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Lo ocurrido en Culiacán fue un acto de traición


leopoldlezama

7 noviembre, 2019 @ 7:11 am

Lo ocurrido en Culiacán fue un acto de traición

En los recientes días, tras las declaraciones del exsubsecretario de la Defensa en el periodo de Felipe Calderón, Carlos Gaytán Ochoa (donde, al leer un discurso en un desayuno con militares aprovechó para sembrar discordia entre miembros de las fuerzas armadas), se ha hablado de un posible golpe de estado en contra del gobierno mexicano, que en un par de meses cumplirá su primer año en funciones. El actual ambiente crispado de la vida pública en nuestro país sería suficiente para tomar esas advertencias como un grave riesgo, pero lo más prudente es explorar un análisis aunque sea de manera un tanto apresurada.

Durante más de un siglo, después de que en febrero de 1913, Victoriano Huerta consumó la traición en contra de Francisco I. Madero, acto que acabó con la vida del presidente demócrata, en México no se tienen antecedentes de golpes militares. Al parecer, la traición de Huerta y la formación del Ejército constitucionalista formado para luchar en contra del usurpador, dejaron un cimiento bastante sólido en la relación entre el presidente de la república y sus fuerzas armadas. México no tuvo la experiencia de Cuba con Batista y de Chile con Pinochet, acaso porque el gobierno se ocupó de consentir a su ejército que mayormente le sirvió para reprimir grupos disidentes al interior del país, más que para contener amenazas extranjeras. Basta recordar la llamada Guerra sucia de los años setenta y ochenta, y los casos tristemente memorables de Aguas Blancas, Acteal, Ayotzinapa, Tlatlaya y Palmarito, y por supuesto los del dos de octubre de 1968, para dejar muy claro que en México el ejército siempre fue el brazo represor del Estado.

Con el nuevo gobierno ha cambiado el paradigma; se eliminó el Estado Mayor Presidencial y el Cuerpo de granaderos, se conformó la Guardia Nacional con el propósito de tener un mayor control de las fuerzas armadas; y hay, al menos en el discurso oficial, la orden de “no volver a reprimir al pueblo”. Si el ejército es una instancia que, como ha ocurrido hasta ahora, obedece a sus superiores (más aún al Comandante en jefe), podemos tener un indicativo de que en efecto habrá un viraje orientado a la preservación de los derechos humanos en labores de seguridad nacional.

El efecto Culiacán

Recientemente, a raíz de los sucesos ocurridos en Culiacán, Sinaloa, tras la infructuosa detención de Ovidio Guzmán, hijo del legendario narcotraficante Joaquín el Chapo Guzmán, el gobierno de la llamada Cuarta Transformación estuvo ante una situación muy complicada. La exhibición de fuerza del Cártel de Sinaloa para rescatar a su líder fue espectacular, desde el bloqueo de caminos, la quema de autobuses, hasta el secuestro de familiares de miembros que participaron en el operativo de captura. La orden, asesinar cientos de personas si no soltaban al detenido, y poner de cabeza no sólo a Culiacán, sino a otros estados como Sonora y Durango, según revelaron llamadas telefónicas. Las alternativas, soltar al detenido, o entrar en una confrontación directa con el cártel que habría dejado cientos de muertos.

 ¿Casualidad o coincidencia?

El enorme despliegue mediático para inducir un ambiente de pánico fue inmediato, todo esto el día en que la 4T había conseguido un triunfo en contra de poderosos grupos de interés, al haber iniciado la construcción del Aeropouerto de Santa Lucía, y luego de exhibir a grandes deudores fiscales, y de emprender acciones penales en contra de figuras importantes de la política mexicana como Rosario Robles y Carlos Romero Deschamps. Es decir, al tiempo del logro de Santa Lucía, parecía innecesario un segundo impacto, y más bien el operativo en Culiacán fue totalmente en detrimento de lo conseguido a corto plazo por el gobierno.

Qué ocurrió en el operativo de Culiacán

Pero qué fue lo que ocurrió. Los primeros informes se contradicen y hablan de una ronda de rutina donde por casualidad, habrían dado con uno de los narcotraficantes más buscados por la DEA. Horas después, el mismo día, el titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, declaró que debido a la dificultad del operativo, habían tenido que suspenderse las acciones para detener a Ovidio Guzmán. Las suspicacias y sospechas se desbordaron, desde una serie de actos que demostraba la inexperiencia y torpeza de las fuerzas de seguridad, hasta un golpe planeado para tirar a la administración de López Obrador. Los días siguientes el gobierno aceptó que se trataba de un operativo “fallido” y “precipitado”, a raíz de una orden de aprehensión a Ovidio Guzmán emitida desde los Estados Unidos. El papel de la DEA también salió a escena. ¿Fue la agencia estadounidense quien pidió la cabeza de Guzmán? ¿México se estaba congraciando con el gobierno de Donald Trump entregándole delincuentes de alta peligrosidad?

Conforme han pasado las semanas, el gobierno ha sostenido una versión: por una orden de extradición proveniente de Estados Unidos, se procedió a un operativo para capturar a Ovidio Guzmán, mismo que resultó un fracaso al no haberse contemplado la respuesta del Cártel de Sinaloa; ante las contingencias presentadas ese día, el gobierno optó por soltar al presunto delincuente para salvaguardar la vida de los familiares retenidos y de la ciudadanía en general (medida avalada por el presidente). La orden de aprehensión en contra de Guzmán seguiría en pie. Y algo muy importante que López Obrador declaró desde el principio: no hubo boicot, no hubo conspiración alguna: todo se reduce a un operativo mal planeado. Hasta ahí la versión oficial.

El Presidente no sabía del operativo en un inicio

Un General de alto rango en funciones del Ejército mexicano, nos concedió una breve entrevista telefónica para hablar de lo sucedido en Culiacán. La condición: reservar su identidad y que la llamada no sobrepasara los 10 minutos. La primera petición es si puede hacer un comentario en general de lo ocurrido: “La simple detención de un delincuente común está trazada a la perfección, porque un mínimo error, una dirección mal dada, una llamada por teléfono imprudente, o un simple retraso en el operativo, puede provocar consecuencias fatales. Todo eso se planea tiempo antes. Imagínate si se trata de un capo de la droga. Imposible tener errores”.

¿Qué ocurrió entonces? ¿Cómo se pudo fallar en un operativo semejante? “Un simple error de comunicación en esas circunstancias es suficiente para provocar un desastre. Y curiosamente es lo que sucedió”.

– “En lo de Culiacán al parecer ni siquiera el presidente estaba avisado hasta que las cosas ya se habían salido de control. No digo que no estuviera enterado del proceso de extradición del hijo del Chapo, hablo del día en que sucedió todo. En horas hábiles, con las calles saturadas. Es raro. El narco desplegó hasta 600 o 700 sicarios y el gobernador ni sus luces. El de Seguridad (Durazo) sale a decir tonterías por la tarde, a los titulares del Ejército y la Marina los dejan fuera de la jugada. Eso por donde lo veas es ponerle el pie a tus superiores, quien quiera que haya sido”.

-Un boicot.

– “Yo no dije eso”.

– Pero esto de ponerle el pie a sus jefes, suena a eso.

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Imagen: ElSolDeMexiico.com.mx

– “Yo lo que digo es que en esos operativos hay protocolos muy serios que al parecer no se siguieron. Un tropiezo táctico, como dijo Durazo, es prácticamente un suicidio. Eso iba a provocar una balacera no de esa noche, sino de meses. Porque Culiacán está gobernado por el narco: negocios, gasolineras, tiendas comerciales, oficinas, escuelas, policías municipales. Nadie ve la magnitud de lo que iba a pasar”.

– Esto iba a cimbrar al gobierno.

-”Piénselo usted. Se disponen decenas de miles de efectivos de la Guardia Nacional para anular al Cártel de Sinaloa. Pero los vidrios rotos van para el presidente”.

– ¿Qué hubiera pasado en el terreno político o con EU?

-”No lo sabemos. Pero el presidente estaría ante un problema mayor”

– ¿Y no lo está?

-”Está ante una dificultad, pero no hay una crisis. Él mismo dijo a alguien que le preguntó si no tenía al enemigo en casa, que de ser así le hicieron lo que el viento a Juárez”.

-O sea que la libró.

-”Yo creo que sí. Y además, vio algo que se ha visto pocas ocasiones, como cuando el Cártel del Golfo trató de rescatar a Osiel Cárdenas persiguiendo al ejército con comandos por tierra hasta el aeropuerto allá en Tamaulipas”.

– ¿Cómo es eso?

-”Ves el músculo del Cártel. Eso pocas veces sale a las calles, donde puedes ver ejecuciones aisladas, nunca una reacción de ese tipo”.

-¿Y eso por qué es importante?

-”Pues quién te dice que eso es lo quería ver la DEA. Con cuántos efectivos cuentan, cómo reaccionarían ante una situación de emergencia. A Osiel Cárdenas lo pidió Estados Unidos, igualito que ahora. Pero el cártel del Golfo no es Sinaloa, no pudieron rescatar al capo. Y acuérdate que Sinaloa está en guerra con el Mencho, y en cualquier momento se espera una confrontación grande por la plaza”.

-Entonces qué sucedió ahí realmente.

-”No lo sé. Pero el presidente no salió tan mal como dicen. Está usando toda la cuestión de salvar vidas, y en eso tiene razón. A los militares tampoco nos gusta morir”.

-Si Durazo o alguien más traicionó, por qué no pidió sus cabezas.

-”Porque a los traidores se los tiene cerca; a los leales también. En dado caso tienen que limpiar el cochinero, lo más fácil es renunciar. Si renuncian nunca te enterarás si hubo traición. Además, el presidente no podía quebrar ahí las cosas al interior de las fuerzas armadas. Simplemente aceptar que hubo un golpe es una derrota. Como dicen por ahí, los trapos se lavan en casa”.

Sostiene el militar que si lo de Culiacán fue un golpe, entonces el presidente puede salir fortalecido. Porque “golpe mal dado es golpe en contra”.

“Nosotros no queremos muertos”

En el México más reciente, desde el gobierno de Felipe Calderón, al ejército y las fuerzas armadas en general se les dio un peso importante tras haberse declarado la “guerra en contra del narcotráfico”, más como una medida para legitimar al gobierno (Calderón llega a la presidencia tras un escandaloso fraude electoral) que para resolver el flagelo del narcotráfico y sus consecuencias. Estudios del Centro de Investigación y Desarrollo Económico indican que en el sexenio de Calderón el narcotráfico creció 900 %, y el número de muertes provocadas por enfrentamientos entre autoridades y presuntos delincuentes aumentó 2000 %. Un genocidio, prácticamente, pues cuando se habla de cientos de miles de muertes habría que sumar los cuerpos que se van multiplicando en fosas clandestinas y aquellos que desaparecieron por completo.

Ni el gobierno de Calderón y tampoco el de Peña reconocieron su estrategia fallida. Calderón incluso, declaró recientemente que hacía falta “actuar con firmeza” en contra del crimen organizado. Es decir, reafirma su proceder en materia de seguridad nacional, cuando las cifras nos dicen que aquello no sólo no redujo la delincuencia, sino que provocó un número aún indeterminado de muertes “colaterales”.

La espectacular captura de capos durante el calderonismo y el peñismo tampoco pareció menguar la delincuencia ni el crecimiento desmesurado de los cárteles, y en cambio, como ha argumentado la periodista Anabel Hernández, se fortaleció a unos grupos debilitando a otros. En el caso de Fox y Calderón, el favorecido fue el Cártel de Sinaloa; con Peña se habría roto ese pacto.

El actual gobierno, en cambio, ha preferido apoyar a los grupos más vulnerables con becas, programas de estudio y trabajo, fomento al campo, al pequeño empresariado, y promoviendo medidas para la prevención de adicciones, lo cual tiene mucho más sentido si de disminuir el impacto del narcotráfico se habla. “Nosotros no queremos muertos”, respondió el presidente López Obrador a los fuertes cuestionamientos en torno a Culiacán, y confirmó, además, su absoluta confianza a las fuerzas armadas.

Qué resultará del episodio de Culiacán. No se sabe. La hostilidad mediática en contra de la 4T no ha cesado, así como los ataques de una oposición que tuvo que esperar un error (¿una traición?) para dar alguna señal de vida ante una corriente política que los ha anulado. Otra de las consecuencias es que la inmensa base popular obradorista se ha atrincherado y está alerta. El presidente también tiene músculo, y a diferencia del cártel, aún no lo ha demostrado.

En dado caso, golpe mal dado es golpe en contra.   

Editor y ensayista. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía de la UNAM. Ha colaborado en diversos medios nacionales y extranjeros como Confabulario, Letralia, La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Sinembargo y Consideraciones. Actualmente dirige la revista electrónica Máquina.