Dos estudiantes diseñaron CU en 1946
Armando Franco; la otra historia de la construcción de CU
“Quiero que conozcas a un señor, fue uno de los arquitectos que hizo el proyecto original de Ciudad Universitaria” dijo un día mi tío, recién había entrado a la Facultad de Arquitectura en el 2012. Lo primero que me vino a la cabeza fueron los nombres de Mario Pani, Enrique del Moral y Carlos Lazo, pues eran los arquitectos que más salen en la historia oficial de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México)… pero ya estaban muertos. “Se llama Armando Franco, vamos a desayunar con él”.
Días después, sentado en un Sanborns al sur de la Ciudad de México, nos esperaba una de las mentes maestras que trazó el plano original de Ciudad Universitaria. Un hombre de 90 años -delgado, vestido con un traje color café, cabello blanco y una boina-, el cual se paró ágilmente para saludarnos. Después de una charla introductoria y pedir el desayuno, comenzó a contarnos con entusiasmo una historia que pocos saben.
El concurso para el diseño de CU
En 1946 él y Teodoro González de León eran buenos amigos en su cuarto año de arquitectura. Estudiaban en la Academia de San Carlos y trabajaban en el despacho de Mario Pani, uno de los arquitectos más influyentes de México.
Se había lanzado una convocatoria nacional para proponer el plan maestro del campus central de la Universidad. Se construiría en las afueras de la Ciudad de México, en un predio de 730 hectáreas. La zona del Pedregal era virgen, estaba cubierta por roca volcánica y carecía de servicios básicos como el agua, la electricidad o transporte. Dentro de la Academia de San Carlos hubo una convocatoria interna en la que sólo los profesores podían participar. El que fuera ganador, coordinaría una propuesta más completa que se presentaría a nivel nacional, y finalmente el proyecto ganador sería el hogar de cientos de miles de estudiantes a lo largo de la historia. Armando y Teodoro dibujaron la propuesta de Mario Pani en su despacho, pero no les satisfacía.
El diseño original
Armando perdió la mirada en el recuerdo lejano mientras movía las manos como si colgara ropa en un tendedero “Cuando se entregaron los proyectos de los profesores, se colgaron todos en la pared de un taller a puerta cerrada —continuó— un amigo nuestro (Enrique Molinar) estaba cuidando la puerta. Le pedimos que nos dejara entrar, estaba prohibido” al final lograron ingresar y vieron todas las propuestas rápidamente. La sorpresa fue inmediata: todas eran terribles. “Así que decidimos hacer la nuestra” me dijo Franco, con un brillo travieso en sus ojos azules.
Según sus palabras, los otros arquitectos no visitaron el sitio, puesto que no creían que fuera importante, todo era vegetación y roca volcánica. La imagen de los dos amigos trepando por la roca volcánica se volvió fascinante mientras me contaba que habían encontrado un cráter gigante y habían decidido —aquí va ir el estadio—, dijo sonriente.
Enrique Molinar les prestó su despacho con un restirador y los dos estudiantes trabajaron, a sabiendas de que probablemente no serviría de nada, pues ya se había dado el fallo del concurso en la Academia de San Carlos. Mario Pani y Enrique del Moral habían sido elegidos.
Inicia la travesía
Molinar tuvo otro papel decisivo en el curso de esta historia. Armando recuerda que la oficina del entonces director del Colegio, José Villagrán, estaba en el último piso. Teodoro y él se encontraban sentados en el pasillo mientras Molinar filtraba su plano a las manos del Maestro Villagrán.
Se dice (también por versión del propio Teodoro) que Villagrán abrió el plano frente a Pani y Del Moral y quedó perplejo. Declaró que no había propuesta mejor y que esa sería sobre la que trabajarían en la Academia de San Carlos. Pani, famoso por su alto ego se enfureció. Sus propios alumnos le habían quitado el privilegio de diseñar la Ciudad Universitaria más grande de Latinoamérica.
Por supuesto, los jóvenes estudiantes perdieron el trabajo en el despacho de Pani. Armando relata que les pusieron el pie a cada paso para que no pudieran dirigir el taller de profesores que se encargaba de afinar la propuesta para el concurso nacional. A partir de ese primer plan maestro, se fueron desarrollando los elementos generales. Después, los 9 profesores de proyectos de San Carlos se dividieron cada uno un edificio. “Pani nos sacó del proyecto con el argumento de que no estábamos titulados. Lo único que sí nos dejaron hacer fue la maqueta”.
La premiación
Llegó el día de la premiación. ¡La Academia de San Carlos lo había logrado! Sin embargo, a pesar de la magnitud del evento, Armando cuenta con despecho “No nos dejaron salir en una sola foto”.
Lo que siguió fue historia. La construcción de Ciudad Universitaria de la UNAM, uno de los hitos de arquitectura mexicana, en el que más de 60 arquitectos y artistas trabajaron: Luis Barragán, Félix Candela, Juan O’Gorman, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Carlos Lazo y por supuesto Mario Pani, son algunos de los nombres que resaltan. Se convirtió en un laboratorio de experimentos urbanos de México y una semilla de identidad para los mexicanos.
En cuanto a los dos estudiantes, Armando y Teodoro, aplicaron para una beca en París pero sólo Teodoro la obtuvo, quien estudió con Le Corbusier, el padre de la arquitectura moderna, y al volver a México subió a la fama, como espuma, al diseñar el Auditorio Nacional, “El Pantalón” en Santa Fe, el Colegio de México, el Museo Tamayo, o su última obra, que no pudo ver terminada antes de morir en el 2016, la Torre Manacar, entre otras. Armando se dedicó a trabajos más discretos, se separó de Teodoro al tener una visión diferente y estuvo asociado con el arquitecto Abraham Zabludovsky con el que construyó la escuela Monte Sinaí. Sin embargo, su nombre no transcendió y sólo hasta hace pocos años se empezó a colar entre murmullos y renglones en la historia de Ciudad Universitaria.
Agradezco a mi tío Miguel por haberme presentado a tan importante personaje, al hombre que a sus 96 años es el último arquitecto vivo que participó en la construcción de Ciudad Universitaria.