¿Para qué han servido las rejas dentro de CU, UNAM?
Cuando se pusieron las rejas en julio de 2017 en algunos puntos dentro de Ciudad Universitaria, no me agradó la idea, sobre todo porque se hizo de forma unilateral y sorpresiva, en un periodo vacacional. De inmediato causó molestia en buena parte de la comunidad universitaria, que criticaron la medida como un paliativo más mediático, que una verdadera solución contra la venta y distribución de estupefacientes dentro del campus universitario. Ya que solamente desplazó a los narcomenudistas de un lugar a otro.
Personalmente me manifesté, de manera pública, en contra de esa decisión, pues mi argumento fue que en tema de seguridad, siempre es mejor que la institución se apoye en sus cuerpos colegiados para fortalecer la legitimidad de las resoluciones, ya que la inseguridad afecta a todos los sectores de la universidad.
La respuesta en aquellos días, por parte de la rectoría, en un Pleno del Consejo Universitario, fue que efectivamente la instalación de rejas en varios puntos de CU y 66 cámaras, no eliminaba la venta de drogas en el campus, pero era una medida que debía hacerse para avanzar en la recuperación de espacios y en la identificación de los presuntos vendedores.
En estos días se cumplen ya dos años de que se instalaron las rejas en CU, y surge entonces la duda: ¿han servido de algo?
Resulta que el verdadero motivo de las rejas fue desplazarlos de lugar dentro del campus, porque era imposible empezar a hacer una labor de inteligencia, de reconocimiento facial de los responsables, ya que se habían instalado de tal manera que lograban cubrirse perfectamente de las cámaras, que por cierto, eran de baja resolución.
Todos sabemos que hacer un operativo policíaco dentro de las instalaciones de la Universidad Nacional, es algo impensable, por las repercusiones políticas que esto representa, así que cualquier acción que tenga que ver con alguna detención legal contra los vendedores de droga, tiene que ser forzosamente fuera de la institución, de ahí la importancia de la tarea de investigación. Se tiene que trabajar en conjunto con las instancias judiciales para entregar las carpetas de reconocimiento facial y hacer las detenciones correspondientes afuera.
La aprehensión más grande que se ha tenido hasta ahora es la de Fernando Chávez, alías El Pechugas, en la plaza comercial Perisur -presunto narcomenudista-, el viernes pasado. Considerado un pez gordo de la venta de droga en las inmediaciones de CU.
Muchos de los que han sido detenidos operan en algunas colonias aledañas como Santo Domingo, donde resguardan la droga. Pareciera sencillo abordarlos con el cuerpo de vigilancia universitaria in situ y remitirlos a las autoridades judiciales, pero hay que recordar que no son los tiempos de los vendedores aislados, sino que es la instalación del crimen organizado, un cartel que desde 2009, con el asesinato de Valderrama como advertencia a todos los distribuidores solitarios, se instalaron en todo CU.
Se detiene a uno de ellos, y al día siguiente ya hay quien lo suple en su labor, sin olvidar a los abogados que los defienden, las amenazas que infringen a quienes los denuncian, su colusión con autoridades policíacas y judiciales, además de que conocen bien cómo evadir la cárcel permanente. Portan una cantidad exacta de droga, para salir rápido, cuentan con una red de informantes.
A pesar de ello, de 2017, cuando se instalaron las rejas, a la fecha, se cuenta con más de 100 detenciones de narcomenudistas. Es decir, las rejas, efectivamente no han erradicado la venta de droga en el campus universitario, pero fue una jugada necesaria dentro del tablero, para no permitirles adueñarse de la Universidad, sólo que en aquellos meses de 2017 no se podía anunciar tal cual la estrategia de seguridad detrás de las rejas, para no restarle eficacia; sin embargo, hacen falta aún más medidas que involucren a todos los sectores universitarios.
Estoy convencido de que el tema de seguridad en el campus universitario, viene a ser un laboratorio nacional, ya que nosotros estamos obligados a erradicar la inseguridad y la violencia generada por la venta de droga, sin el uso de las fuerzas policíacas o el ejército, construyendo comunidad.