Trabajadores subordinados o freelancers
“Bienvenidos todos los juicios fundados en una crítica científica.
En cuanto a los prejuicios de la llamada opinión pública,
a la que nunca he hecho concesiones,
será mi divisa, como siempre,
la del gran florentino: ¡Sigue tu camino y deja que la gente hable!”
Karl Marx
Miguel Meléndez
En los movimientos sociales hay diversidad de ideas. No se conforman bajo una sola visión de la realidad. Sin embargo, el peso de las ideas tiene consecuencias en el actuar político de los distintos actores que conforman cualquier movimiento. En nuestro caso, queremos hacer visible el enfrentamiento ideológico existente en lo que llamamos: el movimiento de trabajadores por aplicación. Si bien el trabajo por aplicación es amplio y diverso, nos enfocaremos especialmente en las labores de reparto y transporte de pasajeros vía app.
En este gremio, han surgido una diversidad de actores que se han propuesto evidenciar las principales injusticias a las que se someten trabajadoras y trabajadores por aplicación. Al mismo tiempo, han intentado proteger y defender a todos estos trabajadores ante la vulnerabilidad y riesgos que sufren día a día. Sin lugar a dudas, todas estas personas o colectivos han realizado importantes aportaciones al movimiento. Partimos del reconocimiento al trabajo de todos los actores que se han involucrado en esta tarea. Sin embargo, hay cuestiones que discutir con la finalidad de no errar en toda acción que busque la mejora de las condiciones de las y los trabajadores por aplicación.
Trabajo subordinado o emprendurismo
Hemos percibido que hay opiniones divididas en torno al reconocimiento de la relación laboral con las aplicaciones. Esto es, concebir a estos trabajos como trabajo subordinado a las empresas creadoras de las aplicaciones. La subordinación radica en que conductores y repartidores reciben órdenes por parte de las llamadas app’s. Esta visión se enfrenta al discurso propio de las empresas que niegan tal trabajo subordinado. En cambio, los repartidores y conductores serían para ellas trabajadores independientes. Otra forma de nombrar esta idea propia del emprendedurismo neoliberal es la frase “sé tu propio jefe”. Esta concepción llega al grado de afirmar que todos estos trabajadores son “socios” de las aplicaciones.
La batalla de las ideas, como inicio de todo
Hay que llamar la atención en que el discurso de estas empresas ha sido interiorizado por gran parte de trabajadoras y trabajadores. Teniendo en mente la consigna del economista neoliberal, Friedrich von Hayek, de que es necesario ganar la batalla de las ideas, se ha logrado hacer pensar a la clase trabajadora con las categorías propias del neoliberalismo. Ello surte sus estragos en el movimiento de trabajadores por aplicación. Diversos actores no han logrado someter a crítica este tipo de ideas, lo cual les hace defender posturas afines a las grandes empresas ¡lo sepan o no lo sepan! Así, por más bienintencionadas que sean sus posturas, encontrarán su esterilidad en la acción política. Si de verdad se desea mejorar las condiciones de trabajo del gremio, se abre la necesidad de la crítica a las categorías y conceptos con que se concibe la realidad. De acuerdo con esto, suscribimos el planteamiento de Contreras Natera:
“Es necesario plantear en el campo del debate teórico-epistemológico la lucha por los conceptos adecuados. La centralidad social y política del debate teórico-epistemológico es fundamental puesto que el concepto no sólo define, contiene también una afirmación sobre un estado de cosas. El modo en que se definen, conceptualizan e interpretan tanto las cuestiones de principio, como las estructuras, los modelos y procesos sociales, siempre ha sido una cuestión importante, y en la actualidad esto reviste aún mayor relevancia en una comunidad globalizante, en la que sus modelos y conceptos configuran e incluso determinan la naturaleza de los efectos y los resultados económicos , sociales y políticos en todos los ámbitos de la sociedad humana.” (2015, pág. 61)
La necesidad de la crítica a las categorías no se reduce a la discusión del trabajo subordinado. Podrían mencionarse temas como el sindicalismo, los derechos sociales, la jornada laboral, la vía legislativa, entre muchos otros. Por el momento sólo nos acotaremos a la discusión del trabajo subordinado y el supuesto trabajo independiente. La intención es ejemplificar el modo en que se desarrolla la batalla ideológica entre estas posturas. Ahora presentaremos la argumentación del Sr. P, en donde es apreciable una apología a la categoría de freelancer en cuanto al trabajo de reparto por aplicación.
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El Sr. P comienza: “no somos empleados, una cosa es que te traten como empleado y otra muy diferente es que seas un empleado.” Este personaje se opone a que los repartidores sean empleados. Sin embargo, reconoce que las aplicaciones tratan a estos repartidores como empleados. Él no puede dar cuenta de la contradicción que se estable entre la categoría de freelancer y las condiciones de existencia del trabajo. Las cosas se definen por lo que son, no por lo que se quiere que sean. Al dar cuenta de lo que es, nos enfrentamos a la relación social fundamental de la sociedad moderna, a saber, la de capital-trabajo. Hablamos de una relación social, por tanto, el trabajo del repartidor es en tanto relación con el capital: es trabajo subordinado a él. El Sr. P sólo tiene en consideración sus ensoñaciones que se alimentan de la mera apariencia del discurso neoliberal. No reconoce la diversidad de elementos empíricos que demuestran el mando del capital, a pesar de que los tenga frente a sus narices prefiere ocultarlos haciendo la defensa de la categoría de freelancer.
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Agrega lo siguiente nuestro amigo: “No eres un empleado. Tú aceptas unos términos y condiciones y eres una especie de freelancer, eso es lo que eres realmente.” Mostrando total ingenuidad, el Sr. P ignora el proceso histórico que ha tenido el capitalismo, en el cual revoluciona las fuerzas productivas, crea nuevos medios tecnológicos, generando así, nuevas modalidades de explotación del trabajo. Tal astucia del capital se hace evidente con el surgimiento del neoliberalismo. Uno de los objetivos clave de este patrón de acumulación de capital ha sido precarizar el trabajo, lo que conlleva la reducción del salario directo y del salario social. Este último consta de todas aquellos derechos y prestaciones que la clase trabajadora ha ganado a lo largo de la historia moderna, por ejemplo: sistema de salud, sistema de pensión, ahorro para la vivienda, etc. Todo esto, y mucho más, se ha perdido con la negación del trabajo subordinado. Nuestro inocente amigo no logra ver que la argucia legal de los “términos y condiciones” es el resultado del avance de la precarización a partir de lo que el sociólogo Ricardo Antunes llama las nuevas morfologías del trabajo.
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Dice el Sr. P: “El freelancer se hace cargo de sus propios gastos, lo que sea, médico, ropa, transporte, todo. Porque por eso es un freelancer, se le paga por una tarea realizada, hasta que realiza una tarea se le paga, no se le paga por jornada laboral. Las aplicaciones no están pagando una jornada laboral. Si tú trabajas 10 horas obtendrás cierto número de ingresos.” Este personaje no tiene la menor idea de qué es una jornada laboral y las distintas formas en que se puede presentar. Él mismo da la respuesta sin saberlo. Dice: “Si tú trabajas 10 horas obtendrás cierto número de ingresos.” Tales ingresos son, en realidad, el precio de la fuerza de trabajo por el que se vende el repartidor por determinado lapso de tiempo. No le pasa por su mente ni un solo destello de lo que es el pago a destajo de la jornada laboral. Peor aún, con la idea del freelancer refuerza la mistificación del salario. Ello no termina ahí, porque mucho menos ve el modo en que el capital transfiere una parte del capital constante al trabajador, deja de ser constante y pasa a ser capital variable, es decir, los medios de trabajo se vuelven parte de los medios de subsistencia del trabajador. El médico, la ropa, el transporte del que habla, ahora debe contemplarse en los medios de subsistencia del trabajador, de modo que, ello implica que la mayoría de los trabajadores por aplicación tengan que ampliar su jornada laboral, esto es que, desde el punto de vista de la productividad, tengan que realizar más viajes, o sea trabajar más tiempo, para cubrir las condiciones necesarias de reproducción de su propia vida y la de su familia. Por supuesto, tampoco se hace mención de las tendencias a la baja de los salarios provocada por la competencia capitalista.
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Aquí otro desvarío del Sr. P: “Si trabajas 4 horas tendrás un número de ingresos menor del que trabaja 10. Si trabajas 12 horas tendrás un ingreso mayor al que trabaja 10 y mayor al que trabaja 6, mayor al que trabaja 8, mayor al que trabaja 4, mayor al que trabaja 2. Tú eres dueño de tu propio tiempo como freelancer. Eso eres dentro de la aplicación.” Este balbuceo es muy sencillo de destruir. Pongamos como ejemplo dos de mis días de trabajo. El 6 de junio los ingresos del día fueron de 506 pesos en un tiempo de conexión de 11 horas y 42 minutos. El día 14 de junio mis ingresos fueron de 1,036 pesos en un total de tiempo de conexión de 7 horas con 32 minutos. Sin entrar en la complejidad de cómo se determinan los salarios, podemos ver a simple vista que el planteamiento del Sr. P se desmorona. Con los ejemplos es muy notorio que un mayor tiempo de trabajo no resulta en un mayor ingreso para el trabajador. En estos casos ocurre lo contrario. El día con mayores ingresos fue aquel en que fue menor el tiempo de conexión, y de forma inversa, el día en que más tiempo se estuvo a disposición de la aplicación se tuvo un ingreso menor. Se podrá objetar que ahí hemos considerado las propinas. Es cierto, pero, restando las propinas, resulta lo siguiente: el 6 de junio se obtuvo 836 pesos, mientras que el día 14 de junio se obtuvo el monto de 463 pesos. La resta en nada modifica el argumento en este caso. Este simple ejemplo muestra la tremenda reducción en la que incurre nuestro amigo. Si bien los salarios de las y los trabajadores de reparto se determinan por una multiplicidad de factores (como los días de mayor demanda, promociones, sistema de puntuaciones, gestión algorítmica, impuestos, entre muchos otros), lo que hay que resaltar es que el planteamiento del Sr. P refuerza el mito de la meritocracia, en donde se supone que entre más trabajes y te esfuerces más ingresos vas a obtener. Como habíamos adelantado, es muy notorio que las categorías del neoliberalismo le han hecho una mala jugada, de esta forma concibe el mundo, bajo una visión empresarial. A él se le oculta el hecho de que no somos dueños de nuestro propio tiempo pues tenemos que estar a disposición de la aplicación. Ello, habrá que decir, es tiempo de trabajo impago. No somos dueños de ese tiempo.
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Ya para finalizar dice el Sr. P: “Que la aplicación esté tomando medidas para tratarte como empleado, eso es lo que tienes que pelear con la aplicación, el que no te trate y no te evalúe como si fueras su empleado, que te trate como lo que eres: freelancer. Lo que ustedes están haciendo es: ‘ah bueno, como ya nos tratan como empleados, que nos den sueldo como empleados’ ¡Están mal! ¡Están mal! Eso es lo que ustedes no han entendido y eso es lo que ya te metieron en la cabeza y de esa manera te han convencido, pero ¡están mal!”. Este personaje se aferra a autodenominarse algo que no es. Considera que los repartidores por aplicación son freelancers. Lanza una afirmación ontológica sin el mayor cuidado. Contrasta su idea al decir que, si bien no somos empleados, sí nos tratan como tal. Por supuesto, nuestro extraviado amigo no concibe lo que los objetos son como resultado de relaciones sociales. La forma en que se relacionan las empresas y los trabajadores establecen diversos modos de existencia del capital, de ello nada comprende. Por si fuera poco, se atreve a decir que las personas repartidoras que están a favor del reconocimiento de la subordinación del trabajo no han entendido. Nos dice que estamos mal. Tal vez debería considerar la posibilidad de que él mismo sea quien esté en el error. Nos dice que nos metieron esa idea en la cabeza y que nos han convencido. Sin embargo, jamás hace mención de la forma en que el neoliberalismo le ha implantado las ideas con que concibe la realidad, ni mucho menos la violencia y la dominación simbólica (Bourdieu) que ello implica.
A través de los argumentos del Sr. P hemos intentado mostrar de manera somera las implicaciones del uso de las categorías propias del neoliberalismo. Además, hay que agregar que las ideas de “ser tu propio jefe” o de “ser socio” no es para nada nuevas. Ya en 1865, un economista vulgar, John Watts, escribía en su “obrita” Trade Societies and Strikes, Machinery and Cooperative Societies lo siguiente: “Los obreros a destajo en realidad son sus propios patrones, aun cuando trabajen con el capital del empresario”. El parecido con nuestros días no es mera casualidad. Lo anterior se equipara a decir que “somos nuestro propio jefe” o que “somos dueños de nuestro tiempo”.
Acá va otra que resultará familiar. Dice el Sr. Watts: “Constituiría una gran mejora en el pago a destajo que todos los hombres empleados en una tarea fueran socios en el contrato”. De nuevo, mutatis mutandis, ya en 1865 los apologetas del capital veían la forma de no nombrar a los trabajadores por lo que son, también apelaron a la figura del “socio”. Tal enunciación, en esos tiempos, también se enmarcaba en la discusión de las cooperativas. Esto sale a relucir de nueva cuenta en la actualidad cuando se habla de las “economías colaborativas”. Incluso, en otro sentido, encontramos la disputa entre si la vía de las cooperativas es la correcta por encima de la vía sindical. Este asunto tendrá que quedar pendiente por lo pronto. Solamente podemos sostener, junto con Marx, que, bajo el mando del capital, la cooperación humana se desgarra, se aliena. Reconocemos que aún el camino es largo, pero sólo con las categorías adecuadas será posible desenmarañar las nuevas formas de explotación y darles una explicación a partir del movimiento real y actual del modo de producción capitalista. Por todo ello, la lucha política no puede prescindir de la indagación científica.