Discurso de José Mujica en la cumbre de UNASUR – Ecuador
José Mujica
Discurso pronunciado por el ex-Presidente de Uruguay,
José Mujica, en la cumbre de Unasur, Ecuador,
el 4 de diciembre de 2014
Queridos compatriotas, señores presidentes, colegas de estos años de avatares, señores cancilleres, yo les tengo que agradecer infinitamente. Soy un paisano medio atravesado y el único mérito que tengo es ser un poco vasco, terco, duro, seguidor, constante y por eso aguanté, pero no soy ningún fenómeno.
En realidad, los años de “cana” que me comí fue porque me agarraron, me faltó velocidad. No tengo vocación de héroe. Tengo sí, una especie de fuego adentro, me retoba la injusticia social, las diferencias de clase.
Creo que el hombre es un animal gregario, que vivió el 90% de su historia arriba del planeta, en familias, en grupos familiares. Es un mono raro que no puede vivir solo, necesita de los demás y ese es su disco duro social, por eso tiene razón Aristóteles: el hombre es un animal político, y lo es porque no es un felino, necesita de la sociedad, se dé cuenta o no se dé cuenta. Pero la historia, el devenir, ese 10% de la historia del hombre arriba de la Tierra, no el 90%, es responsable de nuestra civilización que nos dio cosas hermosas. Al fin y al cabo, en este siglo vivimos 40 años más de lo que vivíamos en promedio hace 100 años, al fin y al cabo, yo sé que hay hambre, pero hay el doble de población y el doble de cantidad de alimentos. Lástima que tiramos casi el 30% de la comida que producimos, ni siquiera se la damos a los perros, menos se la damos a la gente pobre.
Esas son las contradicciones de nuestra civilización, desnuda, clara, agresiva, que nos dan razón, nos cargan las baterías para seguir luchando. Nunca el hombre tuvo tanto como hoy, nunca. Nunca tanto conocimiento. No me canso de repetir y recordar los millones de dólares por minuto que se gastan en el mundo en presupuesto militar.
Decir que no hay plata en el mundo para un gigantesco plan Marshall que recorra toda la Tierra a favor de los pobres, para integrar a la vida humana los millones de pobres y agrandar la demanda de este mundo, decir que no hay recursos, es no tener vergüenza.
Cuando nos dicen que la segunda fortuna del mundo, gastando un millón de dólares por día, tendría que vivir 220 años para gastar lo que tiene, pero aún tampoco podría, porque con una tasa de interés del 2 ó el 3% anual tiene cuatro millones de dólares por día. Si decimos que en este mundo no hay plata, es porque tenemos la cobardía política de no cobrarles, pedirles y meterles la mano en los bolsillos a los que pueden y en último, suturar.
Por eso estamos en política y por eso luchamos en política porque al fin y al cabo, simplificando, es cortar el tocino un poco más grueso a favor de los más débiles, porque la política es elegir decisiones que favorecen a unos y pueden perjudicar a otros, entonces, estás con la mayoría o con la minoría, no hay término medio, no se puede ser neutral, hay que tomar partido, pero aparte de esto, hay otra cosa, más importante que la justicia, algunos de nosotros nos quisieron formar en un mundo que era un valle de lágrimas para ir a un paraíso, pero el paraíso es este, o la condena es esta, y es esta vida la que hay que pelear para que la gente viva mejor, no tiene término medio. Esto tiene sentido si hablamos de cosas centrales, elementales, olvidadas.
Yo no me chupo el dedo de un homenaje, de aquí voy a salir el mismo viejo que soy; lo que tiene sentido es pensar, porque hay mucha gente joven, la vida se te escapa, se te va minuto a minuto, y no puedes ir al supermercado y comprar vida, entonces lucha por vivirla, por darle contenido a la vida; la diferencia de la vida humana a las otras formas de vida, es que tú le puedes dar, hasta cierto punto, una orientación a tu vida, tú puedes, en términos relativos, ser autor del camino de tu propia vida, no eres como un vegetal que vive porque naciste, después de haber nacido, puedes dar un contenido o no, o puedes enajenar tu vida, que te la compre el mercado, y te pasas toda la vida pagando tarjetas y comprando cacharros, le das para adelante y al final estás viejo como yo, todo lleno de reumatismo, te pelaste y qué hiciste en este mundo.
Pero si tuviste un sueño, y peleaste por una esperanza e intentaste transmitirle a los que quedan, tal vez quede un pequeño aliento rodando, en las colinas, en los mares, un pálido recuerdo que vale más que un monumento, que un libro, un himno, una poesía; la esperanza humana que se va realizando en las nuevas generaciones.
Compañeros, nada vale más que la vida ¡luchen por la felicidad! y la felicidad es darle contenido a la vida, rumbo a la vida, no dejar que te la roben, y para eso no hay receta. Está en la conciencia, si usás la maravillosa oportunidad de haber nacido, casi milagrosa.
Por lo demás, un segundo consejo a los jóvenes: lo imposible cuesta un poco más, y derrotados son sólo aquellos que bajan los brazos y se entregan. La vida te puede dar mil tropezones en todos los órdenes; en el amor, en el trabajo, en la aventura de lo que estás pensando, en los sueños que pensás concretar, pero una y mil veces, estás hecho con fuerza para volverte a levantar, y volver a empezar, porque lo importante es el camino.
No hay una meta, no hay un arco del triunfo, un paraíso que nos recibe, no hay odaliscas que te van a recibir porque moriste en la guerra, no, la quedaste y punto. No, lo que hay es otra cosa, es la hermosura de vivir al tope, de querer la vida en cualquier circunstancia y luchar por ella, e intentar transmitirla porque la vida no sólo es recibir, es antes que nada dar algo de lo que tenemos. Por jodido que estés, siempre tenés algo para darle a los demás.
Entonces, compatriotas, yo era un pibe, en un país que lo llamaban la pequeña Suiza de América, iban a estudiar en la década del 40, de toda América Latina, habíamos sido hijos privilegiados, bastardos del imperio inglés, y nos fue bastante bien como la República Argentina que estaba orgullosa entre los poderosos del mundo, el Río de la Plata era una cosa distinta del resto de América Latina, parecíamos medio europeos y hasta por momentos nos pareció que éramos, pero eso fue un espejismo, pasó, el mundo se reacomodó después de la Guerra, vinieron los términos de intercambio, le empezamos a deber al Fondo Monetario Internacional, y esa fue mi juventud.
De algo que era algo muy alto y hermoso se desmoronaba, y no hay cosa más retobada que aquel que estando bien, y se viene para abajo. El que está acostumbrado a estar mal se resigna, pero el que estuvo bien se viene abajo… Por eso pertenezco a un movimiento que se golpeó la boca y salió a intentar cambiar el mundo… nos molieron a palos.
Acariciamos nuestros sueños, eran tiempos que pensábamos que la dictadura del proletariado era una explicación importante de la lucha de clases y naturalmente cada generación comete sus vicisitudes pero el viejo fuego que llevábamos adentro era tan grande, que nos permitió llegar hasta hoy, siendo conscientes de los errores que cometimos, pero siendo conscientes de la gigantesca generosidad con que abrazamos la vida y cuando vemos un mundo lleno de cacharros, de plata, de recursos; que Dios me libre, parece que se les parte el alma por prestarte un auto o por darle una mano a un pordiosero, recoger un perro, darle de comer, qué se yo, no he visto un mundo más machete que desde que nos toca vivir.
Añoro aquella juventud de corazón abierto, que equivocadamente lo entregaba y lo daba todo, y no se guardaba nada para sí mismo. Lo que quiero transmitir muchachos, es que no reniego del pasado, no reniego de los errores, la vida es un aprendizaje continuo, y está llena de caminos muertos, pisotones, pero las viejas causas que nos empujaron están presentes en el mundo en que nos toca vivir, nunca se ha visto tanta concentración de la riqueza, nunca se ha visto tanta desigualdad, en un mundo que tiene tantos recursos y tenemos tantas posibilidades, creo y tengo confianza que el hombre es capaz de construir sociedades infinitamente mejor, si tiene el coraje de mirar el rumbo de las sociedades más viejas, que están en el fondo de la historia de la humanidad.
No para volver al hombre de las cavernas, sino para aprender la generosidad que nos implica la defensa de la vida, para entender esto, para entender lo elemental, lo más simple; para ser feliz, necesitamos la vida de los otros, los individuos solos, somos nada, los individuos dependemos de la sociedad, la marcha de la sociedad y lo que no permite enriquecer y mejorar permanentemente en nuestra vida, por lo tanto, la causa colectiva hay que levantarla y en esta historia, en este momento esto tiene un nombre, en esta América Latina la lucha por acercarnos, la lucha por integrarnos, por integrar una cultura, que respete la diversidad, pero que exprese ese nosotros, profundo y oculto, que viene de la conformación de nuestra propia historia.
Podemos y debemos, pero será posible si hay voluntad política, si hay compromiso y a los jóvenes, si quieren vivir felices, levanten una idea en la que creer ¡vivan para servir a esa idea! no se dejen esclavizar por el mercado. El mudo que tendremos será, el que seamos capaces de lograr, y los latinoamericanos tendremos que ser, por haber llegado tarde y de atrás, un reservorio de la civilización humana, un continente de paz, un continente de justicia, un continente de solidaridad, donde es hermoso nacer y morir, un continente que le dice sí a la justicia, un continente sin odio, sin venganza, que dignifique la existencia del hombre arriba de la Tierra, como animal que cuida lo portentoso de la creación que ha significado este barco de vida que es el planeta.
Denle contenido a la existencia, porque si no lo hacen conscientemente, el contenido va a ser la cuota que tienen que pagar a cada fin de mes por el nuevo cacharro que tienen que comprar y así sucesivamente hasta el fin de vuestros días. Hasta que un día, los huesos no se levanten y adiós, no queda de ti, ni el recuerdo ni el aliento.
Juventud hay una sola, la de afuera, pero hay otras cosas además de juventud, la irreverencia de mirarse en el espejo y comprometerse con la realidad, para eso se puede ser joven, viejo o mediano, no hay que dividir el mundo en hombre, mujer, negro, amarillo, no, hay que dividrlo en dos sectores, en los que se comprometen y los que no se comprometen. Y comprometerse es abrazarse a una causa.
Por eso, yo sé que me estoy acercando al tiempo, por una pa´ salir… que en cualquier momento te tocan el fault y el outball; marchaste. Así es. Todavía no he podido creer en el más allá ni en Dios. Respeto a todas las religiones. ¿Saben por qué? Porque he visto en una sala de hospital, el enorme servicio que le prestan al bien morir, y por eso si yo no puedo creer, no me río de las religiones, las respeto.
Me han hecho pensar por su vigencia, en todos los tiempos y en todas las edades, y en todos los rincones de la historia del hombre en el planeta, que siempre cree en algo, que no hay bicho más utópico que el hombre. Por eso mismo, porque es capaz de construir un más allá, quiero al hombre y lo admiro y respeto a las religiones, pero sé que unos de estos días, seré menos que polvo, tal vez, quede alguna paloma dando vueltas, en la cabeza de alguno.
¡Gracias Ecuador, un abrazo a todos!