Violencia y narco Estado, un reto frente a las luchas libertarias
Marco García
Vivimos tiempos turbulentos en el país, en donde la violencia es parte de nuestra cotidianidad, en donde ver un descabezado en la nota roja es común. Es preocupante, ya que se normalizan acciones contrarias a la evolución social.
Este fenómeno se desbordó visiblemente en el 2006 cuando el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa declaró la denominada “guerra contra el narcotráfico”, un lastre que no hemos podido superar desde ese entonces.
La violencia no solo se limita a una guerra como la que se experimentó en el siglo XX –la “gran guerra”, como la denominó Eric Hobsbawm–, sino que se mantienen diferentes mecanismos ya utilizados en la guerra sucia durante los años 70 en el país: la tortura, la desaparición, desplazamientos que forman parte de violaciones a los Derechos Humanos y diversos procesos violentos.
Actualmente, estos mecanismos se fusionan con el fenómeno del narcotráfico y se convierten en el denominado “Narco Estado”, un conjunto de organizaciones que, por un lado, representan al Estado como el ente abstracto que ejerce el monopolio legal de la violencia –en palabras de Max Weber– y, por otro, al narcotráfico como fenómeno que ha roto el tejido social. El narco se convierte en una herramienta útil para el Estado no sólo por ejercer la violencia, sino miedo en la población con el fin de generar control sobre ella.
Sin embargo, también vivimos en un sistema globalizado, producto de otra mutación del sistema capitalista en donde la lógica del capital y del valor son elementos indispensables para que funcione, es decir, reducir al humano como una mercancía más y quitarle la esencia humana, individualizarlo y limitarlo a una lógica laboral que se rige bajo una rutina y una ensimismamiento del sujeto construido bajo un sistema voraz que se beneficia.
La pregunta es: ¿qué relación tienen narcotráfico y Estado? Porque, la realidad que vivimos en el país es cruda y es necesario comprender estos dos elementos para analizar cómo es que el narcotráfico se ha expandido bajo diferentes mecanismos, al grado de permear en la cultura del país y convertirse en un modelo aspiracional para generar un estatus.
El narcotráfico también una forma alternativa de sobrevivencia del campesino debido a la precarización que generan los sistemas económico y político. Es más “fácil” para el campesino trabajar para el narco sembrando amapola que cosechando frijol, arroz, etc. Para el joven es “fácil” trabajar como sicario, ya que le ofrece estatus y dinero rápido, a diferencia de lo que ofrece estudiar y, al terminar, enfrentarse al desempleo y salarios paupérrimos.
Este fenómeno ha crecido a tal grado que es una activa herramienta del Estado e, incluso, los altos funcionarios la usan de manera sistemática como parte de un proceso impulsado por el propio Estado, que se les salió de control y generó una violencia que desborda las calles.
En el pasado, hablar de desapariciones era un hecho lejano que ocurría en los años 70. Hoy existe una alta tasa de feminicidios, secuestros y homicidios en el Estado de México, sus habitantes son sujetos vulnerables. Blancos de esta violencia constante son mujeres, migrantes, pueblos originarios y jóvenes.
Por otro lado, tenemos al narcotráfico como un desestabilizador de tejido social a partir del ejercicio del miedo a través de la violencia.
Aquel sujeto que realice cualquier acción subversiva como la defensa de la libertad y autonomía y ejerza mecanismos que estén por fuera del Estado, son reprimidos, pero no como solían ser en los años 60’s y 70’s; ahora el mecanismo cambia, ya que el narcotráfico es el elemento para ejercer represión, ahora ellos son los que desaparecen, asesinan y torturan bajo mecanismos inimaginables de horror.
El narcotráfico es una organización enteramente empresarial derivada de la visión capitalista, neoliberal y global. Dentro de su natural clandestinidad, sirve como elemento represor del Estado para romper el tejido social, en el sentido que copta las luchas libertarias, infiltrando a sus propios elementos activos en el narcotráfico, corrompiendo a organizaciones locales, como es el caso de las policías comunitarias.Mención aparte merecen las desapariciones forzadas, como es el caso de los 43 de Ayotzinapa, donde se palpa de una manera colectiva que la situación del país es cada vez más grave.
Si bien es cierto, no todo está perdido ya que existen resistencias que no sólo enfrentan al Estado y al sistema globalizador, también enfrentan al narcotráfico manifestado en el Narco Estado.
Estado, empresa y narcotráfico son elementos del capitalismo y responden a sus propios intereses. A partir de estos elementos podemos comprender con exactitud el mencionado Narco Estado, que no es más que otro híbrido a causa de la estructura corrupta del gobierno mexicano que opera con una violencia cotidiana desbordada en las calles.
En el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa se declaró la guerra contra el narcotráfico. Es así como explota el monstruo de la mafia del narcotráfico mexicano que, aunque operaba desde hace años con sigilo, responde a esta declaración con extrema violencia. Finalmente, por más contradictorio que parezca, el narco no es más que la suma de grupos que están coludidos en él poder.
Toda representación política es una pantalla y, por tanto, un obstáculo para la fusión de fuerzas, y aquí hallamos una de las raíces de cómo el Narco-Estado opera para romper el tejido social y no exista una organización que se oponga con fuerza ante esta situación.
Ejemplos de lucha son las policías comunitarias en Guerrero y Michoacán, principalmente, pero hay mucho por delante para consolidar proyectos que generen resistencia frente al Narco-Estado y sus mecanismos para ejercer violencia.
Lo importante es comprender como este Narco-Estado propicia las condiciones de inseguridad y pobreza, para que los pueblos originarios se vean obligados a sembrar amapola o goma de opio como una vía de subsistencia a la precariedad que arroja el sistema.
Por otro lado, el capital se erige como autónomo y se construye un tejido social fragmentado a partir de una organización en disputa, llámese territorio o cuerpo. Bajo esta lógica opera este fenómeno.
Por otro lado las luchas libertarias tienen la tarea de generar mecanismos adelantados al Estado, debido a que éste las copta por medio de su lacayo, el narcotráfico. Estos mecanismos se basan en generar un tejido social auto organizado que reflexione desde dónde se concibe su propia lucha, empodere a los propios sujetos que viven estas situaciones para que aprovechen las crisis y sean agentes de un cambio palpable y útil para la comunidad.
Que esa fuerza y esa reflexión nos permita salir de este mundo domesticado y violento.