Fuego amigo en la oficina. Crónica feminista
Margarita Puebla Cadena*
¡Córrele, que se te hace tarde! ¿Dónde están las llaves del coche?… ¿Cómo es que no están colgadas en su lugar? Y ni a quién echarle la culpa, porque tú venías manejando ayer, así que tú y sólo tú las tenías. Pero ¿dónde demonios las pusiste?… Cálmate y recuerda: ¿qué hiciste al llegar anoche?… Corriste al baño… Allí no están. Y luego… luego… ¡ah, sí! Fuiste a la alacena por la caja de galletas, porque hoy te toca llevar el acta de la junta de profesores y también las galletas y el café…. ¡Ah! ¡Ahí están las dichosas llaves! Bien colocaditas junto a la alacena. ¡Qué alivio!
Bien sabes lo que te van a decir si llegas tarde a la junta: “Qué bueno que se salió con la suya negándose a ser la secretaria permanente del grupo de revisión del plan de estudios maestra. Porque de haber aceptado el encargo estaríamos siempre retrasados en las juntas. Y es que con usted todo acaba en pleito: discute porque la llaman señora, en vez de ingeniera, sin percatarse de que es por respeto; alega porque le sugerimos que sea la secretaria permanente del comité, sin entender que lo hacemos porque reconocemos que las mujeres son mucho más ordenadas y bien hechas que los hombres. En fin, que se inconforma por todo. Está como muy frustrada, colega”.
Ya vas retrasada, con eso de que tuviste que buscar las llaves. Tú siempre llegas a tiempo a las juntas y tenía que ser precisamente hoy, hoy que te toca la minuta y las galletas… Pero, bueno, es el principio de Peter: “si algo puede salir mal, seguro que saldrá”. ¡A correr!
¿Todavía no ha llegado nadie? Por lo visto no. ¡Qué suerte! Ahora a apurarse para conectar la cafetera, distribuir las tazas… ¿Qué es esto? ¿Qué hacen las tazas amontonadas arriba de mi escritorio? ¿Y ese papel qué dice?: “Adela, aquí están las tazas. El café en grano está en el cajón de hasta arriba de mi escritorio. Supongo que serás lo suficiente mujercita para lavarlas y prepararlo.”
¡¿Qué?! No puede ser. No lavó las tazas ni preparó el café porque yo soy mujer… ¿Porque yo soy mujer? ¡¡Porque yo soy mujer!! Pero…
Ya es tarde, maestra. La veo muy pensativa. – El ingeniero Martínez se acerca sonriente.- ¿Le pasa algo?
Es que… ¡la secretaria no preparó el café y dejó las tazas sucias arriba de mi escritorio!
Ya veo. Pero aún es tiempo de que pueda lavarlas a toda prisa y secarlas en lo que deja preparándose al café. Yo le ayudo a llevarlas al baño. ¡Pero apúrese! Está como pasmada y eso no ayuda. ¡Ándele! Le llevo las tazas de dos en dos.
Vuelvo en mí. Son las cinco; ya llevo diez minutos de retraso. Oiga inge: ¿y si usted lava las tazas en lo que yo pongo la cafetera?
¡Ay no! Yo soy muy torpe y luego capaz que se me rompen. Mejor apúrese usted Adela.
Bueno. ¿Y si hacemos al revés? Usted prepara el café mientras yo lavo las tazas y…
¡Cómo cree! Yo no le sé a esa cafetera. Capaz que el café sale cargadísimo o como agua de calcetín. Mejor usted.
Pongo PAUSE mental y me aplico con las tazas, la cafetera y las galletas. Mejor ni pedirle que me ayude a abrir la caja, capaz que se corta los dedos o algo así. La junta es un torbellino y campeo el temporal. Sólo al final vuelvo en mí y siento mucho, mucho coraje.
¿Qué debo entender de esa nota? ¿Qué por ser mujer debo hacer el trabajo de secretaria? ¿O que las tazas y el café son labores femeninas? ¿O que coincide con los que me dijeron que no iba a poder con la carrera de ingeniería? ¿O que no iba a aguantar la carrera de ingeniería? ¿O que…? ¿Qué?
Y yo que creía que ya había ganado la batalla, que ya no tenía que demostrarle a mis profesores que era capaz de entender las materias, a los compañeros que era tan inteligente como ellos, aunque perteneciera al grupo de mujeres inclasificables (por eso de que en la universidad existen tres tipos de mujeres: las bonitas, las feas y las de ingeniería). Pensaba que ya no tenía que demostrar a los compañeros profesores que no considero un honor el ser designada para llevar siempre las minutas de las juntas. ¿Ahora hay que demostrarle a la secretaria que soy lo suficientemente mujer para lavar las tazas y preparar el café?
¿Soy demasiado femenina? ¿O demasiado poco mujer? ¿Soy odiosa y feminazi? ¿O demasiado fea? ¿O qué cosa soy?
¡Ah, pero eso sí! El lunes llego y le digo a la secretaria que, habiendo yo ya demostrado que soy lo suficientemente mujer para poner el café, ahora le toca a ella demostrar que es lo suficientemente mujer para impartir mi clase.
¡Carajo! Fuego amigo.
* Ingeniera civil y psicoterapeuta especializada en psicoanálisis. Académica de la UNAM.