Concierto de voces: El mundo en cuarentena
A continuación les presentamos diferentes testimonios de varias naciones ( Francia, Alemania, Colombia, Israel, EU, Canadá, Brasil y Marruecos) sobre la cuarentena, ya que la afectación del Covid-19 es mundial:
Raquel (París, Francia)
Tras el último comunicado de Macron, el 16 de marzo, la situación cambió rotundamente. La mayoría de establecimientos comerciales, escuelas, universidades, empresas e instancias gubernamentales permanecen cerrados. Ese día se emitió el decreto que regula los desplazamientos en el contexto de la lucha contra la propagación del virus covid-19, mediante el cual las personas que quieran o necesiten salir de su domicilio, deben llevar consigo una constancia e identificación para evitar una multa que puede llegar a los 135 euros (con posibilidad de prisión a la tercer recurrencia). Los únicos motivos autorizados para desplazarse fuera del hogar son: para ir al trabajo cuando el teletrabajo no es posible, hacer compras esenciales en tiendas autorizadas, razones de salud o familiares, ayudar a personas vulnerables o cuidado de niños y actividad física individual cerca del hogar.
Yo tengo la facilidad de hacer teletrabajo. Sin embargo, algunas de las actividades técnicas y administrativas de mi laboratorio se han considerado como críticas en el Instituto Pasteur y por ello tengo autorización para desplazarme al Instituto. Estaré trabajando dos días a la semana en el laboratorio con mis colaboradoras. La actividad del instituto redujo en aproximadamente 80%; sólo los proyectos y actividades consideradas críticas se llevan a cabo en el Campus. Mi esposo, entrenador personal deportivo independiente, y quién normalmente trabaja a domicilio, mantiene su trabajo gracias a que ha podido dar sus clases por video.
Él se ocupa de ir a comprar los víveres, pues no podemos salir los dos juntos. Muchos de nuestros vecinos se fueron de la ciudad unas horas después del comunicado del presidente de Francia y los pocos que quedan siguen su vida tal y como nosotros. Todos los días a las 8pm, en todo París, la gente se asoma a la ventana y aplaude durante un minuto para alentar a los médicos, enfermeros y personal de salud, quienes están en primera fila luchando ante esta epidemia. Me preocupa la recesión económica y cómo lo enfrentarán países como México.
Jalal (Marruecos)
Pienso que la situación actual no permite a nosotros los humanos, hablar de nuestra vida cotidiana en cuarantena… Hay cosas más importantes que hacer en mi país: ayudar a los pobres, migrantes…
Edith (Stamford, Connecticut)
En estos tiempo difíciles hay personas que corren con la suerte de quedarse en casa y cuidar de su salud y la de su familia. En mi caso no es así, vivo en Stamford, CT, desde hace tres años, pero trabajo en NY. El presidente Donald Trump ordenó una cuarentena para los negocios no esenciales. En Stamford la mayoría son gente de oficina y las calles están desiertas, aquí sí aplica eso de que si tienes que salir a trabajar debes estar tranquilo porque la mayoría de la gente está en cuarentena y así no estarás en alto riesgo de contagio.
No es mi caso, trabajo en el estado de NY y aunque en el village en el que trabajo no hay muchos casos, me siento insegura. El mandato que se dio es que los hospitales, bancos, farmacias, empresas de construcción, restaurantes (take out), mecánicos, tiendas de conveniencia, plomería y supermercados se mantengan abiertos, yo trabajo para uno de estos negocios “esenciales”. Mi día a día es bastante estresante, aunque en la empresa nos cuidan, siento que mis probabilidades de contagio son muy altas porque hay personas que no entienden que esta es una situación de emergencia y siguen saliendo. Es una situación difícil ya que tengo familia que es mi prioridad y no quiero contagiarlos. Siempre trato de mantener la calma y la cordura y no fiarme de noticias falsas, sigo los protocolos y aunque sé que la etapa de mayores contagios está por venir confío en que todo saldrá bien y que mi empresa, si así se requiere, tomará las medidas necesarias.
Benjamin (Alemania)
Es extraño pensar en la cuarentena impuesta por la emergencia del Coronavirus cuando uno ya de por sí trabaja en casa. Mi oficina queda a unos 30 kms de distancia de donde vivo. Esa distancia no es un incentivo para ir allí regularmente a trabajar, incluso en épocas sin pandemia. Pero los gobiernos piden que no salgamos, que es distinto a que no queramos hacerlo. Hay innumerables señales de que la situación es excepcional. La primera es la rutina del despertador: el tener a los hijos en la casa hace que la rutina comience a cualquier hora. No hay que prepararles el lunch por la noche, o angustiarse por no alcanzar a llegar al colegio justo antes de que cierren la puerta.
La segunda es el apagón social: no hay amigos que visitar o que nos visiten, es imposible arreglar encuentros con los amigos de los hijos para que juegen y tampoco se puede salir a lugares de entretenimiento –parques, cines, prácticas deportivas, clases de música, o gimnasios-. Netflix y servicios afines se vuelven imprescindibles. Tercera, la rutina vuelve muy limitada nuestra vida: trabajar, preparar comidas, las salidas sólo para ir al súper, estar atentos a las noticias en línea o limpiar la casa. Pasamos más tiempo frente al ordenador, sea por estar pendientes de las noticias o porque se acentúa la búsqueda de información y los intercambios en redes sociales. La sociabilidad se traslada del trabajo, los bares, la calle o las cenas a la virtualidad de las redes sociales. Una de las mejores cosas de la cuarentena son los memes.
La ciudad se ha ido deteniendo gradualmente con el cierre de colegios, universidades, negocios, restaurantes y bares. Hay menos vehículos particulares en circulación y menos transporte público. La gente que se ve parece estar más silenciosa, en consonancia con un silencio generalizado en lugares en los que acostumbramos a escuchar gritos y ruidos diversos. Es agradable. Hago mi recorrido al súper en bicicleta, lo cual permite escuchar el silencio, ver que hay poca gente y nada de tráfico, y gozar todo esto a sabiendas que es un poco irreal, casi como una película de ciencia ficción de las que retratan un espacio urbano post-apocalíptico. Sabemos que las cosas volverán a ser como eran antes, al menos en materia de ruido y rutinas, pero no sabemos cuándo va a ocurrir ese retorno, y por lo mismo, hay una sensación de que el tiempo ha quedado suspendido, y nuestras vidas también.
Ishé (Nueva York)
Es el día once en “distanciamento social” y necesitaba las pastillas para la tiroides de Watson, mi perro. Llamas al veterinario para hacer tu pedido, te cobran en tu tarjeta de crédito -para que no toques las terminales- y hay una línea fuera para poder entrar. No se admite más de una mascota con su dueño por vez. La enfermera usa cubrebocas, guantes, gorro. Al fondo está el empleado de seguridad vestido con un traje completo de aislamiento. Camino de regreso a casa a 3 grados Celsius. Hoy cayó aguanieve. En ningún restaurante o cafetería se puede una sentarse a comer. Las restricciones son cada vez más estrictas… Hace dos semanas nos tomó tres horas revisar que la infraestructura de IT nos permitiera trabajar a distancia y nos fuimos todos a nuestras casas. A la mañana siguiente teníamos juntas virtuales. Es bueno estar ocupado. No es tan fabuloso cuando no puedes recoger algo para desayunar y el café de camino a la oficina. No hay gimnasios, yoga, grupos de corredores, nada.
El gimnasio del edificio también está cerrado. Los museos, lo mismo. Es claro el mensaje, están disuadiendo a las personas de cualquier intento de establecer conexiones sociales para que se queden todos en sus casas. Ayer entró en vigor una nueva regla: Cualquier grupo de más de cinco personas juntas está prohibido. Aún no está la policía metiendo a la gente a sus casas; pero estamos cerca. El Gobernador de NY ha dicho claramente que no es su intención coartar la Libertad de los ciudadanos, pero tratándose de circunstancias tan excepcionales como las que vivimos, no sería una sorpresa para nadie.
Las calles están vacías. Salen solamente los que tienen un perro que ocupa hacer sus necesidades. En Central Park los corredores aún tratan de hacer ejercicio muy temprano. La gente busca esos espacios donde ir a caminar un poco y tomar aire fresco. NY aún no está en el punto donde los parques estén cerrados. Se rumora que podría ocurrir si la gente no deja de practicar deporte en grupos de más de cinco personas. ¿Saben qué es muy impresionante? Ya casi no hay taxis amarillos en las calles. Todas las compañías que tienen mi correo me han escrito para ofrecerme alternativas para seguir en contacto con ellos o consumir alguna cosa. Los restaurantes son los más activos, los repartidores están atareados y quiero pensar que la gente les da mejores propinas.
Pero aún para ellos todo es bastante lento. Ya no pueden subir a tu casa, los clientes necesitan bajar a la entrada para evitar que “gente no conocida” toque las chapas de las puertas o botones de las escaleras. La gente se apoya, tratan de consumir en la bodega de la esquina, de comprarle clases anticipadas al gimnasio o no suspender las membresías de abril… Las rentas en esta ciudad son astronómicas para todos y no hay quien no entienda el predicamento en que estamos todos. El instructor del estudio donde entreno organiza a la gente, recibimos todos los días nuestras rutinas y tenemos que mantenernos en contacto. Fotos o videos suben a un grupo privado, los seres humanos no estamos hechos para el aislamiento… somos sociales.
Otros estudios aprovechan el poder del live streaming, están haciendo clases gratuitas en plataformas como instagram para que la gente se mueva en casa. Aparecen nuevos formatos de entretenimiento: festivales virtuales, conciertos sin audiencia, programas de revista con entrevistas a distancia. Happy Hours Virtuales, quedadas para Desayunar en House Party. Toman fuerza nuevos servicios: terapeutas disponibles por videollamadas, tutores para los niños con escuela a distancia, compañías que hacen cursos de actualización arrancan programas sobre la resiliencia, cómo aprender a trabajar a distancia, etc. Dudo que la vida sea igual luego de unas semanas de Coronavirus. ¿Cómo será tener citas en las apps ahora que hay Coronavirus? ¿Habrá nuevos escándalos por el sexting? Llamo a mi mentee. Trabajo desde hace casi dos años con una estudiante del programa DACA. Su realidad es muy diferente a la mía. Me dice que está bien. Ella también inició el “distanciamiento social” al mismo tiempo. El martes regresa a la clases en formato virtual. Está tranquila, dentro de la incertidumbre.
Julio, (Foz do Iguaçu, sur de Brasil):
Brasil es el país de América Latina con mayores números oficiales de contagios, muertes y ritmo de avance. Sin embargo, tardó más en tomar medidas de restricción que otros vecinos, como Argentina y Paraguay. El presidente Bolsonaro ha violado medidas de precaución al confraternizar corporalmente con un grupo de cientos de apoyadores en Brasília el 15 de marzo, después de regresar de un viaje a EUA con una gran cantidad de su séquito contagiados. Ha dado seguidas declaraciones desconsiderando o subestimando los riesgos de la pandemia. Esto ha generado revueltas en toda la población incluyendo a quienes han sido sus apoyadores más cercanos. Se han generalizado cacerolazos de noche por días seguidos, en las mayores ciudades del país. En São Paulo, la negación de un pedido masivo de liberación provisoria de presos con casos menos graves generó rebeliones y huidas en por lo menos cinco prisiones. Es muy irónico que se hable de aislamiento sin volver los ojos a una de las poblaciones carcelarias más grandes del mundo.
El aislamiento social está decretado en las ciudades grandes y medianas, con cierre del comercio (excepto mercados, restaurantes y farmacias), interrupción del transporte público y suspensión de clases. Los supermercados han estado llenos y sin medidas de prevención, ha faltado agua sanitaria, máscaras y alcohol en gel. La ansiedad general con las medidas de aislamiento se suma a la crisis económica y política. La gente sufre porque no puede sobrevivir sin la renta de sus trabajos. En vez de sancionar medidas de protección social, el presidente impuso, el 22 de marzo, una ley provisoria de cambio de los derechos laborales en favor de los empleadores, llegando a permitir la suspensión de salarios por 4 meses. Este último dispositivo generó tanto rechazo, que el mismo presidente volvió atrás y lo revocó en menos de 24h.
Erandi (Santa María, California, EU)
El viernes 15 de marzo cerraron la escuela donde trabajo, el lunes y el martes siguiente fuimos las maestras a preparar paquetes de tareas para los niños. Una mamá de un alumno mío que tiene autismo me pidió que le diera clase por lo menos una hora algunos días y esa semana fui el miércoles y el jueves porque francamente el niño estaba muy mal. El miércoles tuvimos que andar detrás de él en las orillas de la escuela porque estaba demasiado nervioso por su falta de rutina. Ya para el jueves estuvo mucho mejor. Mañana primero Dios empezamos distance learning con el resto de los niños a través de ClassDojo y zoom meetings. Nos estamos viendo una vez a la semana a través de zoom con compañeros y la directora. También me meti a una clase online que se llama Unwavering Stillness para mantener la paz en este caos. Ayer fue la introducción y hoy comienza. Mi maestra se llama Rachel Jayne Groover.
Anaïs, (Montréal, Canadá):
El gobierno de Québec fue muy proactivo. Desde el principio de marzo, las autoridades toman la situación en serio y hacen todo lo posible para “flatten the curve” y asegurarse que los hospitales puedan tratar a la gente infectada y salvar más vidas. Todos los días dan conferencias de prensa. Soy estudiante de psicología en la universidad McGill y nos anunciaron que el resto del semestre será en línea. La mayoría de mis clases son teóricas, entonces tener clases en línea no tiene un gran impacto para mi. Desafortunadamente, estudiantes en programas más prácticos o técnicos tienen más impacto porque estudian carreras que no se pueden hacer en línea. La situación en Montréal parece irreal. Desde la semana pasada, los bares, bibliotecas, escuelas y otros lugares públicos están cerrados. Los restaurantes hacen entrega a domicilio.
Los supermercados limitan la cantidad de clientes y exigen que se desinfecten las manos al entrar. Está prohibido reunirse con otra gente, en casa como afuera, hasta la policía puede intervenir. Tenemos que practicar la distancia social, trabajar en casa, llamar a nuestros familiares, amigas y amigos por teléfono o videoconferencia. Las empresas de telecomunicaciones han puesto medidas para que toda la gente pueda usar internet sin límite y los bancos pararon de cobrar hipotecas y otras deudas, pues mucha gente está ahora sin empleo. Al igual que el resto del mundo, mucha gente tiene pánico, compra demasiado papel de baño y desinfectante para las manos, pero también mucha gente es positiva, toma iniciativas en las redes sociales. Esta situación nos permite ver que tenemos un gobierno muy atento a la situación cómo estamos interconectados. Tenemos que poner de nuestra parte y quedarnos en casa para salir adelante.
Daniel (Medellín, Colombia):
Algunas personas comenzamos preparándonos con anticipación, pues seguíamos los acontecimientos de la expansión del virus en Europa. Desde el principio sentimos desconfianza hacia el gobierno. Los que entendimos la realidad de esta gravedad pudimos aprovisionarnos bien antes que los productos básicos se encarecieran, considerando que la crisis iba a ser duradera y necesitaríamos tener lo suficiente para vivir por alrededor de dos meses. La mayoría sabemos del estado actual de nuestro sistema sanitario y realmente no confiamos en que pueda ser capaz de resistir a esta crisis sin precedentes, pero mientras entrábamos en cuarentena voluntaria aumentaba el pánico y la desconfianza, principalmente hacia el gobierno.
El presidente ha oscilado entre la condena y la oposición a las cuarentenas voluntarias y autónomas decretadas por alcaldes y gobernadores en ausencia de medidas nacionales. Intentamos estar en contacto permanente con amigos y seres queridos, especialmente padres y abuelos y sentimos la preocupación de aquellos que viven de la informalidad económica, que han sido despedidos o que no les han dejado más opción que tomar licencias no remuneradas. La desigualdad de nuestro país nos hace pensar en el impacto brutal de las actuales medidas y la manera en que la crisis arruinará la vida de cientos de miles, en ausencia de medidas económicas importantes para protegernos. La poca preparación del Gobierno hace que muchos estemos enfurecidos y deseemos un cambio político inmediato.
Rimbo (Berlín, Alemania):
Las instituciones públicas, escuelas, centros para infantes están cerrados. La mayoría de la gente está haciendo home office. La gente todavía puede ir a su trabajo, comprar comida, ir al doctor y hacer deporte en lugares abiertos. No he estado aún en un hospital, pero mis amigos me han dicho que todo está bien, al menos en donde ellos trabajan. Algunos amigos se han infectado, es como una gripa ligera y han salido después de algunos días. Ellos ahora están en cuarentena y no tienen permitido salir de sus casas. Las autoridades alemanas están realmente preocupadas y ha habido muchos debates sobre la restricción y nuestros derechos, pero al final del día sólo el número de infectados cuenta y justifica sus decisiones y los números siguen aumentando. Un hecho chistoso, la única cosa que se ha agotado en cada supermercado es el papel del baño.
Sara Rahael (Israel):
Gracias a que sabemos que todo es providencia divina y todas las cosas que suceden, por más horribles que parezcan, son para bien, personalmente yo estoy pasando bien esta etapa compartiendo más tiempo en familia. Sé que pronto va a haber un cambio en el mundo para bien, toda la realidad va a ser distinta. Todo esto es para que cambie nuestra conciencia. Gran cambio.
Sara (Lancaster, Los Ángeles, EU):
Vivo en Lancaster, que sigue siendo parte del Condado de Los Ángeles en California. Aún sigo trabajando, pues laboro en una oficina gubernamental que hace los pagos de ayuda social, por ejemplo a cuidadores de personas con discapacidad, entre otros, y este tipo de trabajos no pueden parar. El sindicato está negociando para que nos reduzcan las horas e incluso para que el mayor número de personas se vaya a hacer home office. Las escuelas dejaron de dar clases el 13 de marzo por la presión del sindicato de maestros, que es uno de los más fuertes. Mi hija se fue a casa de su papá en Pasadena y al final decidimos que se quedara allá porque yo sigo trabajando. Tengo temor de contagiarme porque mi papá tiene una discapacidad y mi mamá padece de los bronquios, vivo con ellos y no quiero contagiarlos. Esto no ha afectado mi vida cotidiana porque de por sí yo no salgo mucho, sólo al trabajo. Ahora hago una hora de camino al trabajo, antes de la cuerentena había demasiado tráfico y hacía casi dos horas.
Gracias a las personas que me enviaron su testimonio de cómo están viviendo esta situación de la pandemia, tuve que editar los textos que eran muy extensos, pero sin dejar fuera lo esencial. Los testimonios los recibí entre el 21 y 24 de marzo.