Las izquierdas en el siglo XXI: imaginación y rebeldía
Joel Ortega Erreguerena
Miren las películas que vemos todo el tiempo: es fácil imaginar el fin del mundo, o un asteroide destruyendo la vida, pero no podemos imaginar el fin del capitalismo.
Slavoj Zizek, 2011. Discurso en el Occupy Wall Street.
Pero, si construir el futuro y asentar todo definitivamente no es nuestro asunto, es más claro aún lo que, al presente, debemos llevar a cabo: me refiero a la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer las consecuencias de la misma y de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder.
Karl Marx, Carta a Arnold Ruge 1843.
El siglo XXI no ha sido fácil para las izquierdas. En el siglo XX el mundo nuevo se daba por hecho, la discusión no era si sería posible superar al capitalismo sino la forma en que había que hacerlo. El socialismo, el “hombre nuevo” y la utopía misma parecían al alcance de la mano. Solamente hacía falta tomar el cielo por asalto. En cambio en la actualidad, después de la caída del bloque socialista y los horrores del estalinismo, la posibilidad de una nueva sociedad es vista con desconfianza. En apariencia la utopía se derrumbó y con ella la idea misma de las izquierdas. En ese contexto ¿qué espacio le queda a la izquierda? ¿Cuál podría ser su nuevo papel?
Es claro que muchas de las ideas que habían identificado a la izquierda ya no tienen la fuerza de antes. Por eso más que un sistema ideológico rígido pensamos que la izquierda debe recuperar los dos ejes que siempre la han caracterizado: la crítica al orden existente y la imaginación de nuevas relaciones sociales.
Desde su origen las izquierdas fueron heterogéneas y plantearon muchas opciones para el futuro, del anarquismo más radical hasta la socialdemocracia más reformista. Sin embargo, lo que siempre las unificó fue la crítica a las relaciones de dominación. Las izquierdas se organizaron en contra de la opresión en cualquiera de sus formas, fueran estas económicas, políticas o de otro tipo. En este sentido tiene razón Luis Villoro cuando define a la izquierda como: “una actitud común de disrupción ante la realidad social existente, que da lugar a una práctica trasformadora; es, a la vez, negación de un orden dado y proyección de otro que se supone más racional y humano”[1].
Así, el primer elemento de las izquierdas es cuestionar las relaciones de dominación, mismas que los grupos dominantes siempre intentan presentar como naturales, a-históricas y eternas. Las izquierdas no pueden conformarse con el orden existente, siempre tienen que irrumpir en la escena y cuestionar a las reglas mismas que permiten la explotación y la opresión. Como la dominación tiene muchas formas y afecta a diferentes sectores, las izquierdas también son plurales y diversas. La dominación puede ser de una clase sobre otra, de los hombres sobre las mujeres, de una cultura sobre otra, de una raza sobre las demás e incluso puede consistir en los abusos del hombre sobre la naturaleza. En todas y cada una de estas, las izquierdas irrumpen y cuestionan a la dominación.
El problema es que cuestionar a los dominantes nunca es fácil y en los últimos años la posibilidad de una sociedad diferente prácticamente fue acallada por la hegemonía neoliberal. Por eso algunas corrientes de la izquierda optaron por adaptarse y plantear simplemente matizar al capitalismo. Incluso en algunos casos la idea misma de la transformación prácticamente desapareció del discurso y se conformó con denunciar irregularidades o abusos pero sin cuestionar la esencia de las relaciones de dominación.
Es el caso de las corrientes que enfocaron su crítica a la corrupción y los malos manejos de los gobernantes. La ética se propuso como una nueva bandera de la izquierda. El problema con esta perspectiva es que deja intactas las relaciones sociales de dominación. Cuestiona a las personas corruptas y tramposas pero no al sistema mismo en que se dan esas relaciones. Definir que la corrupción es el problema, implica asumir que el sistema en sí mismo está bien pero que son las personas quienes lo corrompen, las que lo alteran y descomponen. La honestidad es un valor importante pero no cuestiona por sí misma a las relaciones de dominación.
Ahora bien, con el paso del tiempo la hegemonía del neoliberalismo se ha hecho cada vez más inestable. Las propias contradicciones de este modelo generaron crisis y la gente nunca dejó de movilizarse. En 2011 con la Primavera Árabe se desató una ola de movimientos juveniles a nivel planetario, una nueva generación nacida después de la caída del muro de Berlín, que apostó en todo el mundo por cuestionar el consenso neoliberal.
Los movimientos en la actualidad no están planteando una nueva utopía pero si expresan la necesidad de volver a imaginar otras realidades. Y precisamente el segundo elemento que identifica a las izquierdas es imaginar otro tipo de sociedad con relaciones más justas y libres. Esto no es cualquier cosa en un periodo histórico en que el capitalismo se había afirmado como el único horizonte y la posibilidad de otro tipo de sociedades casi había desaparecido. Como explica el filósofo marxista Slavoj Zizek, en nuestra sociedad se puede imaginar el fin de la humanidad pero no un pequeño cambio en nuestras relaciones sociales. Por eso una tarea de las izquierdas es recuperar la imaginación y cuestionar las relaciones de dominación.
El reto es romper con todas las barreras que durante años nos han impedido soñar con otro tipo de realidades. Comenzar a imaginar otros mundos y otras sociedades más libres, iguales y democráticas. Hoy, cuando el capitalismo intenta todos los días presentarse como el único horizonte, la imaginación es una de las armas más letales. No es casual que en 1968 los estudiantes franceses tuvieran como una de sus consignas principales “la imaginación al poder” y que muchos años después en el movimiento de los Indignados en España los jóvenes reclamaran su derecho a soñar: “Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”.
Así, pienso que hay que cuestionarnos qué implica ser de izquierda en la actualidad. Después del desastre del “socialismo real” en el siglo XX la sociedad se ha vuelto muy escéptica. Por eso quizá es tiempo de que la izquierda vuelva a su raíz como una crítica constante hacía lo existente. Ahí donde existen relaciones de dominación la izquierda puede jugar un papel esencial para visibilizar y cuestionar. El siguiente reto es articular todas estas luchas y comenzar de nuevo a imaginar otro tipo de sociedad. La imaginación de una nueva realidad y el cuestionamiento a las relaciones existentes, dos principios que la izquierda simplemente no puede olvidar, por más ética y honrada que sea.
[1] Villoro, Luis. Los retos de la sociedad por venir: ensayos sobre justicia, democracia y pluralismo, FCE, México, 2007. p.130