Nos hace falta ser más agradecidos con la vida
Karla Ivette Moreno Maciel*
Hace falta agradecer por todo lo que tenemos, por lo afortunados que somos. Y todos los que seguramente me estén leyendo ahora, son tan afortunados como yo, y no se trata solo por el hecho de que estemos vivos en estos tiempos en que la gran mayoría del mundo se encuentra sufriendo tanto.
Lo digo porque muchos estamos cómodamente sentados en nuestras casas, mirando todo el día Facebook o maratones de Netflix en sillones que de seguro ya tienen nuestras siluetas marcadas, porque en esta cuarentena nos da tiempo hasta para levantarnos tarde, o no hacer nada, o quedarnos en pijama todo el día, sin preocuparnos por nada más que prender las noticias y ver hasta cuántos han ascendido los muertos en nuestro país, y quejarnos vigorosamente poniendo un dislike a todas las publicaciones que nos encontramos respecto a acciones poco empáticas en esta lucha contra el Covid-19.
Pero se nos pasa rápido cuando abrimos el refri para ver qué vamos a comer, y si ya no queda mucho nos ponemos nuestro cubrebocas y nos embarramos de gel antibacterial para ir en una carrera al supermercado y de vuelta a casa, tocamos base, siempre recordando lavarnos las manos constantemente y por qué no, una buena ducha caliente antes de irnos a dormir, y mañana será otro día.
Pero no todos en el mundo viven una vida tan afortunada y bendecida como la nuestra.
40% de la población mundial no cuenta con agua potable para lavarse las manos
Comencemos con los 2 mil 200 millones de personas que no tienen acceso a agua potable, más los 4 mil 200 millones que no cuentan con servicios de saneamiento, y los 3 mil millones que no cuentan con instalaciones básicas para la higiene en todo el mundo[i].
Como saben, lavarse las manos con agua y jabón es fundamental en la lucha contra el Covid-19. Sin embargo, “el 40% de la población mundial, no tiene en casa ni siquiera una instalación para lavarse las manos[ii]”, según lo anunciado el 25 de marzo por el Secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios de la ONU, Mark Lowcock.
Si volteamos nuestra mirada a la región más pobre del mundo, casi la mitad de personas que beben agua de fuentes no protegidas viven en el África subsahariana y seis de cada diez personas no tienen acceso a servicios de saneamiento seguros, sumados a las sequías constantes y a la escasez de recursos y de servicios de salud que son habituales en esta región. Ni hablar sobre conseguir un poco de jabón o de nuestro preciado gel antibacterial.
Aumentará el número de pobres por crisis sanitaria
A finales de 2019, 135 millones de personas vivían con niveles de hambre “extremos”, pero a causa de las cuarentenas por el Covid-19, es probable que ese número aumente a 265 millones, anunció el Director Ejecutivo del World Food Programme, David Beasley[iii].
Cinco de los países que corren el riesgo de sufrir una hambruna de tamaño bíblico son: Yemen, la República Democrática del Congo, Venezuela, Sudán del Sur y Afganistán[iv]. Se trata de regiones que desde antes de la pandemia ya sufrían afectadas por las guerras, los problemas sociopolíticos, catástrofes ambientales y crisis económicas. No estamos solamente ante un problema de “inseguridad alimentaria grave”, estamos hablando de personas en el mundo que van a morir de hambre.
Pero no vayamos lejos. Las medidas implementadas por los gobiernos en América Latina que incluyen el aislamiento social (aplicando estrategias como el cierre forzoso de negocios y locales de pequeños comerciantes, cierre de espacios públicos y plazas comerciales, cancelación de eventos, entre otras) con los consecuentes despidos y descansos sin goce de sueldo que conllevan la disminución de ingresos en una gran parte de la población –en una región del mundo donde la gran mayoría vive al día o depende del comercio informal– es lamentablemente, una canalla y triste situación sin retorno en donde las personas más desfavorecidas serán como siempre las más afectadas. El hambre también mata.
Los que ni siquiera patria tienen
Ante el alarmante contexto de la pandemia de Covid-19 la situación de las personas migrantes y refugiadas alrededor del mundo no ha hecho más que agravarse. Considerados como población altamente vulnerable, no sólo enfrentan las condiciones de hambre y falta de agua relatadas anteriormente, sino también, la falta de derechos que te confieren los documentos en un país ajeno.
Se escucha muy fácil decir “quédate en casa” cuando tienes una casa con todas las comodidades, pero no todos tienen una. De acuerdo con la ACNUR, la agencia de la ONU que ayuda a los refugiados, para finales de 2018 había 70.8 millones de personas en el mundo obligadas a abandonar su hogares a causa de conflictos, persecución y en búsqueda de mejores oportunidades de vida. De esos, 30 millones son refugiados y más de la mitad menores de 18 años. Además hay más de 10 millones de personas apátridas a las que se las ha negado una nacionalidad y el acceso a los derechos fundamentales, entre ellos la salud[v].
Tan sólo en Estados Unidos unos 11 millones de personas indocumentadas trabajan en empleos inestables sin beneficios ni derecho a subsidios de desempleo y por supuesto sin cobertura médica, y aún más lamentable, ante el peligro inminente de la deportación, muchos de ellos han elegido no solicitar ayuda médica.
Se puede considerar esto como una falla sistémica, pues el hecho de que un sector importante de la población no reciba asistencia médica en el país con mayor número de muertes y casos confirmados por Covid-19, no sólo es malo para los individuos que lleguen a contagiarse sino para el país en su totalidad, con las repercusiones que implique.
Lo importante es saber qué clase de humanos seremos cuando todo esto haya terminado
Ante este panorama debemos darnos cuenta de que no sólo estamos enfrentando una pandemia sino una catástrofe humanitaria global.
La humanidad es precisamente eso que está en juego. Muchos morirán sin lugar a dudas, el sufrimiento de los menos favorecidos es histórico, pero seguimos aquí. Ahora lo que importa no es qué tan bien acatemos las normas de distanciamiento social, lo verdaderamente importante en todo esto es: ¿Qué clase de humanos seremos cuando todo esto se haya terminado?
¿Volveremos a nuestras rutinas, a nuestras vidas ordinarias, a seguir modas y estereotipos, a trabajar sin descanso por un montón de bienes perecederos, poniendo nuestro corazón en la búsqueda inacabable de estatus, poder, metas superfluas y cosas pasajeras.
¿Volveremos a nuestros sillones a pasar el rato entre la televisión y el Face haciendo la revolución con dislikes a todas las publicaciones que hablen de violencia, feminicidios, maltrato infantil y animal?
O tendremos la valentía y la fuerza de voluntad suficientes para cambiar nuestros estilos de vida ociosos y llenos de comodidades, para cambiar quiénes somos y cómo hemos estado pensando hasta ahora.
La valentía para mirarnos diferente, el amor para ser empáticos con todos los seres de este mundo, la humildad para ayudar a todo ser que se atraviese en nuestro camino y necesite de nosotros, la fuerza para dejar de odiar, dejar de juzgar, dejar de destruir, dejar de matar. La humanidad para enseñar y criar a nuestros niños con todos estos valores como decretos básicos de la existencia humana.
Tenemos la obligación humana de utilizar todo esto como una oportunidad para cambiar el curso de nuestras existencias, una oportunidad para ser mejores, ser verdaderos seres humanos. Porque, ¿si esto no logra hacernos cambiar, entonces qué?
Y justo aquí me detengo y vuelvo al inicio de mi reflexión, para pedirte que hagas una pausa, mires a tu alrededor y te sientas tan agradecido y afortunado por todo lo que tienes. Hazte consciente de ello y por favor cambia tu vida.
* Licenciada en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Referencias
[i] https://www.unicef.org/es/comunicados-prensa/1-de-cada-3-personas-en-el-mundo-no-tiene-acceso-a-agua-potable
[ii] https://www.google.com/amp/s/www.bbc.com/mundo/amp/noticias-52161772
[iii] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52402210
[iv] op.cit.
[v] https://www.msf.es/actualidad/mexico/covid-19-mexico-la-situacion-los-migrantes-frente-la-pandemia-alarmante