Carta al Sector Salud: sumar fuerzas ante la carencia
*Este artículo fue escrito por un profesional de la salud, quien nos pidió no revelar su identidad. Accedemos a su petición con la finalidad de no causarle conflictos laborales.
En estos días he leído en mis redes sociales, que agrupan de igual forma a profesionales y no profesionales de la salud, diversos comentarios sobre las carencias, los recortes y despidos en los hospitales, particularmente aquellos de alta especialidad o los institutos de tercer y cuarto nivel de atención (dedicados a patologías complejas). Analizamos la situación como “críticos” de los políticos, sin saber exactamente a qué nos referimos: ¿juzgamos por juzgar?
¿Por qué hablar de las carencias en el Sector Salud?
Nuestro país es grande, la densidad poblacional es alta y, de acuerdo a nuestra Constitución, la salud es un derecho humano de mexicanas y mexicanos. Como resultado, se ha creado un sistema hospitalario, bastante extenso, que ante el aumento de enfermedades consideradas complejas requiere cada vez más recursos humanos y materiales. Sumemos los cambios y decisiones políticas, que afectan la administración hospitalaria, la opacidad y la desigualdad en la atención a nuestros pacientes. Para ser cortos, la respuesta es simple: en nuestro país han existido carencias en el sector salud y en grandes instituciones hospitalarias desde hace años.
Es muy fácil atacar, crear riñas políticas en redes sociales y buscar culpables, tanto en el anterior gobierno como en la famosa Cuarta Transformación. Es muy fácil criticar o demeritar las denuncias de nuestras compañeras y compañeros cuando no trabajamos en hospitales, o cuando ejercemos nuestra profesión en hospitales privados. Sin embargo, sólo el personal interno de los hospitales públicos tiene pleno derecho de manifestarse, pues es quien tiene una referencia real sobre el gran problema al que nos enfrentamos como mexicanos.
Para entender la crisis por la que atraviesa nuestro sector salud es necesario vivir el día a día en estas instituciones. La demanda de atención está al tope y los recursos para maniobrar son racionados, completamente lejos de la consulta del hospital privado, al cual acuden aquellos que pueden pagar.
Quiero dejar claro que no estoy en contra de la atención privada, al contrario, es un campo de trabajo honesto del que muchos hemos vivido en algún momento de nuestras vidas. Por el contrario, esta división me lleva a hacer algunas preguntas personales: quienes critican ¿trabajan en un instituto de salud que lo había tenido todo y se ha visto afectado de forma repentina? ¿El despido de personal que estaba contratado por parte de empresas externas (outsoursing) perjudica al personal de base? ¿Por qué otros gobiernos han ignorado las carencias hospitalarias? ¿Nuestra inconformidad transformada en opinología arregla la situación?
Personalmente creo que la respuesta a varias de esas preguntas también es sencilla: en un sistema que ha estado en situación crítica tanto tiempo, que la escalada de los problemas para el personal hospitalario de alto nivel pasaría más temprano que tarde. Desde hace años padecemos la escasez de recursos financieros en las instituciones de salud, pero estos parecían visibles solamente en instituciones de primer y segundo nivel de atención (clínicas y hospitales pequeños). Pese a ello, por años estos establecimientos han brindado una atención adecuada a la circunstancia a pesar de la alta carga de trabajo –basados en el índice enfermera-paciente–, así como los recursos y materiales bajos.
Aún nos negamos a entender la famosa frase que aprendimos en la escuela: “debemos de poner más atención en primer nivel para evitar que la gente se vaya a un tercer nivel”. ¿Por qué? Porque parece aburrido prevenir con vacunas y pláticas de salud. La consecuencia de la falta de prevención son miles de pacientes con diagnósticos y cuadros complicados, que absorben miles de pesos invertidos tanto en atención, como en investigación.
Entre mis colegas corre la frase “eso a mí no me toca”; vociferan “¿cómo yo –enfermera o doctor, egresado del instituto de estudios de posgrado– voy a atender más de cuatro pacientes?” Mientras, en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), una enfermera con la misma educación atiende de ocho a diez pacientes en un turno y lo hace de una manera integral. ¿Qué estamos haciendo para que exista tanta desigualdad en nuestra área de trabajo?
Creo que más allá de nuestros comentarios, debemos preguntarnos: ¿qué podemos hacer nosotros como personal operativo de un hospital para cambiar esta situación? Inicialmente, adaptarnos a los cambios, trabajar de la mejor manera posible con los recursos que tenemos y reconocer en nuestras demandas actuales las demandas de décadas de pauperización del sistema de salud.
Sumemos fuerzas y seamos solidarios. Debe quedarnos claro que los pilares del sector salud no son los institutos ni los hospitales de alta especialidad, por el contrario, es el primer nivel de atención el pilar clave, ese que lleva décadas con recortes, carencias y poco personal. Como mexicanos debemos estar al pendiente de los presupuestos, los planes y las políticas, de la atención a los hospitales de zonas marginadas, de los estados de la República, y en general, de las clínicas de primer nivel de atención.
Para cambiar la situación de salud actual debemos reconocer la carencia sanitaria que se ha vivido durante años y trabajar desde la base.