¿y dónde quedó la mafia del poder?
José Olguín
@joseolguin_
En repetidas ocasiones hemos escuchado de voz de Andrés Manuel López Obrador el concepto de la mafia del poder, el cual se ha ido puliendo en cada mitin, entrevista y debate público, desde aquél encuentro que tuvo frente a Diego Fernández de Cevallos durante su candidatura a Jefe de Gobierno en el año 2000, donde sostuvo la existencia de un grupo compacto, algo muy parecido a una mafia, donde intervienen banqueros, hombres de negocios vinculados al poder, tecnócratas, políticos corruptos, que han utilizado el poder público para beneficio de minorías a costa del sufrimiento de la mayoría de la gente; fue esta misma mafia la que liderada por el ex presidente Carlos Salinas de Gortari había impedido su llegada a la Presidencia.
Este concepto fue repetido una y otra vez durante dieciocho años, al grado de ser considerado por muchos como una obsesión que rayaba en la locura, y fue utilizada de una manera tergiversada por sus opositores para generar miedo entre los pequeños y medianos empresarios, y presionarlo ante la posible cancelación del proyecto del Nuevo Aeropuerto. Sin embargo, en el Programa Tercer Grado de Televisa señaló que no todos los empresarios pertenecen a la mafia del poder y que solo se trataba de un concepto pedagógico de fácil entendimiento para evitar un lenguaje rebuscado, aclaración que no implicó una contradicción de su parte, pero era necesaria en ese momento.
Ahora estamos en un nuevo escenario, donde parece ser que esa mafia desapareció, sus miembros han sido los primeros en felicitarle, cartas firmadas por sus principales representantes, el expresidente priista Carlos Salinas de Gortari y el líder panista Diego Fernández de Cevallos, con un su sentido democrático inusual se congratulan y reconocen su triunfo. Las puertas de Palacio Nacional se abren en su totalidad para recibir al virtual presidente electo, en un modesto carro blanco, sin escoltas ni camionetas blindadas, con cientos de simpatizantes en la entrada esperando su llegada, en unos cuantos días, incluso horas, esos políticos corruptos y empresarios que durante años impidieron su ascenso, hoy lo reciben con los brazos abiertos.
A la salida, el discurso de Andrés Manuel López Obrador se llena de elogios hacia Enrique Peña Nieto, y hacia todo aquél que en posteriores reuniones lo reconozca indiscutiblemente como Presidente electo, sin rencores, ni resentimientos, actúa como si nunca hubiera habido una afrenta contra él, incomprensible y hasta criticable su trato hacia personas que no solamente lo han ofendido a él, sino también se han enriquecido gracias a la explotación y saqueo del pueblo mexicano.
Acaso ¿será este el proceso de reconciliación?
La realidad es que Andrés Manuel López Obrador aún no es Presidente de la República, ni legalmente considerado electo, incluso la transición fue postergada hasta septiembre que le sea entrega la constancia de mayoría por parte del Tribunal Electoral, con estricto apego a la legalidad y respeto hacia una de tantas instituciones a cuyos dueños mandó al diablo hace algunos años y en la cual sus magistrados continúan respondiendo a cuotas partidarias del partido que los designa.
El Congreso de la Unión que le tomará la protesta aún no inicia funciones, la banda presidencial está a casi cinco meses de distancia, aún no se convierte en el comandante supremo de las fuerzas armadas, formalmente no puede ejercer su facultad de designar libremente a su gabinete, en pocas palabras, lo único que lo acompaña es la legitimidad que le brinda un pueblo en masa al reconocerlo como su principal caudillo en esta cuarta transformación, y que este domingo lo ratificó con poco más del 53% de los votos obtenidos en la elección presidencial.
Mientras cierta parte de la población y medios de comunicación cubren la nota sobre qué atuendo portó Beatriz Gutiérrez Müller luego de que se declarará electo a su esposo, se habla sobre el cabello de su hijo menor o se critica a un diputado electo de MORENA por tener tatuajes. El país pareciera se divide entre quienes defienden o justifican cada decisión de Andrés Manuel frente a quienes están esperando con ansías su primer error para señalarlo; cuando la realidad es que todos somos mexicanos, y estamos en el mismo barco. Como en cualquier democracia podemos criticar sus errores, pero también debemos estar dispuestos a reconocer sus logros y aciertos, lo que no podemos permitir es tener un Presidente pasivo que sea incapaz de tomar una decisión.
En este proceso de reconciliación debemos entender que las campañas han terminado, no podemos seguir poniendo a un partido político por encima de la Nación, existen muchas heridas abiertas y solo un sexenio para curarlas. El único gobierno que puede y debe ser evaluado es el saliente, si hacemos de cada crítica a Andrés Manuel una batalla, sin terminar de comprender que el problema no es con los de abajo, llegaremos desgastados a la verdadera lucha durante el gobierno, que será dominar a los poderosos de aquella mafia que por el momento pareciera extinta, pero está reagrupándose en silencio y atacarán en cuanto vean amenazados sus privilegios. No bajemos la guardia y pensemos ¿Con qué fuerzas cuenta Andrés Manuel? y ¿Quiénes se le opondrían?
Retomo un consejo que Carlos Fuentes en su novela la Silla del Águila le dejó a Andrés Manuel, o por lo menos al personaje de un candidato presidencial muy similar a él, de nombre Tomás Moro:
No anuncies lo que vas a hacer. Espera. No comas ansias. Hazlo cuando estés sentado en la Silla, como mi general Cárdenas. No destruyas al sistema. Eres parte de él. Bueno o malo, no tenemos otro. ¿Con qué lo vas a reemplazar? Esas cosas no se improvisan de la noche a la mañana.
Deseando lo cumpla y no corra con la misma suerte que Tomás Moro.
Sonrían, juntos estamos haciendo historia.