Detienen al “Mosh”, Alejandro Echavarría
Nancy Cázares
Tenía 8 años cuando estalló la huelga en la UNAM. A Valle de Chalco a veces no llegaba el agua pero llegó, como un mito, el nombre del “Mosh”.
La televisión hizo lo suyo y crecí con la idea de que ese sujeto era algo así como el ejemplo de lo que uno no debía ser. Por la campaña en su contra aprendí el miedo al mote de “fósil”, de “revoltoso”. Sin conocerlo ni conocer tantito lo que fue el CGH, su nombre cobró un significado en mi cabeza que persistió hasta que, ya en la carrera, empezando a ser yo misma una “revoltosa”, volví a escuchar de él.
Resultó que no era esa especie de Yeti que yo imaginaba. Escuchando a quienes participaron de la huelga que me permitió estudiar una carrera universitaria, comprendí que el CGH fue una experiencia organizativa inédita. Participando yo misma en asambleas y paros, vi cómo la prensa buscaba un nombre, un dirigente, un rostro para poner en primera plana. Acusada de ataques a la paz pública, morena, con rastas, vistiendo ropa holgada, comprobé en carne propia la manera en la que opera la criminalización.
Supe así que eso fue lo que pasó con él. El fin de siglo, con sus boy bands, con sus revistas para adolescentes, con su transición pactada, convirtió su nombre en un estigma para esa generación insurrecta. Y es que necesitaban un chivo expiatorio, un alguien que encarnara todo eso contra lo que querían vacunar a la población y a quienes, como yo, mamaban el mundo desde una televisión de 20 pulgadas. Fue él como fueron otros tantos antes y después. El feroz cabecilla en los informes policíacos y en afiches de “se busca”.
¿Por qué tanta saña contra una sola persona? Porque los dueños de los grandes medios siguen siendo los mismos. Porque la lucha por la educación pública y gratuita apenas comenzaba en el 99 y hoy se extiende a la lucha contra la reforma educativa. Porque para el Estado más vale “aquí encarceló” que “aquí protestó”. Porque quisieron hacer creer al país que los jóvenes eran el problema (abonando la tierra para el sexenio de la guerra contra el narco) y de ahí se siguieron con los maestros.
[Les tocó también a los electricistas, como en su momento le tocó a los trabajadores de teléfonos de México y como después quisieron hacer con los trabajadores del metro. Todo para envaselinar la privatización y los despidos masivos.]
A mí me queda claro que si algo detesta el régimen es a quienes luchan. Condenan más rápido a quien protesta por agua que a quien saquea el erario de un estado. Y es así hoy como hace 19 años.
No a la criminalización de la protesta. No al linchamiento mediático de Alejandro Echevarría. Libertad a todos los maestros detenidos por el gobierno de Silvano Aureoles. Solución a las justas demandas del magisterio michoacano