De Norte a Sur Opinión

El tren transístmico: ¿realidad o utopía?


27 noviembre, 2018 @ 7:19 am

El tren transístmico: ¿realidad o utopía?

 

Raciel Rivas

Tomás Moro (1438-1535) imaginó una sociedad muy distinta de la que él habitaba en  su época; una sociedad donde prevaleciera la propiedad común frente a la propiedad privada; con casas construidas de un modo tal que armonizara la relación del habitante con su región geográfica; un espacio donde la jornada laboral fuera mínima y diera los frutos para una vida extensa y cómoda; esta sociedad idílica fue nombrada por Moro: Utopía.

El Istmo de Tehuantepec, a quinientos años de la publicación de Utopía (1516) no se encuentra tan distante de esta ciudad inusitada. Curiosamente, con la llegada de los españoles a esta región zapoteca entonces llamada Guisii (Calor reverberante), el Istmo zapoteca era nombrado por Hernán Cortés en sus Cartas de Relación al emperador Carlos V como “el secreto del estrecho”: nadie quería que el “viejo mundo” se enterara de este Istmo del “Mundus Novus” que conectaría a occidente con oriente posibilitando así no sólo la conquista de un continente sino de todo el mundo ¡Vaya imaginación nada menor a la de Tomás Moro!

Transitaron muchos años y con ellos muchos hombres animados por el espíritu de posesión que sumergidos en la frondosidad de estas tierras zapotecas deseaban apropiarse del paso que les permitiría conectar sus sueños y sus mercancías entre Asia y toda Europa. El país, visto desde el mapa como una inmensa cornucopia, ¿no era acaso aquella misma geografía que describía el pensador inglés en su obra idílica? Si la misma Utopía que describía Tomás Moro tenía un “Istmo” del que fue separada para dejarla aislada en la generosa inmensidad del océano.  Quinientos años desde la aparición de América y la obra de Tomás Moro, pero miles y miles de idealizaciones en torno al Istmo tehuantepecano.

Alexander Von Humboldt en su Ensayo Político sobre la Nueva España (1811), dos siglos después de los primeros utopistas, vuelve a posicionar al Istmo de Tehuantepec como el lugar más estratégico para el paso comercial tan anhelado, no obstante haber encontrado otras dos utopías: el Darién y el Istmo de Panamá.

Los intentos internacionales de intervención, ya en el independiente territorio mexicano, no dejaron fuera de la mira al istmo oaxaqueño, y sin duda, el momento más crucial y peligroso para el porvenir de la región zapoteca fue el de la tensión diplomática en la época del gobierno del presidente Benito Juárez con la negociación del Tratado Mclane Ocampo, mismo que de haberse ratificado por el senado estadunidense habría propiciado el “paso a perpetuidad” de mercancías norteamericanas por el istmo mexicano. El destino de la nación no correspondió, por fortuna, con dicha negociación internacional.

Tras años de incertidumbre y atractivo por esta región oaxaqueña no fue sino hasta la llegada del presidente Porfirio Díaz que el Istmo oaxaqueño se posicionó nuevamente en el centro del escenario internacional pero con una nueva disposición de las naciones, ya no para invadir el territorio, sino para cooperar con el Estado mexicano para un estructurado desarrollo comercial. En 1907, ya con la culminación de la revolución industrial en Europa, Porfirio Díaz inaugura por vez primera el ferrocarril transístmico que cruzaría en el mes de enero la ruta tan anhelada cientos de años atrás desde el puerto de Salina Cruz (Golfo de Tehuantepec) hasta Coatzacoalcos (Veracruz) acompañado de un centenar de cancilleres, diplomáticos e industriales representantes de distintos países. No obstante, el estallido de la Revolución Mexicana detuvo el tren de las ensoñaciones que viajaría por las vías del “progreso” mexicano.  Todo el siglo XX con apenas pocas luces de aquella impetuosa locomotora del  Ferrocarril Nacional de Tehuantepec.

Ya en el nuevo siglo, este mismo que habitamos, los anhelos de crecimiento económico nacional  han puesto nuevos sueños sobre las vías de aquel tren otrora construido y detenido. El Plan Puebla Panamá, las Zonas Económicas Especiales en los pasados sexenios, y ahora con la llegada del nuevo presidente electo Andrés Manuel López Obrador el Istmo de Tehuantepec vuelve a brillar. 111 años desde la inauguración del Tren Transístmico por Porfirio Díaz y ahora el presidente López Obrador con el mismo título de antaño nombra su nuevo reto político y económico.

¿Será que acaso ahora sí se pueda echar a andar la máquina del “progreso” que tanto anhelaba la nación en 1907? ¿Será posible que el Tren Transístmico sea una realidad o es el destino de “utopía” ser siempre una perfección inalcanzable? Más aún, ¿si se logrará volver a encender la locomotora beneficiaría a las comunidades indígenas que habitan la región como en Utopía reinaba la propiedad común? ¿Será este tren útil no solo para los intereses transnacionales y sí para el desarrollo nacional dejando así todo estigma de intervención extranjera? ¿Será que “utopía” exista? Han pasado quinientos años desde que se le sigue intentando encontrar, y cien años desde que comenzaba a tomar forma real el camino de hierro hacia ella, mas no hemos llegado. ¿Será que nosotros los contemporáneos podamos verla al fin y hacer un poco de justicia a todos los sobre esfuerzos y sueños de nuestros antepasados? Ya es 2018 y solo tenemos menos de cien años para lograrlo.

4 de marzo, 1990. Tehuantepec, Oaxaca. Estudiante de posgrado en Filosofía Política y Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM.