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Reseña de “Gracias”, de AMLO


octaviosolis

3 agosto, 2024 @ 11:46 am

Reseña de “Gracias”, de AMLO

Hay dos tipos de libros: los que buscas y los que te encuentran. Éstos últimos llegan por azar a nuestras manos. Así sucedió con Gracias de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pues nunca había leído un libro de su autoría ni tenía intenciones de hacerlo. Resultó una gran lectura, pues tiene una buena pluma, es claridoso en su estilo; sencillo, aleccionador y en algunas ocasiones hasta divertido.

La obra es una autobiografía política. Inicia con sus años de infancia, pero su valor consiste en mostrar el peso de la geografía, el clima, los antecedentes históricos, el contexto social de Tabasco, que lo formaron y definieron como dirigente político.

Empecé la lectura con escepticismo, pero me atrapó de inmediato el breve recuento del periodo de Tomás Garrido Canabal, figura clave en la historia de México, de su amistad con el poeta (imprescindible) Carlos Pellicer, del célebre Carlos Madrazo, asesinado por su propio partido (PRI) al intentar democratizarlo. 

Es interesante conocer el origen de su liderazgo social. Ya era estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, cuando el gobernador de Tabasco, Leandro Rovirosa (1977-1982) lo recomendó en 1977 como director del Centro Coordinador Indigenista Chontal. Fue ahí, con las comunidades indígenas, arrinconadas en los pantanos, donde empezó su raigambre política, su mito. Durante seis años se dedicó a transformar las condiciones de vida de los chontales, hasta que Enrique González Pedrero como gobernador (1983-1987) le propone la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), por lo que se afilia en ese momento (1983) al partido y se propone democratizarlo.

Esa aventura política duró sólo siete meses. Los presidentes municipales emplazaron al gobernador quien no tuvo más opción que destituirlo y ofrecerle el puesto de oficial mayor del Gobierno del estado, cargo que no aceptó: “Esta es una de las decisiones más importantes que he tomado en la vida. Haberme quedado como oficial mayor habría significado tomar un camino opuesto al que seguí. Tuve que escoger entre mis convicciones y la situación personal, la comodidad, la seguridad del trabajo, la posibilidad de ascenso y el desarrollo de una carrera política convencional. Fue una ruptura, pero actué de manera consecuente y, con el tiempo, sé que la decisión fue acertada”.

Decide regresar a terminar su licenciatura en Ciencia Política, que dejó inconclusa, y trabaja como empleado, durante cuatro años, en el Instituto Nacional del Consumidor, hasta que decide en 1988, ser candidato a gobernador de Tabasco, por el Frente Democrático Nacional. A pesar de que sabía que iba a perder, apostó por construir organización (a largo plazo) desde la candidatura.

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Imagen: Infobae

Consolidación

Su narración que hace sobre la defensa del voto, a través de marchas y movilizaciones, son bastante aleccionadoras. Hay una anécdota que bien vale recuperar aquí. Ya como presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), aceptó la candidatura de Ricardo Monreal a la gubernatura de Zacatecas en 1998, pues había sido bloqueado por su propio partido (PRI), cuando el Presidente Ernesto Zedillo se enfureció porque Monreal hizo presencia en la presentación del libro La neta II, de Manú Dornbierer, donde criticaba a la esposa del Presidente.

El día de la elección “… un simpatizante nuestro se puso a escuchar y grabar todo el operativo del PRI con un escáner o rastreador de llamadas… (quien) me entregó unas grabaciones entre el entonces subsecretario de Gobernación, Emilio Gambio Patón, con Jorge Fernández Méndez, quien cubría periodísticamente la elección y otra desde la Secretaría de Gobernación dando instrucciones al gobernador para alterar los resultados electorales.”

Andrés Manuel comenta que mientras escuchaba las grabaciones, veía en la televisión que la elección estaba cerrada, Monreal desesperado le dice que habían tirado el sistema de cómputo. Aquel decide marcar a Los Pinos y le contesta Liébano Sáenz, el secretario particular de Zedillo, a quien emplaza con dos horas para que respeten el voto, de lo contrario harán públicas las grabaciones. Una hora después le regresa la llamada y ante la insistencia de AMLO le dice: “Ve la televisión, carajo”. Donde se anunciaba el triunfo irrevocable de Monreal con una diferencia de cinco puntos.

Hay que reconocer que su estilo de hacer política es poco ortodoxo, pero le ha funcionado, no sólo para llegar al poder, sino para concretar una exitosa transición; lo que muy pocos logran. El libro narra su gestión como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, una crónica sobre el intento de desafuero, detalles del fraude electoral del 2006 como candidato presidencial, así como el dichoso plantón de Reforma y su recorrido a ras de tierra, por casi todos los municipios del país.

Cualquier otro candidato se hubiese diluido con la derrota del 2006; no todos tienen la capacidad de convertir en triunfo sus derrotas. El dilema que superó fue, cómo mantener viva la inercia social que lo convirtió en presidenciable, movilizarse, sin una confrontación que terminara en represión. 

Le dedica un capítulo completo a Oaxaca. ¿Por qué en esa porción del territorio nacional se conservan la cultura, tradiciones, y organización social como en ninguna otra parte del país? Se pregunta el actual Presidente de México, y lanza como tentativa respuesta: por la poca relevancia que alcanzó la minería en esa región, pues implicaba una menor explotación del indígena, a diferencia del bajío y el centro del país. También que la evangelización estuvo a cargo, fundamentalmente, de los dominicos, más respetuosos de los derechos indígenas. Esto implicó que las comunidades originarias conservaran la posesión de sus tierras. Lo cual explica también, por qué no cundió con tanta fuerza la Revolución de 1910 en esa zona del territorio.

Una de sus mayores virtudes, es su capacidad para detonar el imaginario social del pueblo, sabe usar los símbolos, como muy pocos políticos. Con eso se nace, pero también se aprende; cuando se prioriza una praxis política con pocos recursos. El libro revela cómo es que llenó de contenido simbólico su discurso, por medio de su gira en cada rincón del país.

Lo que no me convence

No me convence su idea de que hubo fraude en las elecciones presidenciales de 2012, en el sentido estricto de la palabra fraude electoral. Lo que Andrés Manuel describe, muy detalladamente, es una guerra sucia en su contra, un dispendio económico en la campaña, el cierre de filas de la oligarquía mexicana al decantarse por un sólo candidato, a pesar de la candidatura del Partido Acción Nacional, pero no la alteración del conteo de votos, como sí lo evidencia en el capítulo La primera elección presidencial y el fraude de 2006. Coincido con el autor en el sentido de que todo lo anterior es una inmoralidad y una vileza humana, que impide una elección libre. Pero se debe reconocer que el voto de 2012, fue un voto derrotista.

La gente votó por el PRI, a sabiendas de que regresaban los mismos de siempre, corruptos y autoritarios, pero quienes sí “sabían” gobernar. El voto por Enrique Peña Nieto (EPN) fue una última oportunidad que el pueblo le otorgó al PRI ante la decepcionante gestión panista. El estruendoso fracaso de EPN obligó a buscar una tercera alternativa para 2018.

Su mayor virtud

La mayor virtud del libro, es que politiza a las grandes masas, recupera la memoria histórica de la izquierda. Menciona el magnicidio contra el Presidente Salvador Allende (1973), el asesinato de casi 600 militantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari: “Es algo que nunca se debe olvidar”. Se refrenda el proyecto alternativo de nación ante el neoliberalismo y el colonialismo. Narra muchos pasajes de la historia nacional, así como de distintos personajes célebres y varios desconocidos, pero que han aportado a nuestra memoria colectiva. Hace mención incluso de Lucio Cabañas, líder de la guerrilla en Guerrero, formada después del movimiento estudiantil de 1968.

Reconoce la aportación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, de Heberto Castillo, de Cuauhtémoc Cárdenas y del sindicalismo independiente de los setenta, sobre todo de la Tendencia Democrática de los electricistas, dirigidos por Rafael Galván. Sin olvidar el proyecto de soberanía nacional del General Lázaro Cárdenas y de Benito Juárez.

Apuntes finales

AMLO es antes que nada un fenómeno político, un dirigente, de esos que surgen en la historia, cada medio siglo. Es admirable su capacidad para destruir, desde abajo y con su propia voluntad férrea, todo un régimen y una oligarquía política, que se había propuesto la instauración de un sistema bipartidista, pero que hoy se han convertido en menos que nada. Una de las más fuertes críticas a su liderazgo, es que ha aceptado en su proyecto político, a una gran cantidad de aquellos representantes de esa oligarquía política.

El resultado de todo eso, es que los dividió, y los obligó a aceptar individualmente y a cambio de su supervivencia política, la consolidación de una narrativa política contraria al modelo económico que parecía indestructible, instaurado por los tecnócratas, quienes por cierto, habían obligado a la clase política a abandonar el modelo de soberanía nacional. Es decir, como el proceso de transformación fue por vía pacífica y democrática -no la instauración del terror jacobino de 1793-94 en Francia, cuando se guillotinó a más de 35 mil adversarios políticos-, no había de otra más que reciclar a una parte de la clase política.

El país lleva otro rumbo, pero tampoco es cierto que se haya revirado aún el neoliberalismo, sólo se ha detenido pues no ha habido una sola privatización. Esperemos que en este sexenio se avance hacia la consolidación del proyecto alternativo de nación y se empiece a desmantelar el sistema económico de profunda desigualdad.

Sociólogo y Comunicólogo por la FCPyS de la UNAM. Autor del libro Epifanía política y El fin de una era en la UNAM. Twitter @octaviosolis