Otra vez: El gobierno para el MAS y el poder para el pueblo
Paola Martínez
En medio de la pandemia y de una elección militarizada; masivamente y sin vacilaciones, el pueblo boliviano acudió a las urnas el pasado 18 de octubre a retomar el rumbo del país en una histórica participación electoral del 88%. Ahora sabemos para quién era el voto de ese más del 20% que no quiso contestar las encuestas y confirmamos, que no se trataba de indecisión, sino de miedo a represalias porque su voto era para Luis Arce y David Choquehuanca.
Los números son contundentes: A nivel nacional el MAS obtuvo el 54. 76% y en el exterior el 68% para un total de 55.10%; logrando la victoria en seis de nueve departamentos: Chuquisaca, La Paz, Cochabamba, Oruro, Potosí y Pando. Y, aunque, sin lograr los dos tercios, seguirá teniendo la mayoría en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Por su parte, Comunidad Ciudadana con Carlos Mesa logró ganar en los departamentos de Tarija y Beni, mientras Creemos de Luis Fernando Camacho salió vencedor en Santa Cruz, pero en ninguno de los tres departamentos la diferencia con respecto al MAS rebasó los 9 puntos porcentuales.
¿Qué nos dice este resultado?
Bolivia nos sigue dando muchas enseñanzas, de las que podremos aprender en la medida en que no saquemos conclusiones parciales o a priori; como suponer que el voto mayoritario por el MAS significa el apoyo irrestricto al proceso de cambio encabezado por Evo Morales durante catorce años de gobierno. Cuando fue el desgaste de este proyecto político y los cuestionamientos y desacuerdos acumulados los que permitieron, en cierta medida, el fortalecimiento de la derecha, el aglutinamiento de un movimiento antievista y antimasista; con el consiguiente golpe de Estado militar- oligárquico- imperialista, legalizado por la OEA y bendecido por los grupos evangélicos.
Tampoco podemos sólo concluir que la gente votó porque apuesta por el programa económico aplicado por Luis Arce, como Ministro de Economía del gobierno de Evo Morales, pues el punto de quiebre en la relación del gobierno de Evo con los pueblos indígenas, principalmente del oriente boliviano, entre otros sectores sociales a partir del 2010, fueron las diferencias con respecto a la aplicación de este modelo.
Menos se puede suponer que la victoria del MAS se deba a la falta de unidad de los partidos de oposición, pues ni siquiera sumando todos sus votos lograrían ganarle. Ni la mala administración del gobierno de facto de Jeanine Áñez y su corrupta e incapaz forma de enfrentar la pandemia fueron decisivos para este resultado.
Hay un aspecto sustancial para este resultado, que no está siendo considerado y a partir del cual, se irá definiendo el rumbo del nuevo gobierno del MAS, su viabilidad, sus retos, sus posibilidades, su nueva etapa o la repetición de viejos conflictos: el resurgimiento de un amplio movimiento indígena- campesino- popular aymara/quechua que, nuevamente y por ahora, se ha aglutinado en torno al MAS. Porque la violenta represión de los golpistas en Sacaba y Senkata; la humillación y vejación a símbolos tan representativos para los pueblos indígenas, como la wiphala, realizados por las fuerzas policiales, militares, paramilitares y Comités cívicos, luego del golpe de Estado; así como el estigma/persecuación impuesto por el gobierno de facto: indígena altiplánico igual a masista, narcotraficante, violento; volvieron a definir claramente el tablero de la lucha de clases en Bolivia.
Pues al gobierno de Áñez sólo pudieron acoplarse los sectores minoritarios: los grupos oligárquicos, algunas fracciones de la pequeña burguesía, y algunos grupos oportunistas e intelectuales miopes incapaces de reconocer el golpe de Estado y que prefirieron asumir posiciones vergonzosas. Tienen en común, todos ellos, que su condición de clase y étnica los hace objetivamente ajenos a los pueblos indios, campesinos, obreros y demás sectores populares que integran el grueso de la población que el 18 de octubre, por distintos motivos, votaron por el MAS.
¿Se abre una nueva etapa para el MAS y para Bolivia?
Once meses tuvo el MAS para sobreponerse al golpe de Estado, al exilio de algunos de sus principales dirigentes, a la persecución y encarcelamiento de otros tantos, así como a la desbandada de varios de sus funcionarios. Ante este panorama, se vio obligado a volver al trabajo de base, tanto en zonas rurales como urbanas; a establecer alianzas con sindicatos, organizaciones y sectores, que le valieron un cierre de campaña exitoso. Si hace quince años, luego de su primer triunfo electoral, el MAS tenía que consolidar su estructura partidaria, en estos meses se le presentó la posibilidad de recomponerla y volver a sincronizarla con el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos; es decir, con el grueso de comunidades, organizaciones y sectores que integran la fuerza social que ha vuelto a inclinar la balanza.
El MAS ganó por y a pesar de Evo aunque sea difícil de entender. Evo Morales y Álvaro García Linera, entre otros funcionarios exiliados, podrán volver a Bolivia y que bueno, millones de personas los esperan. Ellos tienen ahora, la oportunidad de recibir las felicitaciones por lo que les corresponda del resultado exitoso de la táctica para derrotar en las urnas al gobierno de facto. La misma oportunidad tienen para asumir la responsabilidad de los errores cometidos, de la soberbia y torpeza políticas, así como del abuso de poder; aspectos que sólo han sido reconocidos abiertamente por Choquehuanca y cautelosamente por Arce. Un ejercicio de crítica y autocrítica resulta indispensable para el MAS, tanto como para el Instrumento Político, porque no se puede, nuevamente, atomizar toda esta fuerza social unificada, a la figura de un dirigente y, tampoco, reducirla a la vía electoral como única forma de expresión.
Luego del ciclo insurreccional del 2000- 2005 que sentó las bases para el primer triunfo electoral del MAS, los pueblos, organizaciones y sectores lo tenían claro: El gobierno para el MAS y el poder para nosotros, en el sentido de profundizar el proceso de transformación del Estado. La forma en que el MAS vuelve al gobierno y todo lo que se expresa a partir de eso, abre una nueva posibilidad de concretar esa vieja consigna. Es una nueva etapa/oportunidad para el MAS, tanto como para las organizaciones. Sin embargo, debemos considerar que la votación contundente por Luis Arce y David Choquehuaca no es un cheque en blanco para el MAS ni tampoco la expresión de una fuerza social homogénea e incondicional.
Los desafíos del nuevo escenario
La dupla Arce- Choquehuanca, enfrentan un panorama difícil; con la caída de las reservas internacionales, el incremento del desempleo, la pobreza y un mayor endeudamiento del país -un escenario similar al vivido en la década de los 80-. Arce ya anunció la renegociación de la deuda externa, el esfuerzo que se hará para no devaluar la moneda y la necesidad de recurrir a otros sectores dinámicos de la producción para extraer excedentes económicos que se necesitan -función que cumplieron las nacionalizaciones de hidrocarburos y telecomunicaciones en el 2006 y 2008, respectivamente-. Considerando, principalmente, que existe una población urgida por salir de la crisis económica y social.
El modelo económico del MAS seguirá los mismos principios: crecimiento económico, inclusión social y distribución de la riqueza; así como también las mismas políticas económicas que recibieron el rechazo de pueblos indígenas, principalmente del oriente boliviano, y de otros sectores sociales: sustitución de importaciones, industrialización de recursos naturales, construcción de carreteras y exportación de energía eléctrica; por lo que no debemos descartar nuevos desacuerdos. Y de ocurrir, esperemos que la historia vuelva a darle al MAS la posibilidad, también, de tratar de manera más acertada las contradicciones en el seno del pueblo; por ejemplo, no volver a priorizar los pactos con los grupos oligárquicos, mientras a los pueblos indígenas se les niega lo mínimo, como es su derecho a la consulta previa cuando existen proyectos de gobierno que afectan su territorio.
Existe, además, un regionalismo fortalecido con epicentro en Santa Cruz, cuyo líder derechista, Luis Fernando Camacho, invita a soñar con la nueva República de Santa Cruz; es aspecto que no se debe subestimar, pues no sólo representan fuertes grupos oligárquicos, sino que tienen características facistoides que los llevan a echar mano de organizaciones paramilitares, como la Unión Juvenil Cruceñista y, ahora, con la Resistencia Juvenil Cochala, que han demostrado su disposición para promover un clima violento, -como el que se vivió en el 2008-, para obligar al MAS y al nuevo gobierno a negociar y mantener sus privilegios económicos.
Habrá que sumar, a este escenario, la necesidad de que el nuevo gobierno construya su propio liderazgo o autonomía con respecto a Evo Morales, y considerar que la distancia entre éste y Choqueuanca puede plantear nuevas divisiones al interior del MAS y del Instrumento Político. En ambos aspectos, resultará fundamental la integración del gabinete presidencial, pues quienes dieron su voto al MAS exigirán congruencia, para que los cargos de la administración pública no vuelvan a llenarse de quienes consideran oportunistas; es decir, los llamados invitados, que no tienen relación orgánica ni con el MAS ni con las organizaciones sindicales, sociales y populares que integran el Instrumento Político. Lo que implica, por un lado, atender lo que era una prioridad desde hace quince años, la formación de nuevos cuadros políticos y, por otro lado, permitir y potenciar la participación de jóvenes dirigentes.
Retomar las relaciones con las Fuerzas Amadas y grupos oligárquicos, responsables del golpe de Estado, no será nada fácil. No habrá venganza ha dicho Arce, pero lo que se exige es justicia para esclarecer todos los hechos de violencia sucedidos a partir del 10 de noviembre del 2019. Se trata de una relación que exige nuevos parámetros, pues quedó demostrado que mayor presupuesto y privilegios para las Fuerzas Armadas, como tampoco los acuerdos ventajosos para los grupos oligárquicos garantizan su lealtad.
Entre el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad
Prever el rumbo de los acontecimientos políticos es, de por sí, difícil, aún más cuando se pretenden analizar a partir de privilegiar las posiciones políticas propias, por encima del análisis puntual de la realidad social. Para el caso boliviano, es todavía más complicado si no se toman en cuenta, de manera indisoluble, el carácter étnico y de clase que hay detrás de los distintos sectores sociales que integran lo que llamamos pueblo boliviano. Es necesario, entonces, hacer un largo y paciente ejercicio de escucha y observación de sus distintas organizaciones sindicales y sociales, de los pueblos y comunidades que lo integran, así como de sus acciones y discursos; para poder dar cuenta de los elementos decisivos de la coyuntura política.
Ha ganado el MAS las elecciones presidenciales en Bolivia, a pesar de todo y por donde se le vea es una buena noticia para el país andino y para América Latina. Ojalá que el nuevo gobierno y el MAS estén a la altura de quienes han inclinado, nuevamente, la balanza a favor de los pueblos indígenas, campesinos, obreros y demás sectores populares en Bolivia. Y que éstos a su vez construyan los acuerdos, la estrategia, la posibilidad de incidir en la transformación radical del Estado. Porque como ya vimos, aunque nuestro fin último sea acabar con el capitalismo, no es lo mismo hacerlo enfrentando a un gobierno militar y de extrema derecha que a uno como el MAS. Pues, un año del gobierno de facto de Jeanine Áñez dejó claro, también, que era un disparate afirmar que el gobierno de Evo Morales era una dictadura y el MAS un partido de derecha. Tanto como ha quedado claro que el MAS, aún disminuido su apoyo, también ganó en las elecciones del año pasado y que ante la imposibilidad de quitarlo por medio de elecciones fue necesario el golpe de Estado.
Procesos políticos como el que se vive en Bolivia nos inspiran y también nos enseñan, esto último es lo más difícil, pero también lo más necesario; exponer algunos aspectos contradictorios que los integran es un buen punto de partida. Y en un contexto internacional de fortalecimiento de grupos, organizaciones y gobiernos de derecha, sería un grave error no valorar, en su justa dimensión, triunfos electorales como el del MAS o la votación en el plebiscito del día de ayer en Chile -que permitirá elaborar una nueva constitución política que sustituya a la impuesta durante la dictadura militar de Augusto Pinochet-. Es importante el resultado de las votaciones, tanto como lo es analizar los procesos políticos en que están inmersos, qué hay detrás de ellos, quiénes y de qué forma lo hicieron posible.