“No puedo respirar”; el grito que rompió el pacto racial de hace 50 años
“No puedo respirar”
Los días de este año se han vuelto sofocantes, como en una novela de Faulkner; la enorme sombra de muerte que recorre el mundo, el encierro, la agudización de la crisis en vísperas, con su amenaza de mayor pobreza y violencia, pero sobre todo, la desnudez de una realidad expuesta por un enemigo microscópico, que evidenció todos los males de una sociedad descompuesta que habíamos aprendido a ignorar y sobrellevar.
Por eso, el grito de batalla en estos días de pandemia se han vuelto las últimas palabras que George Floyd dijo antes de morir: “No puedo respirar”.
Los días se han vuelto sofocantes porque esta vez no hay forma de evasión; no hay un estadio de fútbol al cual acudir, o un espectáculo de luchas para gritar la ira acumulada, correr a un aparador para consumir, con el aumento de deudas impagables, adormecer la conciencia con una película de verano, no, esta vez la realidad nos obligó a observar y sentir su aspecto descarnado y brutal.
¿Qué hizo que miles de personas en EU, vencieran el miedo al virus para salir a protestar a las calles?
La indignación por el cobarde asesinato del afroamericano George Floyd es tan sólo el síntoma de un viejo malestar. Es el detonante de una violencia sistemática y de un racismo estructural que aprendió a subsistir dentro un orden legal contrario a él, pero que se manifiesta recurrentemente en los espacios donde existe abuso de poder como la brutalidad policíaca.
El abuso policíaco es un problema que afecta a todos, pero es más agudo contra los afroamericanos, ya que “Los adolescente afroamericanos tienen 21 veces más probabilidades de morir que los blancos, por agentes de policía.” Sostiene el investigador Rashawn Ray.
Pero hay algo nuevo en estas manifestaciones, que puede convertir la rabia en esperanza. El abuso policíaco es sistemático, la lista de afroamericanos muertos por exceso de violencia policíaca es larga. Pero esta vez no sólo es el rencor el motor de la revuelta. Los “disturbios” en Ferguson en 2014, por la muerte del joven de 18 años, Michael Brown, no fue una respuesta como la de hoy; multi-racial (latinos, afroamericanos, asiáticos, blancos, musulmanes, judíos), de distintas clases sociales, en más de 70 ciudades.
No hay nada que perder
En esta ocasión la rabia venció al miedo de morir por contagio y eso, únicamente sucede cuando en el imaginario colectivo echa raíces la idea de “ya no hay nada que perder”; síntesis de estos meses sofocantes; las razas excluidas en EU se vieron reflejadas bajo la rodilla del policía asesino en Minneapolis. Porque esa y no otra, es la imagen que tienen de su propia realidad. La pandemia evidenció la desigualdad social y económica en EU, donde hasta ahora han muerto más de 100 mil personas por la COVID-19, y que en su gran mayoría son afroamericanos, latinos, musulmanes, porque el virus no discrimina raza o clase social, pero la mayoría de los muertos los han puesto las clases bajas, excluidas, que no han dejado de ir a trabajar, que viven en hacinamiento y con un pésimo seguro de salud.
“No puedo respirar”; el grito que rompió el pacto de integración racial de hace 50 años
El movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos que inicia en 1955 con Rosa Parks -cuando rehusó levantarse de su asiento para cedérselo a una persona blanca- y tiene su momento más álgido con el asesinato de Martin Luther King en 1968, logró la abolición de las leyes de segregación racial. Se dio entonces un pacto de integración racial, pero la pandemia mostró la hipocresía de ese pacto, pues realmente quienes ostentan el poder político y económico en EU es una minoría blanca, monopolizada por dos partidos desde hace 250 años. De pronto el sueño americano exhibió su pesadilla. Las migajas de un nivel de vida cómodo pero que en realidad es excluyente. Las minorías raciales se vieron en la periferia debajo de esa rodilla opresora que no les deja respirar. Es por eso que estas movilizaciones anuncian, como mínimo, cambios profundos en la sociedad norteamericana, no sólo en los protocolos de intervención policíaca.
La soberbia de Tump
La soberbia aísla, vuelve pequeño a quien la ostenta y eso, es lo que le pasa al Presidente de Estado Unidos. Es muy emblemática esa escena de la Casa Blanca con las luces apagadas, mientras afuera se manifestaban por el asesinato de George Floyd. No ha entendido que precisamente esa actitud virulenta contra las minorías raciales en su país, es en parte la explicación de que en las protestas se hayan sumado distintas razas.
Las movilizaciones son multi-raciales porque son una respuesta natural a esa “supremacía blanca”, que había cobrado fuerza desde la campaña presidencial de Donald Trump. Esa asfixia que sentían las minorías raciales por el hostigamiento discursivo del presidente, y que en las calles también se respiraba, logró encontrar un cauce de salida, de ahí que esas tres palabras sinteticen el estado emocional de millones de personas: “No puedo respirar”.
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