Modernidad ¿Un proceso civilizatorio terminado?
Marco Antonio García Serrano
Introducción
La dinámica del confinamiento ha puesto en evidencia que el capitalismo se ha reconfigurado de una manera más voraz; en algún momento de la pandemia se especuló que dicho sistema iba a colapsar, pero, esta premisa es falsa. Dicha reconfiguración se manifestó en el rubro del entretenimiento, y en la sociedad a nivel cultural, esto se vio reflejado en los comportamientos de las personas debido a las medidas sanitarias.
Los espacios físicos pasaron a ser virtuales, y la experiencia de estar cara a cara paso ser de monitor a monitor un claro ejemplo es que en la música (conciertos), Obras de teatro, presentaciones de libros, Jornadas académicas. Sin embargo; todo a través de plataformas vía Streaming.
El mundo se está reconfigurando a partir de las mencionadas prácticas culturales y sociales, y pareciera que ese mundo que se proyectaba en las películas de ciencia ficción al estilo de Blade Runner, Akira, Solaris, por citar estos ejemplos, ya nos alcanzó.
Ocurre un fenómeno curioso que este desarrollo tecnológico no es de manera igualitaria, y se expondrá que aquellas personas que no tienen la posibilidad de acceder a este progreso, ni mucho menos a una idea errónea de pandemia en donde se recomienda quedarse en casa y ocupar el tiempo libre en procesos productivos (lectura, tiempo con familia, trabajo en casa), pero hay un sector de la sociedad que no tiene los privilegios y son aquellas que sobreviven ante la pandemia, la transformación del capital, añadiendo la situación de violencia que se vive día a día en su cotidianidad como lo veremos a continuación.
Modernidad ¿Un proceso civilizatorio terminado?
Para explicar dicho fenómeno, es necesario hablar de modernidad, como un conjunto de comportamientos que estaría en proceso de sustituir a esta constitución tradicional después de ponerla en evidencia como obsoleta, es decir como inconsciente e ineficaz. Puede ser vista también, desde otro ángulo, como un conjunto de hechos objetivos que resultan tajantemente incompatible con la configuración establecida del mundo de la vida, y que, se afirman como innovaciones sustanciales, llamadas a satisfacer una necesidad de transformación surgida en el propio seno de este mundo (Echeverría, Bolívar, 2013, 8).
De modo tal que aquel proyecto civilizatorio en el que se ponía al hombre como el centro del mundo y un progreso de manera lineal, en realidad deberíamos preguntarnos: ¿Qué es el progreso?, ¿Para quién es dicha promesa?; la respuesta es simple, solo para unos cuantos que han alcanzarla, de una manera ilusoria en forma de aspiración, y me refiero aquellos sujetos que sueñan con vivir un modo de vida que el propio sistema económico les da en forma de tarjetas de créditos, programas pre fabricados que ofrecen cuerpos estilizados, gozando de los beneficios del orden y progreso que nos dio la modernidad como proyecto emancipatorio de la humanidad de una manera banal (coches lujosos, viajes a lugares aspiracionales, gasto de excedente en forma de placer sexual y económico), y para aquellos quienes logran asomarse por fuera de la ventana de ese imaginario son la clase media, este sector que tambalea en la cuerda floja, que no va hacia un rumbo fijo que persigue como Sísifo el ilusorio del “buen vivir”, pero en realidad; para ellos ¿Qué es el buen vivir?
Para los sujetos que lograron alcanzar de manera aspiracional dicho imaginario es él sujeto denominado “pobre de derecha” como aquel que niega su condición de clase, y asume un imaginario impuesto por el capitalismo, es decir, un sujeto des clasado, es decir, aquel que reproduce los discursos: “querer es poder”, “échale ganas”, “el pobre es pobre porque quiere”, se aliena y su conciencia de clase se anula por perseguir aquellos imaginarios del “buen vivir”, pensando en la sociedad como un modelo piramidal. Sin dejar de lado que el capitalismo es una relación social basada en procesos de producción que se generan a partir del trabajo como una mercancía que este se desarrollo a partir de la primera revolución tecnológica.
Algunas personas se ven absorbidos por la dinámica de la violencia estructural que causa el trabajo como un fenómeno causado a partir de las relaciones de producción concretas, es decir, la delincuencia. Aquí es el punto clave que ha dejado este proceso de emergencia sanitaria en concreto en América Latina, en especifico en México, en las periferias de la Ciudad de México (CDMX), para explicar esto, es importante explicar el caso de aquellos sujetos que se decidieron a asaltar una combi en la carretera México-Texcoco el pasado 4 de agosto del 2020, y este resultó fallido, debido a que los pasajeros decidieron golpearlos por el hartazgo que se vive debido a la inseguridad.
El discurso ciudadanista, aquel de la clase media diría: “justicia por su propia mano”, “ estamos hartos de la inseguridad”, “él o yo” como aquel sujeto que también está inmerso en la lógica del capitalismo como aquellos que tienen que salir del área suburbana para ir a la ciudad a trabajar, y eso es producto de una violencia estructural que se desemboca en el capitalismo.
Sin embargo; el discurso ciudadanista deja de lado esta visión y solo se observa que hay un hartazgo por parte de la situación de inseguridad, sin dejar de lado aquellos sujetos que se ven absorbidos por la lógica de violencia que se vive en el barrio, sin romantizar esta, dado que también es reproducción de la violencia estructural, los dos son producto de una lógica violenta a la que se someten, tal vez, unos de una manera inconsciente, pero de manera aspiracional como aquellos buenos ciudadanos que trabajan, y no se cuestionan su explotación y evaden esto por medio de una tela de “confort”.
La situación de la emergencia sanitaria para los países de América Latina es muy frágil debido a una carga de sub desarrollo en la que se vieron inmersos en el momento que se les insertó en el capitalismo y eso costó un proceso de modernización, es decir, industrializar, inversión extrajera, y también cambiar a una mentalidad de progreso lineal que solo unos cuantos alcanzaron, ahora en pleno siglo XXI, dando cuenta que la modernidad como principio estructurador de la modernización “realmente existente” de la vida humana es que se trata de una modalidad civilizatoria que, si bien domina en términos reales sobre otros principios estructuradotes no modernos o premodernos con los que se topa, está sin embargo lejos de haberlos anulado, enterrado o sustituido. (Echeverría, Bolívar, 2013, 12).
Los procesos que vivimos cotidianamente con respecto la violencia, son naturalizados, al grado de no llegar a sentir empatía por el otro. Desde que los periódicos como El gráfico, La prensa o El metro nos muestra una mujer voluptuosa en un extremo, y por el otro un acto de violencia con un encabezado “irrisible”, y esos son los mecanismos que nos hacen naturalizar un fenómeno que aunque pareciera que hayamos pasado por un proceso de racionalización, estos momentos nos hacen recordar que hay una regresión antropológica concepto de Roland Simon. Lo propio de la violencia en tanto objeto social de cierta importancia es que resulta muy delicado proponer al respecto un análisis teórico nuevo. Como máximo se puede actualizar lo que las diversas ciencias sociales del hombre han dicho, y vuelto a decir de diversas formas. Al hacerlo, de todos modos, puede ser posible neutralizar, o al menos relativizar, la angustia que oprime e cada época ante ese “hiatos irationalis” al que cotidianamente enfrentamos (Maffesoli, 2012, 25).
Conclusiones
Lo curioso que pasa con las redes sociales en torno a la violencia como el caso de los jóvenes golpeados al intentar asaltar la combi, es como los espectadores que miran el video toman un juicio de valor en torno a la violencia, pero no cual es la raíz de dicho fenómeno, y la clave es en poner en cuestionamiento el papel de las redes sociales que fungen un papel de generar un espectáculo, que es otro fenómeno que deriva del capitalismo. El espectáculo en la sociedad moderna corresponde a una fabricación concreta de la alienación. La expansión económica se da principalmente a través de la expansión de esa producción industrial específica. Lo que crece con la economía que se mueve por sí misma no puede ser sino la alienación que precisamente se hallaba en su núcleo original. (Debord, Guy, 2012, 39.)
La pandemia ha dejado estragos en el tejido social como producto de una brecha de desigualdades que eran claras, ahora se reafirman dado que no hay oportunidades para aquellos que sobreviven día con día y se ven absorbidos en las economías peyorativamente “informales”, pero con el confinamiento se ven afectadas dado que no se puede salir, negocios locales cerrando dado que la renta los absorbe y no hay manera de continuar pagándola, aquellas familias en las que sus hijos no pueden acceder a la educación por no tener para pagar un servicio de Internet (nivel medio superior y superior), o una televisión (en el caso de la educación básica), eso es una muestra material de la violencia que crea este sistema económico, a estas personas que no tienen las mismas oportunidades serán los desposeídos de la modernidad, y por lo que, mientras no se llegue una crítica real a dicha estructura será muy difícil ver las problemáticas reales, en las que se debe salir de este mundo violento.
Bibliografía:
Echeverría, Bolívar. “¿Qué es la modernidad?”. Cuadernos del Seminario Modernidad: versiones y dimensione; 1, UNAM, México, 2013.
Echeverría, Bolívar. “Vuelta de Siglo”, ed. Era. México 2019.
Horkheimer, Max, Adorno Theodor.“Dialéctica de la ilustración, ed. Trotta, Madrid 2009.
Maffesoli, Michel. “Ensayos sobre la violencia banal y fundadora”, ed. Dedalus, Buenos Aires, 2012.
Debord, Guy. “La sociedad del Espectáculo” ed. La marca Editora, Buenos Aires, 2012.