De Norte a Sur Opinión

Lecciones de realidad para la alta burocracia


unogermango

3 agosto, 2018 @ 12:58 pm

Lecciones de realidad para la alta burocracia

@unogermango

“El cambio de vida supone creencia.” Luis Villoro

La alta burocracia y los pobres niños

La alta burocracia mexicana no tiene ni puta idea de la realidad. No se puede establecer esta certeza sino con palabras tan contundentes. Después de la insurrección electoral del 1 de julio en México, es necesario dejar de pensar en eufemismos para ejemplificar la conducta de los todavía gobernantes. Quienes aún detentan el poder son ladrones en su mayoría; si no lo son, son cómplices; si tampoco lo son, son negligentes; y en el mejor de los casos, sólo son ineptos.

La vida ha sido generosa con ellos. Mejor dicho, ellos mismos han sido extremadamente espléndidos con ellos mismos gracias al dinero de los mexicanos y eso los ha llevado a perderse en una realidad ficticia de la que no será fácil salir.

Desde que Andrés Manuel López Obrador anunció que los sueldos de los altos funcionarios serán rebajados y que nadie podrá ganar, por ley, más que el presidente, el país se ha dividido en dos tipos de personas: los que aplauden la iniciativa, que se cuentan por decenas de millones; y los que patalean al borde de un ataque de nervios, y que se cuentan en apenas unas cuantas decenas de miles. Es decir (para recalcar), la mayoría celebra y una miserable minoría lloriquea.

Este artículo está dedicado a una señora que se llama Xóchitl Gálvez, pero puede dedicarse a muchos funcionarios que no tienen idea del país en que les ha tocado vivir. Gálvez es panista, fue delegada, y trabajó para Vicente Fox. Ha sido una funcionaria de mediano peso, pero sus declaraciones nos hacen pensar que vive en una burbuja aislante de las realidades del país. Y eso sólo sucede cuando se tiene mucho dinero.

“Bajar sueldo a funcionarios propiciaría corrupción”, fue la frase con la que Gálvez llegó a los titulares de los diarios. La misma idea que arguyó Luis María Aguilar, presidente de la Suprema Corte de Justicia, pero éste agregó que su elevadísimo sueldo es para no recibir “presiones externas”, es decir, sobornos. Y es, resumida, la misma tesis de Javier Lozano Alarcón, actual senador, quien dijo, sin sutilezas, “si me bajan el sueldo, me pongo a robar”.

Xóchitl Gálvez también fue específica. Le preocupan los niños de los funcionarios porque muchos de ellos estudian en escuelas privadas y si les bajan el sueldo, ¿qué van a hacer? El absurdo se vuelve ridículo en un país de 130 millones de habitantes, más de la mitad de ellos en pobreza extrema: extrema, que les cuesta mucho conseguir algo para comer todos los días.

Dosis de realidad

En una mente tan diminuta a fuerza de dinero, como la de los funcionarios mencionados, no cabe la realidad. Pero se la haremos entender con palitos, bolitas, y numeritos.

Paso 1: revise un periódico y dígame si en este país, tan devastado, un funcionario merece que le paguen más de cien mil pesos. Matanzas, secuestros, violaciones, robos, limosneros, niños con hambre, ancianos indigentes, falta de empleo, productos caros y muchísimo más, son producto de funcionarios ineficaces. Aun así, sus sueldos son altísimos.

Paso 2: comparemos el sueldo que gana actualmente un senador con el salario mensual de un profesor, pero no de cualquier profesor, sino de un profesor de la UNAM, la Universidad Nacional, la que tiene más de cien años y es la mayor formadora de profesionales, el máximo orgullo educativo de México.

Paso 3: indignémonos.

Sueldo actual de senador: 171,000 pesos mensuales. El sueldo es en bruto, sin contar con bonos, vales de gasolina, teléfono celular, comida, viáticos, muebles para oficina, chofer, asesores, altísimos aguinaldos, etcétera.

Sueldo de profesor de la UNAM con 30 horas de clase a la semana: 10,800 pesos. Sueldo bruto y sólo el 20% de la plantilla docente alcanza tener esa cantidad de horas, la mayoría cubren algunas y de ahí pagan su traslado a la institución, compran material para su clase, se pagan su comida, pagan su propio teléfono celular, su propio auto y su gasolina.

Sueldo de profesor con 4 horas a la semana: 1,440 pesos al mes.

Explicado con ejemplos a la señora Gálvez, al señor ministro de justicia, y al tal Lozano:

Despedida… para ellos

En un país con la mitad de su población en la pobreza, es increíble que quienes han sido sus funcionarios les moleste ganar entre 50 y 100 mil pesos. Y algunos comentarios son atroces: que es indigno, que es de mediocres, que es un insulto. Es importante que reconsideren, entonces, dejar de ser insultados y para no parecer mediocres o indignos, se muden hacia la iniciativa privada, donde, por supuesto, fracasarán. Es evidente que su paso por las instituciones ha sido desastroso. ¿Acaso habrá empresas donde puedan cometer tantos errores sin que paguen las consecuencias con su despido?

Hay millares de personas que podrían ejercer cargos públicos importantes de manera más eficiente. Mejor preparadas, pero sobre todo, honestas. Un sueldo de tal magnitud es una remuneración no sólo digna, sino elevada en un país en ruinas. La costumbre de ganar excesivamente sin hacer nada, debe comenzar a evaporarse.

A pesar de las advertencias de Andrés Manuel, el presidente electo, sobre el amor y la  paz reinantes, la civilidad política, y la amnistía a los funcionarios ladrones, se debe presionar para terminar con esta especie de empleados de gobierno. No importa lo que diga el presidente: es necesario echarlos de las administraciones públicas. No debe haber un resquicio para la fauna nociva que pulula en los pasillos de los edificios gubernamentales.

¿Cómo dejamos que creciera esta “nobleza” en la administración pública? Es incomprensible. Pero ahí están. Y ya nos advirtieron que se corromperán. No debemos dejar de vigilar sus movimientos.

Imagen: Ruiz-Healy Times

 

Editor de contenidos en la Revista Consideraciones. Profesor de la UNAM y estudioso del comportamiento de los gatos. El lenguaje lo es todo.