El Halconazo: 50 años de un (de otro) crimen de Estado
“El Estado es el arma de represión
de una clase sobre otra”
Lenin
Fernando Martínez (@fernandomtzf)
50 años de otro crimen de Estado. Los alrededores del Metro Normal fueron testigos de la masacre. Al igual que en muchos otros casos, nunca hubo responsables tras las rejas.
Echeverría, la “apertura”
La llegada de Luis Echeverria a la presidencia abrió, según él, las puertas de la democratización del país. Entre sus primeras acciones para fumar la pipa de la paz con los detractores del gobierno, permitió que líderes del movimiento estudiantil de 1968 que permanecían exiliados, volvieran el país. Además excarceló a presos políticos entre los que destacaban José Revueltas, Heberto Castillo, Valentín Campa y Demtrio Vallejo.
Esto fue contraproducente para su gobierno, dado que sólo provocó que los jóvenes volvieran a tomar las calles. Las consignas eran las mismas: democratización política y de enseñanza, incremento en el presupuesto educativo y el cese de la represión gubernamental.
El conflicto: Los Halcones
Un conflicto mal administrado en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) a finales de 1970 derivó en el estallido de huelga. En un acto de solidaridad, estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) convocaron a una movilización masiva en apoyo a sus compañeros el día 10 de junio, el Jueves de Corpus.
Ese día, en los alrededores del Metro Normal, ya los esperaban granaderos que les impedirían llegar a su destino final: el Zócalo. Ya lo tenían contemplado. Sin embargo, para lo que no estaban preparados era para enfrentar a otros “estudiantes” supuestamente radicalizados que pretendían generar confusión entre los manifestantes y la policía. A este grupo se le conocería como “Los Halcones”.
Este grupo de choque había sido entrenado por la Dirección Federal de Seguridad (DFS), que estaba bajo el mando del entonces capitán Luis de la Barreda Moreno, y por la CIA en Estados Unidos.
Los estudiantes repelieron el primer ataque pues sólo iban armados con varas de bambú y palos de kendo, pero en el segundo no fue posible. Los paramilitares también iban armados con armas de fuego de alto calibre que les había dado el gobierno. La policía no intervino. El saldo de la masacre fue de cerca de 120 muertos.
La respuesta: la eterna negación
La respuesta fue la de siempre: la negación de los hechos, el desconocimiento de los Halcones por parte del gobierno y la condena a los estudiantes por introducir grupos extremistas entre sus filas.
El presidente Echeverría anunció investigaciones. En tanto que el Jefe del Departamento del Distrito Federal, Alfonso Martínez Domínguez, y el Procurador General de la República, Julio Sánchez Vargas, negaron la existencia del grupo paramilitar.
Días después, la presión de los medios obligó al coronel Manuel Díaz Escobar, entonces subdirector de Servicios Generales del Departamento del Distrito Federal, revelar la existencia de los Halcones. Esto provocó la renuncia del regente junto con el jefe de la policía, Rogelio Flores Curiel, el 15 de junio. Meses más tarde, en agosto del mismo año, renunció el Procurador General; quien por cierto había estado en el mismo puesto tres años antes durante el movimiento estudiantil de 1968.
Fox: reabrir el caso
La llegada del nuevo milenio y de la transición política dieron pie a que el presidente Vicente Fox intentara reabrir el caso. La Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP) fue la dependencia creada por el mandatario federal para investigar crímenes del pasado como la represión y la llamada “guerra sucia”.
Pero como pasa casi siempre con este tipo de situaciones, ni la fiscalía ni el fiscal Ignacio Carrillo Prieto lograron fincarle responsabilidades a ninguno de los acusados por falta de pruebas. Fue así como Echeverría -el principal responsable- y Sánchez Vázquez nunca pisaron la cárcel.
A 50 años…
La guerra sucia ha sido uno de los pasajes más oscuros en la vida de nuestro país. Llámese el Ejército, la Marina, la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la Policía; todas las dependencias de seguridad del Estado estaban -y siguen- involucradas.
Los rostros cambiaron con el tiempo, la razón no. El Batallón Olimpia, Los Halcones, la Brigada Blanca, los porros, todos han tenido una misión desde su creación: la represión de todos los movimientos estudiantiles, sociales y políticos que pudieran poner en jaque al gobierno mexicano.
Los objetivos también eran los mismos: el Partido Comunista Mexicano (PCM), el Ejército Popular Revolucionario (EPR), la Liga Comunista 23 de septiembre, el Consejo Nacional de Huelga del ‘68 (CNH), el Partido de los Pobres (PDLP), la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) y más tarde el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Acabaron con algunos de sus líderes, a otros los convirtieron en mártires. Rubén Jaramillo, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas murieron siendo esclavos de sus principios y no de los hombres, como decía Zapata. Valentín Campa, Demetrio Vallejo, Arnoldo Martinez Verdugo y Heberto Castillo lucharon hasta que el cuerpo no les dio para más.
Se cumplen 50 años del Halconazo y no hay nada que celebrar. Conmemoramos la muerte de nuestros compañeros que cayeron en manos del gobierno represor priista. Sus cuerpos yacen en el camposanto, pero sus ideales jamás lo harán.
¡Ni perdón ni olvido!
Bien dicen que hierba mala nunca muere. Echeverría sigue vivo y con 99 años ya está vacunado. ¿Cuánto faltará para que sus detractores puedan celebrar el fin de un hombre que bañó de sangre este país más de una vez?