El troll de los martes y el debate presidencial
Como ya es martes, les saluda el Troll de los martes (se escuchan bostezos de los godínez que se levantaron a las 5:30 am).
Perdonarán la ronquera, pero desde el primer debate presidencial nomás no puedo parar de reír. Primero, las charlas previas al debate, que es lo mismo que el “precopeo”; luego, el debate, que es lo mismo que “el guisado”; y al final, los posdebates. ¿Qué se hace en un posdebate? Pos… debatir, ¿no? (Se escuchan las risas grabadas que preparamos para este momento tan especial cuando empezamos con los chistoretes).
El caso es que ha sido el domingo más divertido desde… No. No hay domingos divertidos. Sólo éste y fue porque los candidatos para presidente tienen la comedia en las venas. Excepto José Antonio Meade. Ese pobre no hace reír ni siquiera por la cara que tiene (se escucha, al fondo, una risa de burro).
Resulta que el debate sólo tuvo un tópico: escupir hacia arriba. ¿A qué político se le ocurre hablar contra la corrupción sabiendo que no les confiarían ni el cambio de las tortillas? Hablan de inseguridad pero siempre van acompañados de guaruras; presumen su trabajo y sus cargos pero son quienes nos han llevado directito a las puertas del averno. Nomás estaba esperando a ver a quién de ellos empezaba a sangrarle la boca por la mordida asesina que se iba a propinar con sus propios dientes. Y ahí, el tal Meade corría más peligro, no por sus dientes mazorquinos, sino porque es del PRI, el partido político en cuyas filas suman más de mil años de cárcel entre varios de sus dirigentes (Se escucha el característico chiflido posterior a la frase “¡la porra te saluda!”.
Hubiera sido lo mejor que le pasara: morderse la lengua y sangrar. Al menos hubiera llamado la atención y nos hubiera salvado a todos de babear de sueño cada vez que abría la boca. Desde la comparecencia de Mark Zuckerberg ante el senado gringo, no teníamos noticia de un robot que hablara en público. Los del PRI debieron invertir en un robot con emociones porque este les salió chafa y lo mismo dice “se murió mi perro” que “se perdió mi lápiz”, con la misma emoción que emana una puerta cerrada a las dos de la tarde.
Nos gustaría hablar de todos los candidatos, pero Margarita Zavala es tan sosa que aburrió a su micrófono. Aunque por ahí dijo algo del “coral blanco” que me hizo desperta un poco y me levanté a preparar palomitas.
Pero del tal Ricardo Anaya podemos chismorrear mucho sobre el amor profundo y sincero que le tiene a AMLOVE. Miren que dedicar todas sus intervenciones a hablar de él. Cada que le hacían una pregunta, hablaba de El Peje (Se oyen los suspiros, al fondo, y descubrimos que es el conductor de un Tsuru, de nombre Nico).
–Señor candidato Anaya, ¿puede explicarnos sus propuestas en materia de combate al crimen?, –le preguntaban.
–¡AndrésManuelLópezObradorfue!, –respondía.
O cuando le preguntaron:
–Señor candidato Anaya, ¿cuál es su propuesta para ciencia y tecnología?
–¡AndrésManuelfueelpeorjefedeGobiernoysubióun0.0003ladelincuencia! ¡Acátraigouna cartulinaparacomprobarlo!
Es como esos niños que no saben cómo hablarle a una niña. Entonces, le jala las trenzas. Es la pura ternura el señorito Anaya ojitos de corazón (El cuchicheo no se hace esperar y todos comentan de su primer amor).
Así llegamos con el tal Bronco, que de bronco no tiene nada porque los reporteros apenas si le dicen algo y chilla como puerco, pero le gusta mirarse al espejo y ver a un tigre donde hay un chango viejo. Durante varios días nos preguntamos cómo es que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (RATAS, por sus siglas en idioma electoral) le otorgó la posibilidad de participar en la contienda como candidato presidencial a pesar de haber falsificado miles y miles y miles de firmas, pero ahora nos queda claro: su tarea es provocar al Peje para que cometa errores y diga tonterías (como si no pudiese decirlas por sí mismo). Y lo intentó en variadas ocasiones mientras el tal Meade lo veía, orgulloso de cómo su inversión estaba rindiendo frutos, porque no le ha de haber cobrado barato al PRI el tal Bronco. Eso de ser el bufón del debate y salir ante todo México a decir puritita estupidez y arrastrar por el suelo el orgullo y la dignidad norteña, debe salir caro. Si el resto de tu vida la frase “está re’ pendejo” te acompañará como si fuera tu segundo nombre, debes cobrar una buena lana. Y el Bronco, ante los billetes, pues se pone mansito. José Antonio Meade lo sabía y por eso lo veía como dinerito bien gastado. (Como efecto de sonido se escucha una máquina registradora, pero de las viejitas, porque podrán ser unos vendidos, pero eso no les quita el estilo hípster). ¡Ahhh! Los negocios.
Algo es seguro: nadie quisiera que llegara el tal Bronco a la presidencia porque promete cortarle las manos a los que roben. Y todos los enamorados, los galanes, como un servidor, estamos muy preocupados porque siempre que bailamos “Payaso de rodeo” solemos robarle besos a las muchachas. Y si el Bornco es presidente, adiós Troll de los martes, porque nomás no se puede escribir con muñoncitos.¿Y qué decir del Peje? La verdad es que me puse a ver la repetición del debate y no encontré alguna frase completa. Y siempre que iba a terminar de decir por fin algo, el sonido de los grillos ya sonaba tan fuerte que apagaba su voz y medio se oía algo de “mafia del poder”, “dedito”, “gobernar con el ejemplo” y cosas así. Sin embargo, tenemos el audio completo de cuando intercambiaba con los camarógrafos la estampita de Messi, porque esa casi no sale en el álbum Panini. Dicen mis fuentes que quiso cambiar algunas estampas con los hijos de Ricardito Anaya, pero estos le hicieron el feo porque dicen que en su país a nadie le gusta el soccer. Y uno dice: ¡Achis!, ¿pues de qué país son? Entonces recordé que viven en Atlanta, así que sólo deben intercambiar estampitas de los Falcons (Al fondo, alguien me grita “Pues sí, ¡naco!” ¡De seguro le vas al América!).
Y es todo lo que sé del debate porque me la pasé riéndome como torturado por chinos. Y mejor me despido porque ya me dio sueño. Estoy viendo la repetición del debate y está hablando una tal Margarita Zavala que dice que nos va a salvar y cosas así. La verdad, tengo cosas más importantes qué hacer en vez de escucharla. Como… como voltear a ver la pared.
(Mientras las luces se apagan, se pueden escuchar los ronquidos de mi abuelito que no sé qué le aburre más, si yo, el debate o Margarita).