Marta Harnecker; la autora que supo hablarle al pueblo
Ismael Hernández Lujano
El sábado 15 de junio murió Marta Harnecker, y como suele suceder, el fallecimiento de las personas es la ocasión para hacer una ponderación de su labor como intelectual y como militante.
Como es sabido, en su natal Chile militó en las filas del catolicismo y fue durante sus estudios de posgrado en Francia cuando, gracias a su contacto con Louis Althusser abrazó el marxismo. De regreso a su país escribió en 1969 Los conceptos elementales del materialismo histórico, libro con el objetivo de divulgar y hacer accesible la versión estructuralista del marxismo de su maestro francés.
Triunfo de Salvador Allende y golpe de Estado en Chile
Un año después Salvador Allende se convirtió en presidente de Chile y comenzó el experimento de construir el socialismo dentro de los marcos de la institucionalidad burguesa. En medio de ese proceso revolucionario, el libro de Harnecker se convirtió en la herramienta a la que con avidez se recurrieron las personas comprometidas con el gobierno de la Unidad Popular y de ahí, se catapultó a los lectores de toda América Latina. Durante el gobierno de Allende, con el propósito expreso de educar políticamente al pueblo chileno, Harnecker escribió los famosos Cuadernos de educación popular, los cuales fueron muy efectivos para explicar a obreros, campesinos y al pueblo en general cuestiones como la explotación capitalista, la lucha de clases y el imperialismo.
Al igual que Los conceptos elementales, estos cuadernillos pasaron de Chile a toda Latinoamérica, pues eran de hecho, parte de la experiencia chilena de la que todo el continente buscaba aprender.
Estas obras iniciales son ampliamente conocidas pero también ampliamente criticadas, muchas veces injustamente. Para muchos el manual de Marta Harnecker es sinónimo de esquematismo, simplificación burda y deformación del marxismo. ¿De dónde viene esta imagen tan negativa de la autora? ¿Es justo este punto de vista, sobre el conjunto de su obra?
Aunque proyectado como una alternativa a los manuales de marxismo-leninismo redactados en la URSS, Los conceptos elementales, carga con las críticas que se hicieron a éstos y todos los manuales en general. Estas críticas pueden resumirse en los siguientes puntos: a) simplifican y esquematizan la obra de Marx, Engels y Lenin y b) tienden a alejar a los militantes de la lectura directa de “los clásicos”.
Sobre lo primero hay que puntualizar dos cosas. El problema fundamental que el marxismo aspira a resolver, es transformar el mundo, por tanto no puede quedar encerrado en pequeños círculos académicos ni ser propiedad de una secta intelectual; para cumplir su cometido de cambiar al mundo, el marxismo aspira a ser hegemónico, es decir, a ser asumido por las masas, sobre todo por la clase obrera.
Gramsci sostenía que la revolución no solamente era un cambio en las estructuras económicas sino una reforma intelectual y moral de toda la sociedad, pero esto “no significa sólo hacer individualmente descubrimientos “originales”, significa también y especialmente difundir críticamente verdades ya descubiertas, “socializarlas”, por así decirlo”. Es decir, que junto a los grandes teóricos, se requiere un ejército de divulgadores eficaces que conviertan en sentido común la nueva concepción del mundo; para triunfar, para ganar la hegemonía, no basta con tener ya redactado El capital, además se requiere un conjunto de difusores que lleve esas ideas de manera sencilla a todos los rincones de la sociedad. Esa es justamente la tarea que Harnecker asumió.
Entonces, la elaboración de manuales y obras de divulgación no son un error en sí mismo sino todo lo contrario, es una necesidad de los procesos de cambio. Quienes desprecian todo manual, toda obra de divulgación o cualquier intento de traducir a un lenguaje popular y sencillo la teoría marxista, no toman en cuenta que Marx revisó y aprobó resúmenes y compendios de El capital como Capital y trabajo, de Johan Most. Y aún más, pasan por alto que Marx mismo escribió diversos textos con la intención de divulgar sus planteamientos y hacerlos asequibles a los obreros ¿o qué otra cosa son Trabajo asalariado y capital o Salario, precio y ganancia, por ejemplo?
Divulgar es compartir con el pueblo las ideas de liberación
Sin embargo, es cierto que todo manual u obra introductoria a cualquier teoría tiende a simplificarla y no puede ser de otro modo. Sin embargo puede haber simplificaciones más o menos afortunadas, más o menos fieles a la teoría original y más o menos esclarecedoras para los legos; en pocas palabras, puede haber buenos manuales y malos manuales. Eso es lo que tendría que discutirse sobre la obra de Harnecker y no despacharla repitiendo lugares comunes contra los manuales en general. Por mi parte, considero que Los conceptos elementales es una buena exposición del marxismo estructuralista del que abreva, y se le pueden hacer las mismas críticas que a él; sin embargo, a pesar de ello, considero que su lectura es útil para cualquier persona que busca comprender el mundo actual y luchar por transformarlo, sin que ello implique suscribir su perspectiva teórica.
En cuanto a lo segundo, que obras como las que comentamos inhiben o sustituyen la lectura directa de los clásicos; es evidente que todo manual que sea realmente tal es solamente un primer acercamiento. En sí mismos, los manuales no contienen nada que impida seguir profundizando y problematizando al marxismo, de hecho, la chilena constantemente nos remite al estudio de las obras originales.
Quizá una de las cosas que se encuentran detrás del desprecio de los manuales en general y las obras de divulgación es la reticencia a salir de la comodidad de los círculos intelectuales universitarios o de los círculos militantes e ir al encuentro del pueblo, poner a prueba la teoría y enfrentar la difícil tarea de convencer, para lo cual hay que hacer un gran esfuerzo pedagógico. Escribir buenos manuales no es fácil, ser un buen divulgador no es fácil, no cualquiera puede hacerlo y, sin embargo, es una tarea indispensable en la batalla de ideas.
Hay una última razón por la que la obra de Harnecker no es justamente valorada: la mayoría de sus críticos no conocen más que sus obras iniciales, por lo tanto, hacen un juicio parcial y sesgado. Luego del golpe de Estado de 1973, la educadora popular se exilió en Cuba y desde ahí se acercó a las más diversas luchas y organizaciones de nuestro continente, desde los años setenta hasta el día de hoy. Entrevistó a decenas de dirigentes de los más variados movimientos, siempre con la intención de aprender de ellos. Mucho de lo que Harnecker decía en sus obras más recientes sobre lo que la izquierda es, lo que puede y debe ser, no era producto de sus especulaciones solitarias sino del diálogo con los sandinistas, con los guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador, los campesinos del Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, o los militares bolivarianos de Venezuela. La recolección de estos testimonios ya es valiosísima en sí misma, y el esfuerzo de extraer de ellos las enseñanzas pertinentes es un mérito adicional.
En suma, Harnecker sabía hablarle al pueblo y también sabía escuchar al pueblo; ese es el doble espíritu que animó toda su labor; en ese sentido es un ejemplo, más allá de las críticas o desacuerdos puntuales que se pueda tener con el contenido de su obra.