El fin de una era en la UNAM
@octaviosolis
Se inicia al interior de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la recta final de un ciclo, de una etapa histórica. Poco o nada se vislumbra del horizonte que está por venir. La máxima casa de estudios se ha definido, construido, no sólo desde las decisiones institucionales y burocráticas, sino desde, y sobre todo, el fragor del conflicto histórico. Los últimos 15 años de la institución han estado marcados por la huelga de 1999-2000. Hay un antes y un después de aquellos acontecimientos dentro de la Universidad.
En primera, el grupo “ciencias” (José Sarukhán, Barnés de Castro) que había hegemonizado la rectoría de la UNAM durante toda la década de los noventa, fue desplazado por el de “médicos” (Juan Ramón de la Fuente, José Narro). Todo parece indicar que después de 16 años al frente de la universidad, éste último grupo tendrá que ceder el paso a otro, para mantener el equilibrio al interior de la élite universitaria, pues jamás, en poco más de 100 años, han estado tres médicos seguidos en la rectoría de la Universidad Nacional; no nos extrañe que ahora lleguen los “abogados”, quienes por cierto, secundan a los médicos en la lista de rectores.
En segunda, estoy convencido de que no volveremos a ver un liderazgo con las mismas características de Narro Robles, quien recientemente logró convertirse en el hombre fuerte de la institución; presencia que le costó construir en por lo menos 30 años, sin contar con una ascendencia familiar al interior de la élite universitaria, como muchos ex rectores. José Narro fungió en distintas coyunturas como el operador político. A él se le atribuye, por ejemplo, la salida rápida de la huelga de 1986-87, y los acuerdos del Congreso de 1990. No resulta descabellado pensar que pudo haber llegado en 1988 a la rectoría, pero el arribo del priismo tecnócrata al poder, retrasó su anhelado objetivo, por pertenecer a un tricolor nacionalista.
En tercera, el regreso del PRI genera condiciones completamente distintas. Una de las tantas razones de que durara tanto la última huelga en la universidad, fue que a Zedillo le importó poco la institución. Los 12 años de panismo fueron de distancia con el poder presidencial, lo que fortaleció la autonomía universitaria y permitió que Juan Ramón se convirtiera en el primer rector en elegir a su sucesor sin la presión desde Los Pinos. Ahora todo es distinto. En la próxima sucesión, que está a dos años, se dejará sentir la mano presidencial.
Como cuarto punto, ya se asoma al interior de la Universidad Nacional un recambio generacional en todos sus sectores, aunque en donde ya se han dejado ver algunas de sus consecuencias, es en el académico. Lo anterior es algo inevitable, la estructura de la universidad es en extremo desigual; una minoría académica (20%), además envejecida, consume la mayor parte del presupuesto destinado a salarios (80%). Recientemente se han integrado a la planta docente una gran cantidad de jóvenes, muchos de ellos con estudios de posgrado, pero en la total incertidumbre laboral, y si a esto le sumamos la generación previa que sigue en las mismas condiciones, tenemos la simiente de un nuevo movimiento magisterial por demandas laborales en el mediano plazo.
En quinto lugar, la huelga de 1999-2000 logró detener el incremento de cuotas, pero el alto costo que se pagó fue el resquebrajamiento del tejido social al interior del movimiento estudiantil. Aparecieron distintos colectivos en cada una de las facultades y escuelas; duros como roca, pequeños, y relativamente aislados, sin capacidad para construir una gran organización. El emblema del activismo que tiene su mito fundacional en la huelga de fin de siglo pasado, son quienes tienen ocupado el auditorio “Che Guevara”, hoy bastante cuestionados. Este cierre de ciclo atraviesa también por un hartazgo de gran parte de la comunidad hacia este grupo de activistas.
El #YoSoy132 vino a reconstruir el tejido social, generó un nuevo tipo de activismo que reclama su espacio y que de hecho ya ha logrado algunas victorias, como el triunfo de la fórmula independiente para Consejo Universitario en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. En resumen, la universidad de los noventa es muy distinta a la de los dosmil, pero estamos a punto de entrar a una nueva etapa con una metamorfosis menos estruendosa, aunque con grandes cambios marcados por procesos, reacomodos políticos internos y externos, por generaciones distintas, pero sobre todo, por el implacable avance histórico. Ya no hay vuelta atrás, es tiempo de mirar lo que viene.