¿Por qué la UNAM no ha regresado a clases presenciales?
Era marzo. Era el año 2020. Las autoridades de la UNAM enviaron a los alumnos, profesores, trabajadores, administrativos e investigadores, a refugiarse a sus hogares. El virus Sarscov-2 había atravesado las fronteras y se esparcía con rapidez en territorio mexicano. Inicialmente, se esperaban dos meses de confinamiento; luego, anunciaron otros dos; después, y con la experiencia de haber trabajado en línea, en la UNAM ya no se tenía urgencia por volver a las aulas.
Es enero. Es el año 2022. Han pasado casi dos años y lo que inició como un suplicio para profesores y alumnos, ahora se ha convertido en algo cotidiano. Veintiún meses después de iniciado el primer confinamiento, la UNAM reafirma un plan anunciado desde el 2020: se debe regresar a las instalaciones, poco a poco, pero se debe volver. Sin embargo, en las escuelas donde las clases ya comenzaron, sólo un puñado de gente, entre alumnos y profesores, ha vuelto. ¿Y dónde está el resto? Y en escuelas y facultades donde las clases estaban anunciadas para finales de enero, decidieron aplazarlas. Entonces, ¿algún día se regresará a las aulas?
El llamado a regresar a las aulas
El 4 de enero, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo un “llamado respetuoso a las universidades porque ´ya se pasaron´; es tiempo de que se normalice todo lo educativo”. El comentario cayó muy mal en algunos círculos universitarios. A partir de ese momento, en las redes sociales, principalmente, la academia y un gran número de profesores respondieron de forma negativa al llamado del presidente.
La mayor parte de los comentarios giraban alrededor de un hecho incontrovertible: los contagios de covid-19, en su variante Ómicron, se han multiplicado en los últimos días. Los reportes de las autoridades sanitarias, nacionales e internacionales, no permiten la duda. En toda la pandemia nunca se habían registrado tal cantidad de contagios. ¿Cómo se puede regresar a clases en estas condiciones? Entonces, uno se pregunta cuáles son las condiciones ideales para volver a las aulas.
¿Tienen razón quienes defienden el aplazamiento del regreso a las universidades por el alza de contagios? Sí. Su razonamiento es completamente lógico. Pero no es tan sencillo. Hay una multiplicidad de factores que operan en favor del regreso a las actividades en las escuelas, aunque no responden necesariamente a esa lógica, sino al interés por la formación de los estudiantes, a la salud emocional de la comunidad universitaria, a la recuperación económica nacional y hasta a la empatía comunitaria, por decir algunos.
Dos años de pandemia: ya no somos los mismos
Enero de 2022 es completamente distinto al comienzo del 2021. Haber regresado a clases en los primeros meses del año pasado era un asunto hasta criminal. Sin embargo, ahora los trabajadores de la educación tienen dos y hasta tres vacunas, porque fueron de los primeros sectores en recibirlas. Incluso, hay académicos presuntuosos que publican fotos en sus redes sociales, mostrando su bracito, en un módulo de vacunación estadounidense. Exigir un regreso a las aulas cuando no había atisbos de la vacunación, hubiera sido grosero e imprudente.
Los contagios van en aumento, sin embargo, la solicitud de volver a las universidades ya no suena tan descabellada. Actualmente, una gran cantidad de profesores, alumnos, investigadores y trabajadores, ya han padecido la enfermedad covid-19. ¿Se contagiaron en las aulas? Obvio, no. Las actividades cotidianas son un riesgo, a pesar del cuidado y la higiene.
Es de suponer que, quienes se enfermaron, se contagiaron comprando víveres; o en un traslado por su ciudad; quizá, al salir a tirar la basura; posiblemente, adquirieron el virus al mostrarle al agente de tránsito su licencia de conducir. Es decir, afuera de casa. Es posible, también, que se contagiaran por medio de un miembro de la familia que debió salir a trabajar. Un familiar que tuvo que salir a trabajar. El contagio debió ser de alguna de estas formas, en cualquier sitio; en las instituciones universitarias no pudo haber sido porque han permanecido cerradas. Las universidades se cerraron en busca de cuidar a todo el personal, tanto trabajadores, como docentes. Entonces, ¿en verdad son tan peligrosas las aulas? ¿Más que cualquier lugar en el exterior?
En los últimos meses, la ola de contagios se debe, sobre todo, a las festividades navideñas, las de fin de año, y los subsecuentes festejos de enero. No es un secreto que la gigantesca cantidad de contagios se debe a eso. Y en las universidades no hay excepción respecto de ello. Después de las fiestas, muchos de nuestros amigos, profesores, alumnos, vecinos, trabajadores de la educación, fueron víctimas de su propia imprudencia. Algunos se enfermaron de gravedad porque, tristemente, padecieron una enfermedad sin un avance homogéneo, es decir, que se desarrolla de forma distinta en cada cuerpo. Muchos de esos compañeros ahora saben la peligrosidad de esta enfermedad y, con razón, no desean volver a los campus.
El regreso a clases presenciales es necesario y será seguro. Conferencia matutina. https://t.co/VORpNITWqw
— Andrés Manuel (@lopezobrador_) August 13, 2021
La culpa la tiene Andrés Manuel
Los universitarios detractores del presidente, tanto los de izquierda como la grotesca derecha universitarias, acusan a Andrés Manuel López Obrador de presionar a la UNAM para el regreso a clases en medio de una pandemia y con los contagios hacia arriba. Incluso, se le señala de “atacar” a la Universidad.
Tampoco es tan sencillo. López Obrador lo dijo en su tribuna, pero las universidades públicas de México están a la vista de todas y todos. Y las multitudes comienzan a observar, con molestia, ese “privilegio” a través del cual los trabajadores de estas instituciones han vivido la pandemia. En medio de su animadversión contra López Obrador, omiten adrede el descontento general contra los trabajadores y profesores de las universidades, pero de la UNAM, en particular, un descontento basado en su negativa a regresar a las clases presenciales.
Desde finales del 2021, la Secretaría de Educación Pública instruyó a sus escuelas para preparar el regreso escalonado a las aulas. Es decir, los niños de México ensayaron cómo volver a las escuelas. Ahora, en enero del 2022, la mayoría de las escuelas ya tiene clases; de pronto cierran alguna para detener los contagios, pero la mayoría continúa activa. ¿Y la UNAM? ¿Y el resto de las universidades públicas, por qué no? Y eso que los niños no están vacunados.
A LA COMUNIDAD DE LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS#COMUNICADO SOBRE EL INICIO DEL SEMESTRE 2022-2 pic.twitter.com/j19kxOHjdR
— Filos_unam (@filos_unam) January 24, 2022
¿Y los alumnos?
Al parecer, las opiniones de los alumnos –la sustancia primordial de la educación universitaria–, no son de interés para el grueso de funcionarios, académicos y trabajadores. Los comunicados de la UNAM son escuetos y siempre aducen a la protección de su “comunidad”, pero se basan en los semáforos publicados por las instancias gubernamentales, sin especificar motivos concretos, estadísticas, opiniones, estado de los inmuebles, ni sobre la salud de la comunidad universitaria.
La UNAM no ha pensado, por cierto, en la movilidad de los alumnos. Cada uno de ellos debe planificar el regreso a clases, porque no todos viven cerca de sus escuelas. Muchos deben rentar viviendas, renunciar a su trabajo –o quizá buscar un trabajo de medio tiempo–, conseguir recursos de todo tipo y hasta organizarse con sus familias para la atención del hogar. Los comunicados han dejado de ser confiables: primero llaman al regreso a clases para después decir que “siempre no” por cuestiones de “protección a la comunidad”. ¿Es esta la verdadera razón?
También hay razones políticas para evitar que la UNAM haga un llamado al regreso obligatorio a las aulas. Es imposible enviar de regreso a las escuelas a profesores malpagados y sin seguridad laboral, es decir, a la mayoría de los profesores. Es arriesgado porque podría haber una ola de profesores malpagados, sin certeza laboral y enfermos de covid-19. Por otra parte, está la renuencia de los investigadores, cuyas actitudes ante el próximo regreso a las instalaciones es, en general, insultante. La mayoría tiene espacios privados en la Universidad –oficinas o cubículos– automóviles y altos sueldos. No deben, siquiera, enfrentarse a grupos numerosos de alumnos porque sólo dan clases en posgrado o, si su clase es de licenciatura, normalmente la imparten sus adjuntos. Pero no quieren regresar porque “no hay condiciones para el regreso”. Una pandemia como la del covid-19 puede durar años. Muchos años. ¿Se debe esperar todo ese tiempo para adquirir esas “condiciones”? ¿Cuántas generaciones de alumnos deben terminar sus estudios frente a un teléfono? Sería muy interesante escuchar lo que piensan los investigadores sobre los alumnos.
La Universidad Nacional está ante la opinión pública en este vaivén del NO regreso a clases presenciales. Y la negativa al regreso se vuelve cada vez más insostenible. Mientras las poblaciones mexicanas se encuentran en medio de sus actividades a pesar de la pandemia, la UNAM, y muchas universidades públicas, continúan trabajando desde casa. Pero están a la vista de todos y, de a poco, pierden el apoyo popular. Cada profesor, trabajador e investigador de la UNAM tiene derecho a proteger su salud, pero, mantenerse “aislado” mientras el resto de la ciudadanía trata de mantener la economía propia en beneficio de la economía nacional, empieza a ser incómodo ante el resto de la gente. Y no sólo eso, el sector educativo universitario tiene un compromiso con los alumnos, en ocasiones, de formarlos más allá de una asignatura. Y en eso, hay una falla irreparable.