos duelen, pues golpearon la conciencia colectiva, al acabar con la vida de gente inocente. Pero no nos confundamos, quien originó ambas tragedias fue el propio gobierno norteamericano. El 11 de septiembre de 1973 contra el Presidente legítimo de Chile, Salvador Allende, con el objetivo de aplastar una increíble y maravillosa experiencia socialista por la vía democrática-electoral, infringir terror en el cono sur para contrarrestar el avance comunista; estrategia regional denominada como operación cóndor.
El otro 11 de septiembre pero de 2001, fue con el objetivo de implementar cambios en las leyes internas de seguridad nacional y de paso, legitimar la invasión a Irak, pues desde la flagrante derrota en Vietnam, todo intento bélico le había costado mucho para convencer a la opinión pública estadounidense. Es decir, crearon con esos atentados inverosímiles, al enemigo perfecto: el terrorismo; aquel que está en todas partes, sin rostro y con distintas ideologías.
La tesis del auto atentado está ya muy documentado. Incluso la fecha elegida para llevarlo acabo, denota la necesidad de borrar el otro 11 de septiembre, el nuestro; cerrar esa herida que desenmascara el verdadero rostro del gobierno gringo, por mantener soguzgado a los paises latinoamericanos, pues de ello depende su hegemonía en el Continente.
Pero lo más importante es insistir en la terca memoria para no olvidar. Salvador Allende sigue siendo un referente obligado en la historia de América Latina. Las palabras de su último discurso mientras las tanquetas intentaban derrumbar las puertas del Palacio de Modena, retumban hoy día, y no debemos dejar que el otro 11 de septiembre las opaque.
Viva Salvador Allende, su ejemplo digno y su lucha.
