Los “críticos” fingen pesar por víctimas de Covid-19
Si la familia de Krishna Bahadur pudo salir de la pobreza,
educar a sus hijos y mejorar entretanto su dieta,
salud y vivienda, entonces,
dada la oportunidad,
muchas personas entre los mil doscientos millones
que viven con un dólar diario en el mundo entero
también pueden hacerlo.
(Paul Polak: 2008.)
Igual que las palabras de inicio de este texto, así entiendo el sentido y la función última de los programas sociales que ha impulsado y puesto en práctica la actual administración federal. Millones de familias mexicanas convierten esos apoyos en la inversión que necesitan para reactivar sus economías hacia la construcción de una nueva realidad y normalidad, donde el “crédito a la palabra” implica confianza e inversión directa. Burlarse de esos programas, reduciéndolos a estrategias clientelares, es burlarse de esas familias que, con esos apoyos –ya sea bajo el concepto de pensión para adultos mayores, becas para estudiantes de los tres niveles de educación o becas para jóvenes construyendo el futuro–, logran entender cómo se construye en casa una cultura financiera con base en la confianza.
Confiar en la palabra de quien recibe el apoyo es una de la claves para salir de la pobreza y acabar con ella. Hay los y las que prefieren que las cosas sigan igual, que pretenden continuar con la vieja normalidad porque las condiciones de vida de las mayorías no les importan. Ver y escuchar con atención, además de leer los manuales que están disponibles en la red, en los portales o sitios web que correspondan, puede sacar de dudas y esclarecer a cualquiera.
“Pinches programas oficiales”
Pero los veo bostezar. “Huta, qué güeva” –dicen–, “pinches programas oficiales”. Y si ver y escuchar no los va a hacer famosos, no los va a colocar al centro de la atención momentánea, ¿por qué o para qué lo harían? Es más atractivo quedar como colectivo que se opone a los programas (desconocidos en el fondo) que conocerlos en su esencia y asumir, con humildad, que uno mismo tiene muchas carencias en cuanto a cultura financiera.
Lo de hoy es opinar sin sustento; ser conservador
Discutir opinando, es lo de hoy. Opinar desde las meras impresiones, es lo de hoy. O bien, siendo un conocedor de fondo, ser francamente alguien convencido de lo contrario; ser, sin lugar a duda un conservador, con etiqueta de “libre pensador”, con base en el conocimiento de la historia, pero, finalmente un conservador, y a partir de ello empezar a adjetivar a éste y al otro, a ridiculizar porque se tiene todo el aparato crítico leído, estudiado.
Al fin de cuentas para el conservador se trata de una guerra, porque, como los que son como él, perdieron en las urnas y la democracia de las izquierdas no les conviene, no les dan contratos; entonces desconocen la regla de la convivencia armónica y en cambio, se dedican a denostar.
Conservadurismo chato y ramplón; elitista
Conservadores, no de una tradición, como hacen tantos pueblos y comunidades, o como se hace en el arte, la poesía, la literatura, que se aprende a conservar lo bello, aquello que produce una experiencia estética del mundo y a partir de esa experiencia se entiende el valor del objeto que se conserva: un cuadro, una película, una novela, un poema; o un rito, un baile, una ceremonia. No, los conservadores del régimen derrotado en las urnas no hablan en ese sentido, sino de conservar los privilegios a los que están acostumbrados, desde su arrogante lugar llamado de igual forma, privilegio.
No leen a Maquiavelo sino a Mussolini
Entonces, los conservadores no son liberales, ni discrepan en el sentido del rebelde que busca abolir cualquier aspecto de la vida esclavizada. Su perversión no está en la lectura de Maquiavelo sino en la de Mussolini, y, sin hacerlo francamente, le declaran la guerra al régimen ahora como Bloque Opositor Amplio (BOA). Se burlan, pero no se dan cuenta que la gente, millones de personas, familias, también se dan cuenta de ser objetos de su burla.
Y ahí van a dizque cuestionar, cuando en el fondo lo que hacen es quejarse, reprochar, y, desde el resentimiento, elaborar los discursos con mayor esfuerzo de estilo literario para tratar de convencer de que nos va a llevar la chingada, que habrá miles de muertos, millones de infectados por la pandemia.
Gesticuladores que fingen pesar por las víctimas
Son gesticuladores profesionales al afirmar que les duelen los muertos de esta pandemia pero no los de antes, los de Calderón o los de Peña Nieto —no se diga los de la Guerra Sucia—, sino éstos de la pandemia porque son los que les sirven como capital del reclamo y desavenencia.
Los jóvenes estudiantes los miran y se ríen: ¿de qué hablan? Traman un ardid, los evidencian, y se consideran perseguidos por el régimen; deben de recordar que los perseguidos, los disidentes de la década de 1970, por dar un ejemplo, sufrieron desapariciones forzadas, que fueron los políticos del viejo régimen quienes ordenaron desaparecerlos. “Se la maman, a ellos mismos y entre ellos”, dicen los jóvenes. No tienen vergüenza, ni nobleza, ni dignidad.
La 4T es un comienzo para salir de la pobreza
Salir de la pobreza significa cambiar la idea de la vida financiera diaria de las personas, atender el rezago educativo, pero sobre todo, impartir justicia, puntual y cabalmente. Porque hay muchas injusticias en las vidas de las familias pobres. Invertir en ello no es gastar, atender el sector salud no es traicionar al pueblo sino responder, con un alto sentido de excelencia, a lo que urge y cambiar lo que hay que cambiar.
La transformación va
En lo que va de esta administración muchas cosas han cambiado y esas cosas que han cambiado a los conservadores no les gustan, aborrecen todos y cada uno de esos cambios, por ello están muy pendientes de los errores y vicios que no se han podido erradicar, y es entonces cuando recurren a los escándalos multitonales.
Y como son dueños de los medios de comunicación masiva hacen uso de éstos y se proclamen inmaculados, se creen populares, capaces de juzgar desde un lugar ilusorio —que no tienen—, de un lugar rector —que no ocupan—, pues fueron cómplices de los regímenes pasados, fueron sus beneficiarios, fueron los que recibieron esos dineros que ahora están reorientados a familias que los necesitan y a quienes les está cambiando la vida, la perspectiva de vida.
Un ejemplo de social democracia son las conferencias que tienen lugar por las tardes noches, a cargo de tres secretarías; la del Trabajo, la de Economía y la de Salud. Ahí se explica, se difunden y promueven medidas y acciones, sobre todo se informa. Los conservadores se equivocan al autodenominarse, con jactancia y arrogancia, social demócratas, porque cuando estuvieron beneficiados por el estado en sexenios pasados sólo llevaron a cabo acciones cuya estrategia se reduce al marketing.
No les importa la patria sino su empresa, y, desde ese cálculo egoísta se dicen democráticos porque apuestan por el libre mercado. Pobreza de universo semántico, falsas unidades de sentido en el fraseo. Pensamiento limitado. Eso es lo que se observa cuando se le lee con cuidado y desinteresadamente. Son conservadores sólo de sus privilegios y no de lo más bello: la vida en toda su complejidad.
Leí hoy por la mañana en Twitter a una persona que, con odio, furia, y cólera (y no la de Aquiles sino la del gandalla holgazán), detestaba y aborrecía el decálogo presentado ayer, y expresaba su deseo de que al igual que a Salvador Allende habría que acabar con el habitante de Palacio Nacional. He ahí la manifestación más burda del pensamiento y sensibilidad del conservador, simplemente un delincuente más, un asesino.
Conservar lo importante
Lo que resta de este día dejaré de leer noticias, artículos, reportajes, status y a twitteros convulsos, y me la pasaré leyendo a dos autoras, una canadiense y otra mexicana. Una habla de la memoria colectiva desde un recuerdo personal y la otra, sobre la importancia del registro sonoro de nuestras acciones, dos perspectivas realmente conservadoras de algo invaluable y no patrañas.