Hagamos nuestra lengua de verdad nuestra
¿Qué tan capaces somos de transformar la lengua? Si bien es cierto que los hablantes transformamos la lengua también es cierto que no somos conscientes de los cambios que generamos.
La lucha feminista busca generar consciencia sobre equidad de género desde la lengua y mucho se ha dicho acerca del tercer género gramatical que sería sustituir cualquier marca de género por la letra “e”: amigues, yo quiero pedirles paciencie.
El lenguaje incluyente más allá de mutilar nuestra ya compleja gramática busca la convencionalidad de ciertas palabras y al mismo tiempo pretende dejarlas claras desde el principio.
Para matar dos pájaros y no pájares de un tiro está el ejemplo de la palabra “modisto”: palabra aceptada por la RAE hace mucho tiempo y que surgió de su “opuesto” en género gramatical por la falta de inclusión que sentían los hombres que se dedicaban a la moda.
Los modistos lograron adueñarse de la lengua y hacer que su palabra desde la arbitrariedad fuera aceptada por toda la comunidad, el otro pájaro es sobre la opacidad y la claridad, pues si unas líneas arriba no estuviera la breve historia de la palabra modisto, probablemente esa palabra seguiría siendo opaca para muchos.
La lengua tiene tanta arbitrariedad como convencionalidad, esto quiere decir que, al nombrar algún objeto, fenómeno o cualquier otra cosa nueva, se parte de la arbitrariedad y si ese nuevo nombre es aceptado por la comunidad se vuelve convencional. Como usuarios de la lengua, los hablantes debemos respetar la relación entre significado y significante que generó la convencionalidad, si no corremos el riesgo de no ser comprendidos.
El otro factor es la opacidad y la claridad de las palabras, es decir, cuando no conocemos el origen de una palabra, mas no el significado, podemos decir que es opaca, y evidentemente es clara cuando conocemos su origen.
La palabra “presidenta” ya sabemos todos que gramaticalmente no existe, que la única palabra correcta es “presidente” el participio activo del verbo presidir, sí, sí. Sin embargo, como ya dije, hace muchos años la RAE aceptó la palabra modisto porque había hombres que no se identificaban con “modista”, esa misma Real Academia dice que la palabra “sirvienta” es correcta a pesar de ser una palabra inexistente gramaticalmente hablando, pues la palabra que deberíamos usar es “sirviente”, ya que es el participio activo del verbo “servir”. Esto podría resumirse en la disposición que tenemos para visibilizar a las mujeres en cargos, oficios o profesiones que relacionamos más con hombres.
Como entusiastas de la lengua debemos aceptar que la lengua está viva y es libre, sin embargo, es imperativo reflexionar acerca de la misma y poder realizar cambios que consideremos pertinentes para mejorar nuestra configuración social.
Al ser conscientes del efecto que tiene la lengua en nuestra percepción de la vida y del mundo podemos manipularla para reconfigurar ciertas partes de nuestra sociedad para así formar espacios más incluyentes y que poco a poco estas nuevas formas vayan ganando terreno en el imaginario de los usuarios del español y en algunos años (esperemos sean pocos) sean parte de la convencionalidad y ya nadie piense que “TODOS los niños” incluye a las niñas porque la RAE dice que en caso de pluralidad el masculino responde a ambos géneros, pero si hay 9 niñas y 1 niño para mí no existe equidad, en ese caso estamos oscureciendo la presencia femenina por sólo un hombre.
Cada uno de los hablantes somos responsables del uso que le damos a la lengua, ya que la lengua por sí misma no es sexista, machista, ni excluyente, pero sí lo es el uso que le demos, por eso mismo los invito a reflexionar sobre la lengua, sobre el uso que le damos y sobre todo a intentar mejorar lo que representamos al hablar.