El virus que podría revirar el neoliberalismo
Rafael Reséndiz
¿Qué pasará con el mundo después de esta crisis de salud?
China ya lo está superando. Ya pasó lo peor. Europa está en la cúspide de la curva. Estados Unidos, exigiéndole a México que cierre fronteras, aunque ya se llegó a un acuerdo.
Hoy, el centro de la crisis es Europa, que ignoró, como EU, la dimensión del problema y entraron directos a la fase 3. Lo anterior demuestra que el fuerte de los europeos no es la higiene (ni se lavan las manos a lo largo del día, ni se bañan lo necesario), como tampoco lo es la responsabilidad social de sus gobiernos al ignorar las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde principios de enero. Se sentían invulnerables.
Sus prioridades han sido otras, antes que la salud pública
Sin embargo, la preocupación de esos gobiernos sí ha sido el rescate descarado y escandaloso de los mercados financieros, con la inyección de recursos extraordinarios a las bolsas de sus respectivos países (no a los sistemas de salud desatendidos desde hace más de 20 años): así también, es preocupante ver el comportamiento grotesco de los senadores republicanos de la comisión respectiva, que de su reunión donde se discutía el inminente quiebre de las bolsas, salieron a vender sus acciones “a tiempo” y obtener ganancias de última hora, gracias a la información confidencial que manejan.
Ya no hay retorno
Después de esta crisis el mundo no debe ser igual. El libre mercado, con base en el flujo libérrimo del capital financiero a nivel global, debe ser regulado. Se debe reconsiderar la opción del renacimiento del Estado benefactor, o asistencial, o providencial, como en EU en los años 30s., o en Europa después de la II Guerra Mundial. Ya lo bosquejó Manuel Macron, Presidente de Francia, en su alocución al pueblo, hace una semana, en el marco de la crisis de salud e higiene que viven los galos y el mundo.
Si no se atiende y entiende el fenómeno de esta pandemia, que no será la última, la humanidad está en riesgo de verse golpeteada permanentemente por intereses puramente mercantiles y de dinero fácil e ilimitado del capitalismo financiero internacional. Ellos nunca pierden, y cuando pierden, arrebatan.