Huawei, en medio de un conflicto que cambiará al mundo
Juan Manuel Díaz
@juanmadiga|| elcantodelamangosta.blogspo
“El futuro ya está aquí, sólo que no está distribuido uniformemente”.
— William Gibson
Desde hace meses los medios han seguido el conflicto entre el gobierno de Donald Trump y la compañía líder en telecomunicaciones Huawei, empresa china dirigida por Ren Zhengfei. Lo que quizá no queda claro, es que este conflicto determinará el rumbo de uno de los cambios tecnológicos más drásticos que experimentará la civilización humana en los próximos años: el camino hacia el internet de las cosas, a través del 5G.
Encabezados como “Carrera tecnológica en telecomunicaciones”, “Guerra comercial entre EUA y China” o “aquel que controle la red 5G tendrá una enorme ventaja estratégica en esta guerra comercial”; inundan las redes sociales con las nuevas declaraciones del presidente (Trump) naranja preferido de todos. Pero, antes de continuar con el discurso belicista, detengámonos a reflexionar y ser más precisos sobre el que será el desarrollo tecnológico más importante para la historia de la humanidad desde el uso de la energía nuclear (para algunas personas es tal vez más peligroso aún): La tecnología 5G.
¿Qué demonios es la red 5G y por qué es tan importante?
La red 5G se presenta como la “evolución natural” de la tecnología aplicada a las “generaciones” de comunicación móvil. A lo largo de casi cinco décadas, el desarrollo tecnológico en materia de comunicación ha dado saltos exponenciales: desde la posibilidad de comunicarse con un dispositivo sin cables hasta la creación de los smartphones, auténticas mini computadoras de bolsillo. Con este camino avanzado, la red 5G ofrece la posibilidad de conectar miles de dispositivos al mismo tiempo con una velocidad hasta ahora inexistente: veinte veces más rápida que la red actual.
¿Qué tan rápida es esta velocidad? Esta red tendrá la capacidad de transmitir grandes cantidades de datos en muy poco tiempo: ¿fanático de Game Of Thrones? Si vives en occidente, podrás descargar una temporada completa en cuestión de segundos; ¿requieres usar una aplicación que ocupa mucho espacio en tu smartphone? No será necesario descargarla, la nueva red dará paso a la virtualización de una cantidad no estimada de aplicaciones; ¿deseas tener acceso a datos, imágenes o archivos secretos de otras naciones? Pues sí, también es una posibilidad y es peligrosa.
No se trata de una simple aceleración, es un cambio vertiginoso en el juego por la supremacía tecnológica digital y una transición hacia la conectividad permanente. Con ella se abre la puerta a automóviles autónomos, casas “inteligentes”, servicios médicos inmediatos y demás gadgets, miles de cosas que sabes que no necesitas pero que no sabías que sí querías. Con esta fusión entre nuestras vidas y la tecnología, la red 5G bien podría significar el surgimiento del aparato de espionaje más grande que haya existido.
¡Nadie quiere estar fuera de la fiesta!
Es por ello que China y Estados Unidos han demostrado gran preocupación por establecer qué nación lanzará el 5G antes que nadie. Si bien, se habla del desarrollo de nuevas tecnologías en aras de mejorar las condiciones de la humanidad (se estiman hasta 3 millones de nuevos empleos y 500 billones de dólares al Producto Interno Bruto Estadounidense), las motivaciones de ambos Estados tienen otros fines, más cercanos al control y la dominación.
Esta nueva red de comunicaciones significa una rebanada gigante del pastel para el futuro del desarrollo de infraestructuras de internet: redes compuestas por otras redes, Internet de las Cosas, minería de datos y el uso cotidiano de Inteligencias Artificiales en cada uno de nuestros dispositivos conectados, oportunidades de negocios y, (por supuesto) posicionamiento político estratégico.
Pensemos pues que el país que despliegue primero la red 5G tendría a su disposición una cantidad de datos jamás antes vista, que difícilmente podrán ser procesados por humanos. Más aún, se establecería un esquema de poder basado en la posibilidad de espiar y adelantarse a las acciones del adversario: la posibilidad de conocer las debilidades del enemigo y las nuevas reglas para dominar al mundo.
Ojalá esto se tratara de un sueño, o de una fantasía paranoide sacada de la ciencia ficción, pero la historia nos recuerda la tradición imperialista de ambas naciones. Recordemos el largo historial intervencionista de Estados Unidos, su intromisión en conflictos y países de aquellos lugares del mundo que le representan un económico y geopolítico. China no se queda atrás y ha tejido una red de vigilancia que califica a sus ciudadanos basándose en las acciones monitoreadas todo el tiempo por su tecnología de reconocimiento facial y el monitoreo de todas sus interacciones.
La revolución tecnológica del 5G sigue su marcha, y aunque existen muchos comentarios a favor del desarrollo de las nuevas redes de comunicación, no debemos perder la objetividad. La tecnología no es buena o mala per se, pero tampoco es neutral: el desarrollo tecnológico obedece a contextos económico, político sociales. En el caso específico Huawei vs Donald Trump, la pugna gira en torno al interés innegable de dominar el espacio virtual en el que vivimos los conectados a internet.
Sin duda la era 5G de “Internet de todas las cosas” traerá consigo enormes beneficios y cambios en la forma de gestionar bienes y servicios, tanto materiales como virtuales. Las películas se harán realidad y daremos paso a una época de hiper eficiencia: ahorro en combustibles, la automatización de miles de procesos que antes requerían de la acción humana, producción y distribución de bienes de consumo en tiempos record, intervenciones quirúrgicas a distancia, y un gran etcétera. La tecnología cambiará la forma en la que los seres humanos nos relacionamos con el trabajo -o la manera en la que trabajo nos define-.
Asumamos que crear una infraestructura que sostenga las nuevas “nuevas” tecnologías será un proceso largo y paulatino que derramará millones en ganancias; reconozcamos que -si nada cambia- serán pocos los que concentran y se ven favorecidos económicamente por este avance tecnológico. Es ahora claro que lo que China y EEUU pelean va más allá de un arreglo comercial. ¿Quién ganará entonces tal competencia? Por el bien de la humanidad, lo mejor sería que ninguno.