De Norte a Sur Opinión

José Antonio Meade: el candidato de las manos ligeras y las palabras vanas


1 diciembre, 2017 @ 12:00 am

José Antonio Meade: el candidato de las manos ligeras y las palabras vanas

Sucedió lo que muchos habían presagiado, el secretario de Hacienda y Crédito Público, José Antonio Meade, se separó de su cargo, para buscar la candidatura a la presidencia por el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Y aunque, no ha militado en el partido tricolor, hace unos meses el PRI decidió modificar sus estatutos para abrirle paso al hombre con el que pretenden mantenerse en el poder.
A pesar de que el PRI tiene más de 5 millones 44,528 afiliados -el partido con la mayor cifra de militantes-, en la cúpula priista se consideró que ninguno de ellos era capaz de representar a su partido. Y es que, el retorno del PRI, que se logró de la mano de Enrique Peña Nieto, miembro del grupo más poderoso e importante -Atlacomulco-, ha estado marcado por la corrupción e ineficacia.
Contrario a ello, José Antonio Meade, se ha presentado como un “ciudadano”; un hombre sin partido, que lo mismo ha trabajado con gobiernos de Acción Nacional (PAN), que con el PRI; resaltando sus títulos universitarios en la UNAM, en el ITAM y en Yale.
Lo anterior ha sido la principal punta de lanza del priismo, en un momento en que los políticos -y la política-, está ligada a la corrupción y la ineficiencia, un hombre que se presenta como “autónomo”, puede atraer un voto ciudadano. Mientras que se resalta su formación académica, contrasta con la de su principal competidor, Andrés Manuel López Obrador, a quien se le ha acusado de haber terminado en 15 años su carrera universitaria en la UNAM.
Sin embargo, José Antonio Meade, no representa un cambio ni en lo político, ni en lo económico para México, pues su formación académica se ha fundado en las principales universidades -con excepción de la UNAM-, en donde la teoría del “libre mercado” es pieza angular de estudio.

Foto: Milenio

Y es que, como bien lo señala Jesús Silva Herzog -padre fundador del primer programa de economía en México-, en un delgado volumen titulado: A un joven economista mexicano: “[N]o se debe aplicar servilmente la teoría elaborada en los grandes centros del capitalismo [a países menos desarrollados]… Toda adaptación teórica debe de hacerse después de un cuidadoso trabajo analítico, con los pies bien hundidos en la propia tierra y con clara visión de las necesidades primarias y las legítimas aspiraciones del pueblo”.
Varias décadas después, esos economistas a quienes Silva Herzog se había dirigido, comenzaron a formarse en Harvard, Yale, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y en Chicago; mientras que en México, se fundó el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), una universidad donde se comenzó a formar un grupo de tecnócratas que se posicionarían en el gobierno para aplicar reformas neoliberales, privatizando empresas estatales, reformando la Constitución y trayendo un caos político-social para los mexicanos.
De allí que, fuese tan ejemplificativa la carta del ex secretario de Estado de EUA, Robert Lasing a William Randolph Hearst, en donde señala: “Debemos de abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos, las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto del liderazgo de Estados Unidos… Y sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que queramos, y lo harán mejor y más radicalmente que lo que nosotros mismos podríamos haberlo hecho”.

Foto: Polemon.mx

Ya desde el otoño de 1929, Stefan Zweig, lamenta la visión del pueblo con respecto a sus gobernantes, refiriéndose de la siguiente manera: “Y diariamente vemos de nuevo que en el juego inseguro y a veces insolente de la política, a la que las naciones confían aún crédulamente a sus hijos y su porvenir, no vencen los hombres de clarividencia moral, de convicciones inquebrantables, sino que siempre son derrotados por esos jugadores profesionales que llamamos diplomáticos, esos artistas de manos ligeras, de palabras vanas y nervios fríos”