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Anemia digital: la grave enfermedad del sistema educativo


9 agosto, 2020 @ 9:17 am

Anemia digital: la grave enfermedad del sistema educativo

Guillermo Vega Zaragoza *

Muchas de las actividades que las personas realizaban fuera de casa, ahora se han visto obligadas a hacerlas desde sus domicilios, mediante la computadora conectada a internet. Para trabajar, comprar y ocupar el tiempo de ocio, se han volcado hacia las redes sociales, y los servicios de videoconferencia y de streaming.

Rezago educativo

En México, uno de los sectores más afectados y menos preparados para enfrentar una situación tan complicada, y de por sí inédita, es el educativo. Su precaria condición en cuanto a su calidad, se ha visto agravada por lo que podríamos llamar su crónica “anemia digital”, es decir, la casi absoluta ausencia de integración de herramientas digitales en el proceso educativo. Con esa debilidad tecnológica y cultural, alumnos y docentes fueron lanzados a un océano desconocido y proceloso, con apenas una balsa, sin remos y sin saber nadar.

Anemia digital

Este problema de la “anemia digital” adquiere proporciones gigantescas, pues involucra a todos los niveles del sistema educativo. De acuerdo con los datos disponibles, en 2018 había en México 30 millones ,684 mil, 470 alumnos de educación básica (prescolar, primaria y secundaria) y de educación media superior. Estos eran atendidos por 1 millón, 519 mil, 322 docentes en 244 mil, 117 planteles.

Para darle continuidad a la educación de estos millones de niños y jóvenes, impedidos de acudir a los recintos educativos, las autoridades de la Secretaría de Educación Pública (SEP) improvisaron una estrategia llamada “Aprende en casa”, conformada fundamentalmente por clases por televisión, complementados por materiales audiovisuales compartidos en internet. Y ya. Eso fue todo. El programa ha durado desde el 30 de abril y se extenderá hasta agosto —y todo parece indicar que será por más tiempo—, pues las condiciones para regresar a las aulas no son favorables.

Docentes integrantes de la disidencia magisterial del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) señalaron a finales de mayo que por la falta de un plan definido por parte de la SEP, “se llevó a los maestros a generar una precaria virtualidad del aprendizaje sin más herramientas que las propias: su celular, su computadora, su internet o el diseño de guías y materiales de estudio con sus materiales”.

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Imagen: diariodeconfianza.mx

La brecha digital

Agregaron que la estrategia “exhibe la brecha digital, pues solo el 44.3 por ciento de hogares cuenta con computadora, el 39.1 por ciento carece de conexión a internet, el 44.6 por ciento usan la computadora como herramienta de apoyo escolar en los hogares y el 10.7 por ciento de usuarios de internet acceden fuera del hogar”.

En efecto, el problema no es sólo de acceso a la tecnología sino el analfabetismo digital de autoridades gubernamentales, docentes y alumnos, lo que ha conllevado una utilización restringida de los recursos digitales para hacer frente a la situación de emergencia provocada por la pandemia.

Aunque no es representativo estadísticamente, sí resulta significativo el ejercicio llevado a cabo por la asociación Mexicanos Primero, que reunió, a mediados de mayo, a un grupo de alumnos de secundaria de seis estados a través de una videoconferencia para que expresaran sus experiencias con el mencionado programa gubernamental “Aprende en casa”. Los estudiantes reconocieron como un impedimento que no todos tienen computadoras, televisión o internet para consultar los materiales e interactuar con los maestros. Varios de ellos señalaron que en casa cuentan sólo con un dispositivo y tienen que compartirlo con sus hermanos.

Además, se quejaron de la poca retroalimentación que establecen con sus profesores y no siempre en sus casas tienen quién les ayude a resolver sus dudas¸ pues muchos de sus padres trabajan y es difícil estar con los hijos apoyándolos.

Sobre carga de tareas y labores

En resumen, indicaron que “no aprenden, no pueden comunicarse con sus maestros, no les resuelven sus dudas, les encargan más tarea de lo normal y en sus casas tienen que estudiar, a la vez que ayudan a sus papás” con las labores del hogar.

Por otro lado, se podría pensar que las instituciones de educación superior estarían en una posición más cómoda para enfrentar la emergencia por la pandemia, pero las cosas no pintan mucho mejor. De acuerdo con las cifras de la Dirección General de Educación Superior Universitaria (DGESU) de la SEP, la matrícula de educación superior a nivel nacional es de 4,430,248 estudiantes, atendidos por 3,665 instituciones, de las cuales 27.74% son públicas y 72.26% son privadas.

Déficit estructural del sistema educativo

En una mesa redonda virtual realizada a finales de mayo, el subsecretario de Educación Superior, Luciano Concheiro, reconoció las carencias tecnológicas que existen en las instituciones de educación superior, tanto públicas como privadas, pues su condición no es tan diferente entre unas y otras. Informó que 58 por ciento de las instituciones de educación superior reportaron “carencias de equipo de cómputo o Internet, así como equipo inservible para la realización de las actividades de educación a distancia”.

Ahí se reveló que, de acuerdo con una encuesta de SEP en 116 instituciones públicas y privadas de educación superior, 55 por ciento de los alumnos y docentes respondieron tener desconocimiento en el uso y manejo de las plataformas utilizadas para la educación a distancia.

Un 35 por ciento reportó saturación de la red para el uso de las plataformas o mala calidad de la señal de internet; 21 por ciento respondió tener poca disponibilidad de materiales y herramientas digitales, y 16 por ciento más una falta total o insuficiencia de infraestructura tecnológica. Solamente 14 de las 116 instituciones encuestadas utilizan una plataforma diseñada exclusivamente para ellas; 52 más reportaron la adquisición de una plataforma comercial, y el resto utiliza herramientas digitales gratuitas o de pago de uso público.

Se señaló en dicha mesa redonda que “el escenario se presenta muy complejo y extraordinariamente difícil, en una realidad que desde antes del Covid-19 imperaba la desigualdad y la inequidad social, pero que ahora se agravará con la crítica situación económica que ya empieza a reflejarse en la sociedad entera”.

En la presentación del Programa de Desarrollo Institucional 2019-2023, dado a conocer el 1 de julio, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Enrique Graue, señaló que “los procesos de enseñanza y aprendizaje, en la modalidad presencial, continuarán evolucionando en modelos mixtos y transformándose rápida y asertivamente sin que esto conlleve a la pérdida de la valiosa vida comunitaria en la Universidad. Para lograrlo, habrá que sumar esfuerzos con nuestra comunidad académica, adecuar espacios y reforzar el acceso y uso de las tecnologías de la información y comunicación y del aprendizaje y conocimiento”.

Sin embargo, luego de una revisión de los objetivos propuestos en el segundo cuatrieno de Graue, apenas se encontraron algunas actividades relacionadas con la digitalización del proceso educativo. Por ejemplo, se propone articular los planes y programas de estudio del Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAyED) con los planes y programas presenciales y construir modelos mixtos (híbridos) de educación presencial y a distancia, así como incorporar estrategias educativas en línea que fortalezcan a la educación presencial. Y ya.

En el aspecto tecnológico, la UNAM buscará promover la creación de centros de apoyo pedagógico y tecnológico para docentes y técnicos en las diferentes entidades académicas, con el fin de promover proyectos de innovación educativa con tecnologías para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje; fomentar el aprovechamiento de las tecnologías de la información y comunicación para contribuir a la transformación de los procesos de enseñanza y aprendizaje; e incluir y adecuar el uso de las tecnologías para el aprendizaje y el conocimiento en todos los planes y programas de estudio de la UNAM.

Anemia digital, resultado de un rezago de décadas

Algo es algo, pero ante la magnitud del reto no parece suficiente. Es posible argüir que la emergencia de la pandemia nos tomó desprevenidos en todos los ámbitos, que no era posible prevenir el problema y que ningún país estaba preparado para enfrentar las consecuencias. Sin duda. Pero también es posible pensar que se habría estado en mejores condiciones de atenuar los efectos si se hubieran tomado ciertas medidas desde hace mucho tiempo. Para no complicarnos, nos restringiremos al aspecto de la utilización de la tecnología digital en el ámbito educativo. Desde hace por lo menos dos décadas (y un poco antes) ya se venía hablando de la inevitabilidad del cambio de paradigma que se estaba dando en muchos ámbitos: económico, político, social, cultural, educativo con el advenimiento de la digitalización del mundo.

La pandemia de Covid-19 ha puesto en una situación límite a muchos de los que se habían resistido a entender que la revolución digital es inevitable y que no hay forma de oponerse a ella, sino que lo más razonable es entenderla, abrazarla, adaptarse y aprovecharla para tratar de mejorar y resolver los problemas más apremiantes de la sociedad actual, como lo es el educativo.

Lo radical de la nueva normalidad

Nuestro país está capoteando la pandemia como mejor puede, con resultados desiguales. Pero lo cierto es que una vez que la vida pública regrese a la “normalidad”, esa normalidad no podrá ser la misma de antes durante mucho tiempo. Serán necesarios cambios radicales. Entre ellos está el del cambio no sólo de modelo sino de paradigma educativo, a todos los niveles. No se puede seguir educando con un paradigma que data de la época medieval: un maestro delante de un grupo, como si el mundo no hubiera cambiado para nada desde entonces. Lo digital forma parte de la vida cotidiana de casi todo el mundo prácticamente desde el nacimiento, y sigue sin ser integrado adecuadamente al proceso educativo, como si no existiera, y sigue sin ser aprovechado como una herramienta poderosa.

Ojalá que la pandemia de covid-19 impulse la revolución mental que se requiere en México para que todos los participantes del proceso educativo (autoridades, docentes, sindicatos, alumnos y padres de familia) superen esa anemia digital que ataca al sistema. Si no hay una revolución mental acorde con la magnitud del problema que se afronta, las consecuencias son impredecibles y el daño incalculable.

 

 

* Guillermo Vega Zaragoza (Ciudad de México, 1967). Es escritor, periodista y profesor. Es autor de una docena de libros de cuento y poesía. La Tertulia. Ensayos sobre literatura mexicana (El Tapiz del Unicornio, 2019) es su obra más reciente. Estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la UNAM. Ha sido profesor de literatura y comunicación en diversas universidades e instituciones culturales y educativas. Fue editor y jefe de redacción de la Revista de la Universidad de México de la UNAM.

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